Edo Tensei

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- Vamos a ver... Según el pergamino se necesitan restos humanos, de eso aqui sobran. Y... ¿Un sacrificio por individuo a revivir? No pienso matar ningun animal por probar estas tonterias... Veamos, ¿qué más? Estos sellos y decir en voz alta "Kuchiyose: Edo Tensei". Menuda sarta de bobadas...

A otro de los investigadores le llamó la atención ver a su compañero tan concentrado en aquella lectura que no pudo evitar curiosear.
- ¿Qué tienes ahí, Arata? ¿Algún dato relevante?
- Oh, Daichi... No es nada, sólo que tengo curiosidad por todos estos pergaminos. ¿Se supone que son técnicas secretas que usaban los ninja, no? Artes peligrosas que no debería leer cualquiera... Fíjate en éste por ejemplo, al parecer es una especie de invocacion que devuelva la vida a los muertos o algo así.
- Jaja Vamos Arata. ¿No me digas que crees en esas cosas? Esos pergaminos eran míseros engaños para gente cómo tú para que se temiera a los ninjas.
- Con que sólo patrañas, ¿eh?

Dirigió su vista de nuevo al pergamino y bajo la atenta mirada de Daichi formó con las manos los sellos necesarios para realizar la invocación. Cogió aire y gritó a todo pulmón: Kuchiyose: Edo Tensei!!!!

Los demás empleados del laboratorio del museo miraron confundidos a Arata, que se mantenia quieto con cara seria observando el pergamino y con sus manos aún formando el último de los sellos, cómo si fuera un actor de una mala obra de teatro de ninjas.
- Aaaaah... Bueno, ya suponia que no pasaría nada interesante.

Arata y Daichi se echaron a reír mientras el resto miraban aún más confundidos. Daichi paró de reír de golpe y se quedó estático mirando a un punto incierto
- Oye, Daichi. ¿Te encuentras bien? Tienes mala cara.
Arata puso su mano en el hombro de Daichi cuándo éste sin previo aviso se desplomó en el suelo inerte y con los ojos en blanco.
- Daichi!! Daichi, por Diós! Que alguien lo ayude, llamad a un médico!
Al darse la vuelta, pudo ver a dos personas más en sus mismas circunstancias. Empezó a cundir el pánico. El miedo irracional a ser el siguiente hizo que empezara una carrera por ser el primero en salir de la sala.
Uno por uno, toda persona que habia en el edificio del museo sufrió la misma suerte. Poco a poco una nube de polvo gris fue invadiendo cada habitación arremolinandose alrededor de los cuerpos.
-Pero, pero... ¿Que demonios?
Arata era el único hombre que seguía en pié. Al menos hasta que los cuerpos aún envueltos en esa nube de polvo y cenizas iban levantándose uno tras otro.
De pronto se oyó un estruendo que hizo temblar el edificio. Una parte del techo cedió, justo en frente de Arata. Del agujero descendió alguien, un hombre, corpulento, alto, de pelo largo azabache y ojos rojos cómo la sangre.
- ¿Qui-qui-quien e-eres?- logró farfullar Arata.
- ¿Acaso eres tú quien nos invoca?

Apenas tubo tiempo de procesar sus palabras antes de que sus ojos se clavaran en los dos orbes rojos de ese hombre. El miedo lo paralizó. Notó cómo su vida se desvanecía poco a poco pero no podía apartar la vista.
Sus ojos cambiaron a dos esferas rojas como las del hombre que tenía frente a él, movió sus manos formando unos sellos y justo después cayó al suelo, sin vida.
El usuario del sharingan le había hecho deshacer el jutsu, pero no devolviéndolo bajo tierra, sinó liberandolo y permitiéndole vivir otra vez.
Cerró los ojos un momento, concentrandose en percibir los chakras a su alrededor.
- Vaya, volvieron más de los que pensaba. Deben de haberse sacrificado muchos hombres en este edificio para que hayamos resucitado tantos.
- Vaya, vaya... Así que tu también has vuelto.
- Hah, parece que la vida nos da otra oportunidad, ¿Eh... Obito?
- Eso parece, Madara.

Ore wa... Uchiha Madara.Where stories live. Discover now