Capítulo 8

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La Sra. Robinson

Christian no paró de despotricar a los cuatro vientos toda la rabia que sentía ante lo que Edward había hecho, ya que no solo había tenido la osadía de hurtar a Charlie Tango, sino que fue con toda la intención de llevárselo a Forks sin su consentimiento y sin un previo itinerario de vuelo, lo que hizo enfurecer aún más al colérico magnate, aquel al que le saltaba la vena de la frente, mientras el serio e impertérrito vampiro, simplemente miró al suelo en silencio.

—Quiero que me expliques qué demonios pasó por tu mente para tener la osadía... —Se lo pensó por unos segundos, cambiando el contexto de su regaño—... No, mejor dime cuál fue el motivo de peso para que tú tomaras a Charlie Tango como si se tratase de un simple triciclo prestado para llevártelo a Forks... Porque debe haber un motivo muy grande para que tú hicieras semejante locura... ¿Cierto? —Edward levantó un poco la mirada, contemplando el iracundo rostro del magnate, observarle desde arriba y con cara de querer tomar una de las tablas de madera organizadas por tamaño en el extenso escaparate de torturas del cuarto rojo, en el que Christian intentaba conseguir del muchacho una certera y congruente explicación.

—Aaamm... Pues... —Bajó la mirada, recordando todo lo que había pasado, notificándole a sabiendas de que la verdad lo enfurecería aún más—. Fue por Bella... —Tragó grueso y esperó el inminente chubasco de reproches, improperios y maldiciones de su parte, cerrando los ojos.

—¿Te robaste a Charlie Tango por tu ex? —Edward asintió sin deseo alguno de levantar la cara—. ¿Y puedo saber qué fue lo que le pasó a la chica como para que tú salieras a plena madrugada hasta Forks tan solo porque a tu ex se le encajó en la madre que tú fueses a verla? —Edward abrió los ojos, mirando como el pie izquierdo de Christian golpeó una y otra vez el suelo de un modo retador.

—Ella no quería que fuese a verla. —Quiso levantar el rostro pero al final desistió al escuchar como la vena le siguió latiendo en la frente a punto de estallar—. Surgió un problema entre la familia política de ella y mi familia, es algo de hace mucho tiempo y ahora la chica fue abandonada y mis padres se han hecho cargo de ella.

A Christian no le cabía en la cabeza que aquello estuviese pasando; Edward no solo se había llevado a su amado helicóptero hasta Forks por su ex sino que ahora se enteraba de que la fulana Isabella era parte de su familia, soltando sin el más mínimo ápice de condescendencia hacia aquel asunto.

—Bueno, Edward, pues yo en lo que amanezca tomo tu Volvo y voy hasta la casa de Anastasia y le pido que viva aquí con su futuro esposo, mientras que tú y yo seguimos nuestro convenio de amo y esclavo... ¿Te parece? —Edward contuvo cada músculo de su rostro intentando no reír, levantando la mirada—. O mejor aún... traemos a Isabella y vivimos aquí los cinco... ¿Qué dices? —El serio vampiro comprendió perfectamente el sarcasmo.

—Lo siento, Christian, sé que esto te debe causar úlceras, pero...

—Noooo... pero claro que no... mira mi sonrisa. —Se inclinó mostrándole al inerte vampiro una sonrisa tipo guasón—. No entro en tanta dicha junta.

—Creo que el sarcasmo está demás, gracias. —Se levantó para marcharse, pero el molesto multimillonario lo atenazó del brazo, pretendiendo sentarlo bruscamente, pero el chico no se movió ni un centímetro, mientras que Christian terminó tropezándose con el inerte cuerpo del muchacho, quien se sentó a pesar de que pudo haberse quedado de pie y ridiculizar aún más a aquel hombre de lo que ya lo había hecho—. Mira, entiendo que estés molesto, pero juro que entre Bella y yo ya no hay nada. —Sonrió al recordar la conversación que ambos habían tenido después de cazar, en el cuarto de baño de la casa Cullen, en donde Edward se percató de todo el destrozo que la joven neófita había causado, aquella que le prometió que a su regreso tendría un nuevo piano.

50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego)Where stories live. Discover now