Capítulo 34

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Momentos

El clima en Seattle jugó a favor de los vampiros la mañana siguiente al caos, permitiéndole no solo a Bella disfrutar libremente de los gemelos en el parque donde Christian solía ejercitarse, sino también a Jacob, quien le presentó a su imprima tanto a sus hermanas como a sus hijos, pasando una velada que aunque extraña e incómoda a la vista de algunos, para ellos era bastante relajada y reconfortante, ya que Isabella había superado su divorcio con el beta de la manada y Jacob sentía que su ex había pasado de ser alguien indeseable a la amiga que una vez había sido en el pasado, con la única diferencia de que ahora compartían la paternidad, al igual que la amistad y el aprecio hacía Leila Williams.

Por otro lado se encontraba Sam despidiéndose de Taylor, aquel que le ofreció quedarse para que trabajara con él, ya que después de haberse rehusado a unir fuerzas, el guardaespaldas y mano derecha de Christian se había, no solo encariñado con el líder de la manada, sino también con Leah, la cual no perdió oportunidad la noche anterior para introducirse a la recámara de Sawyer y tener una noche de sexo desenfrenado con el apuesto joven, quien por supuesto no se opuso en lo más mínimo a ello, a pesar de haber sido Bella la que lograra conquistar su corazón, desistiendo al saber sobre sus gustos sexuales.

En el hotel Paramount, Alice finiquitaba toda la cuenta del hospedaje en compañía de Rosalie, la cual desistió de huir junto a Jasper, deseando resolver todo el embrollo que tanto ella como su amado mellizo habían causado, pidiéndole al mayor que se adelantara a su regreso a Forks y encarara a Esme por los dos, para que recibiera de parte de su madre adoptiva, toda la retahíla de reproches e insultos que tenía guardado para ambos, pero el vampiro prefirió esperar a que todos se fueran juntos.

Charlie y Garrett se habían citado en la comandancia de Seattle para cerrar el caso de la pelirroja, dándole fin a aquella horrible pesadilla, siendo Alistair quien se encargara de regresar a las hermanas Denali a Alaska después de que su señor Niklaus se divirtiera con ellas durante dos noches seguidas, desapareciendo sin dejar rastros y sin una despedida o un "tal vez nos volvamos a ver" demostrándoles a ambas féminas que Klaus no era más que un desgraciado que no amaba a nadie más que a sí mismo.

Mientras cada capítulo comenzó a cerrarse lo mejor posible, otros seguían reescribiéndose progresivamente como en el caso de Christian y Edward, quienes habían pasado una noche inolvidable en la que el vampiro cuidó como de costumbre los sueños de su amo y señor, después de haberse entregado a él en cuerpo y alma, disfrutando de varios orgasmos múltiples, lo que por supuesto solo era posible en mujeres, pero el cuerpo de un vampiro era doblemente erógeno y la forma en la que el magnate solía hacerlo suyo, era suficiente como para despertar en el apuesto inmortal, sentimientos y deseos que sobrepasaban todo raciocinio posible, transformando a Edward en una bestia sedienta de sexo y lujuria animal, como jamás llegó a imaginarse en su vida.

—Puedo llegar a acostumbrarme a esto, Christian. —Acotó el vampiro, dejando que su amante entrelazara sus dedos con los suyos, mientras el auto los trasladaba hasta la universidad, dónde el joven estudiante debía ponerse al día, si realmente deseaba graduarse de psicólogo.

—Pues acostúmbrate a que te traiga y te lleve, Edward.... Somos novios y no dejaré que andes solo. —Al decir aquello, miró a Taylor por medio del espejo retrovisor, pero el hermético y caballeroso guardaespaldas, no hizo, ni dijo absolutamente nada al respecto.

—Ser novios no quiere decir que eres mi dueño. —El chico pretendió apartar su mano de la de Christian, pero el magnate se lo prohibió.

—Y el que seamos pareja no quiere decir que el contrato se anuló, Edward. —Aquello si había conseguido que el impertérrito guardaespaldas mirara por medio del espejo retrovisor, el malhumorado rostro del muchacho, el cual fulminó a Christian con la mirada.

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