Capítulo 25

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Seducción

Edward arrojó a Christian sobre su cama, logrando que el cuerpo del magnate quedara rebotando sobre el colchón con la botella en alzas, sonriendo al ver como el muchacho parecía un puma al asecho, gateando hasta quedar sobre el desinhibido y seductor magnate.

—Entonces así se siente estar del otro lado. —Edward sonrió, asintiendo a sus palabras.

—Y así se siente llevar el control. —Christian asintió levemente y por un segundo dejó entrever en su mente como aquel cambio de posición lo incomodaba un poco—. No te imagino con Elena. —Se acostó a su lado, demostrándole a Christian que no pretendía tomar el puesto de amo, sino que simplemente deseaba jugar con él un poco.

—Yo era tan solo un chiquillo y Elena era la experta, yo a duras penas había visto unos pechos... ¿Qué crees que podría hacer un jovencito de esa edad, sin ninguna experiencia y delante de una mujer que exudaba tanta dominación con tan solo mirarle? —Edward supo de sobra a que se refería Christian con aquella acotación, ya que con solo verla, el vampiro supo de sobra que la segura y desinhibida rubia era tan o más dominante de lo que podía llegar a ser su hermana Rosalie.

—¿No te dio miedo? —Christian asintió.

—Por supuesto... pero siempre fui de los que afrontan sus miedos... soy curioso por naturaleza. —Miró de arriba hacia abajo a Edward, depositando un seductor beso en su cuello después de abandonar la botella sobre la mesa de noche, derrumbando el poco control que ejerció el vampiro, dejando a su amo tomar nuevamente las riendas de todo—. Y tú mi querido, Edward... eres la caja de pandora. —Aquellas reveladoras palabras hicieron estremecer al vampiro, al sentir aquel cálido y delicioso aliento humano sobre su oreja.

—Dicen que es muy peligrosa. —acotó Edward entre jadeos.

—Me arriesgaré. —Mordisqueó el largo de su cuello, lamiendo de vez en cuando el lóbulo de su oreja, consiguiendo que el vampiro se estremeciera de gusto.

—Pensé que habías venido a buscarme. —Christian asintió, después de darle un fugaz beso en sus labios.

—Así es... pero apuesto toda mi fortuna a que no echaste ni un solo polvo en este departamento... ¿cierto? —El chico lo fulminó con la mirada—. Esa mirada me confirma que así es. —Besó su boca diligentemente, intentando como siempre de introducir su lengua, sin éxito alguno—. Mmm... es de mal augurio, abandonar un departamento sin haber tenido sexo aunque sea una vez. —Edward soltó una risotada, intentando controlar sus deseos hacia Christian, pero ya no había nada que controlar, sus cuerpos parecían dos magnetos atrayéndose entre sí, sin control alguno.

—¡Oh vamos!... No te imagino siendo supersticioso.

—Y no lo soy. —Comenzó a desabotonar su camisa, mirándole seductoramente—. Pero por si acaso, vamos a dejar en este departamento el mejor encuentro que pudo albergar en su interior... ¿Qué dices? —Edward bajó la mirada, asintiendo a su pregunta, desabrochando tímidamente su pantalón, pretendiendo subirse el suéter negro que traía puesto, pero el magnate se lo impidió, siendo él quien se lo quitara, arrojándolo al suelo, mientras devoraba al temeroso joven con la mirada—. Jamás imaginé llegar a sentir tanta curiosidad por un cuerpo masculino. —Besó el pálido pecho del muchacho, tal y como lo había hecho aquella noche en el velero, sin dejar de mirar el tímido, asombrado y al mismo tiempo excitado rostro de su amante, el cual cerró sus ojos lentamente, volteando la cabeza a otro lado.

—Ni yo... jamás pensé llegar a esto... yo ni siquiera... —Pensó en decir que él ni siquiera había tenido esos deseos hacia ninguna mujer, pero aquello sería contraproducente para él, aunque no delatara su virginidad delante del señor Grey—. Nunca sentí tanto deseo hacía mis ex novias como lo siento por ti... Christian. —Quiso explicarse mejor, para no delatarse.

50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego)Where stories live. Discover now