Capítulo 41

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Conflictos

Rosalie ya no soportaba estar un segundo más en aquella casa donde tanto la humillaban, ella sintió que se merecía más que ser la indeseable hija de Esme, odiando también a Carlisle por haberla transformado en vampira y por consiguiente en su hija, tan solo por la estúpida idea de buscarle una compañera a su hijo favorito, el cual terminó por ser homosexual, haciendo sentir a la vampiresa más segura de sí misma, al percatarse de que no era ella la que había fallado sino el invertido muchacho.

"Ya sabía yo que tanto rechazo de parte de ese creído tenía que ver con su poca hombría" —Pensó mientras caminaba por el bosque, intentando calmar su mal genio— "No existe nadie que se resista a mis encantos" —La creída mujer, sonrió al rememorar las diversas ocasiones en las que su sola presencia detenía cada una de las miradas de los caballeros, enfocándolas sobre ella— "Hasta Christian babeó al verme, y si mi invertido hermanito no sé le hubiese metido por los ojos, ese multimillonario estaría postrado a mis pies" —La errónea percepción de los hechos en la relación entre Edward y Christian, fueron tergiversados por la rabia y el elevado ego que poseía la vampiresa— "Pero bueno... ellos se lo pierden" —Pensó no solo en Emmett y su deseo de divorcio, sino también en Jasper, el cual también había decidido prescindir de ella como se desecha algo que ya no los hace feliz o les satisfacía como antes.

—Todos son unos desgraciados... malditos poco hombres buenos para nada. —Espetó de mala gana, arrancándose la gargantilla con el escudo Cullen que le había regalado su padre, quitándose del mismo modo el anillo de casada, girándose bruscamente para arrojar con todas sus fuerzas ambas prendas, las cuales fueron atrapadas con total agilidad por un hombre de chaqueta de cuero negro, cabellos claros y mirada penetrante que la había estado observando por largo tiempo, dejándose ver ante el inesperado berrinche por parte de la sobresaltada vampiresa, la cual en ningún momento había percibido el olor de un humano, percatándose de que tampoco olía a uno de los suyos y mucho menos a alguno de los perros de la reservación.

 —Espetó de mala gana, arrancándose la gargantilla con el escudo Cullen que le había regalado su padre, quitándose del mismo modo el anillo de casada, girándose bruscamente para arrojar con todas sus fuerzas ambas prendas, las cuales fueron atrapa...

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—Excuse moi, Mándame. —Aquel acento francés no solo sorprendió a Rosalie, sino la hizo estremecer por completo—. No fue mi intención seguirla y mucho menos asustarla—. Observó la gargantilla con el dije, intentando no mostrar una sonrisa triunfal, al percatarse del escudo que representaba al clan Olympic—. "Una Cullen... no puedes tener tanta suerte, Ethan" —Pensó el rubio y apuesto caballero, introduciendo su enguantada mano en el interior del bolsillo de su chaqueta, guardándose ambas joyas.

—¿Quién demonios eres tú? —preguntó Rosalie con la prepotencia que la caracterizaba, intentando mantener el control de sus emociones, aunque su epidermis se erizó ante su sola presencia, olfateando su efluvio, sin poder dar con el tipo de raza que era, aunque podía escuchar su corazón y olfatear levemente su sangre.

—Mi nombre es Ethan Kavanagh... me desplazaba ha Seattle, solo iba de paso, señorita... —Hizo una pausa, a la espera de que la rubia pescara el anzuelo y le dijese su nombre.

50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora