Capítulo 35

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Lo inesperado

La mañana había llegado tan pronto que Christian sintió como si la noche jamás hubiese estado, despertando con una sensación de cansancio y un enorme vacío tanto en su corazón como en su cama, producto de la rabia que lo había apresado al haber visto a Edward en brazos de otro o más bien de haber sido testigo de un inesperado beso por parte del bastardo que había querido robarle el amor de Anastasia, repitiendo la escena de un beso robado por parte del joven latino, quien parecía tener cierta fijación por las parejas del magnate, pretendiendo ahora al joven psicólogo.

Christian ya no quería pensar más en aquel tema, no deseaba rememorar una y otra vez aquel momento, ya que al hacerlo, creaba en su mente posibles formas de destruir al impertinente fotógrafo, intentando no recurrir a métodos poco ortodoxos para hacerle saber al chico que no debía meterse con personas de su propiedad, aunque eso sonara tan impropio como malsano de su parte, ya que Edward no era un objeto, sino un ser humano o eso pensó el acaudalado hombre.

Tomó una ducha rápida y antes de bajar a la segunda planta decidió dar un vistazo al interior del cuarto del muchacho, asomándose cautelosamente para no despertarle, encontrándole hecho un mohín sobre la cama con la ropa de ayer, negando otra vez con la cabeza, introduciéndose en la oscura alcoba.

—Estoy cansado de decirte que no es bueno dormir con la ropa con la que has pasado el resto del día. —Se acercó a la ventana, apartando las cortinas para que la luz del día entrara, acercándose a la cama para tomar asiento junto al muchacho—. ¿Edward?... despierta. —Christian lo movió un poco intentando despertarle, pero el chico no respondía—. ¿Edward?... No juegues conmigo... despierta de una buena vez.

Mientras Christian siguió intentando despertar al muchacho, Gail y Taylor conversaban amenamente en la cocina, donde ambos disfrutaban de una buena taza de café con leche, la cual acompañaban con tostadas francesas, untadas con jalea de frutas.

—Extraño a los chicos. —Acotó Taylor después de un largo silencio, observando a la señora Jones deshuesar el pollo que prepararía para el almuerzo, mientras disfrutaba de su taza de café.

—Pensé que estabas feliz de haberte deshecho de ellos, vivías refunfuñando todo el tiempo sobre los chicos nuevos... ¿y ahora les extrañas? —Taylor ser encogió de hombros ante aquello.

—No sé... siento que son buenos chicos... un poco indisciplinados, sí... sobre todo Leah, pero... a pesar de todo hacían bien su trabajo. —Comió y bebió de su desayuno, pensando en lo que su pupilo Sawyer, le había dicho.

"Leah y yo intimados, pensé que se quedaría en Seattle después de eso, pero simplemente se marchó a pesar de haber insistido tanto para que le prestara atención" Sin duda aquello daba que pensar, pero sus elucubraciones fueron interrumpidas ante los gritos de su jefe, llamando a Edward con total desesperación.

—¡EDWARD!... ¡EDWARD!... RESPÓNDEME MALDICIÓN. —Tanto Taylor como Gail corrieron hacía las escaleras que daban al segundo piso, subiendo de dos en dos los escalones hasta llegar al cuarto del muchacho, el cual parecía no dar señales de vida—. ¡Edward por favor!... No me hagas esto... te lo suplico, despierta. —Christian había perdido la poca cordura que le quedaba, sacudiendo y golpeando el pecho del vampiro para que reaccionara, pero el joven no se movía.

—¡Dios mío, señor Christian!... ¿Qué sucede? —preguntó Gail completamente alterada.

—No lo sé... ¿Crees que sí lo supiera estaría gritando como un demente? —Cacheteó al vampiro pero este no reaccionó—. Por todos los cielos Ed. despierta. —Christian no pudo soportar tanta incertidumbre, tanto pánico que optó por tomar su teléfono celular para llamar al novecientos once, pero justo en aquel momento una llamada del doctor Cullen entró, deteniendo sus intenciones—. ¡Oh, Doctor Cullen!... Qué bueno que ha llamado, no sé qué le ha pasado a Edward, anoche se quedó dormido después de haber ingerido una cierta cantidad de alcohol y estoy intentando despertarle, pero no reacciona. —Al decir aquello Christian no pudo evitar romper en llanto, cubriéndose la boca para acallar sus quejidos.

50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego)Where stories live. Discover now