Lemon :3

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POV Alba
- Ahhh! Por fin llegamos! -suspiró Deidara-.
- Rubia hoy cocinas tu. -dijó señalándolo Sasori-.
- ¿Aaaahhh? ¿Y porque yo?
- Porque has sido el último en llegar. -respondió Obito-.
- ¿Os vais a quedar con nosotros? -preguntó Kisame girándose hacia los espadachines-.
- No creo, a no ser que tengas intenciones de morir pronto, me gustaria recuperar a Samehada. -respondió Fuguki-.
- No podemos aceptar vuestra oferta, pero sí buscaremos un sitio cercano para mantenernos en contacto. Será más fácil seguir libres si nos ayudamos mutuamente. -aclaró Jūzō-.
- Os agradezco la colaboración en el rescate de Alba, sois bienvenidos aquí. -corroboró Madara-.
- Chicos, muchas gracias a todos. A los espadachines por tenerme en cuenta sin apenas conocerme, y a vosotros por venir a buscarme. De veras, muchísimas gracias. -dije con una gran sonrisa.
Ameyuri se lanzó encima de mi apretándome en un abrazo.
- Ni se te ocurra meterte en líos sin contar conmigo, de acuerdo niña?
- Claro, ven a verme de vez en cuando, piraña.
- Ooooiiii, ¿A que viene eso de piraña mocosa?
- Supongo que será por tu hermosa sonrisa. -exclamó entre carcajadas Kisame-.
Todos nos reímos. Nos despedimos de los espadachines y volvímos a kuestra vida "normal". El resto del día transcurrió sin ningun contratiempo, excepto porque Deidara trató de cocinar mediante explosiones en vez de con el fuego como cualquier persona, y terminó siendo obligado por los hilos de chakra de Sasori mientras Obito se burlaba de él.
Y al fín mi ansiada hora de irme a la cama a descansar. Después de dejar mi plato en la cocina les deseé buenas noches a los chicos y me fuí a la habitación.
Madara insistió en querer revisar mis heridas antes de acostarnos así que me acompañó aún que fuera temprano.
- Vámos, déjame asegurar que cicatrizaron bien. -insistió acorralándome contra la pared.
- Esta bien, pero déjame cambiarme primero al menos.
Cogí mi ropa y metí en el baño, salí con un pantalón corto holgado y una camiseta ancha. Ví a Madara sentado en la cama, sólo con sus calzoncillos. Era demasiado sexy, ¿no podía dormir en pinama? Me acerco y me tumbo en la cama a su lado, permitiéndole acercarse a examinarme mientras me consume el calor y un instenso color carmesí inunda mis mejillas.
Sube suavemente mi camiseta, rozando mi piel con sus dedos, provocando escalofríos en todo mi cuerpo. La sube hasta un poco más abajo del nivel de mis pechos, sin acercarse de más. Pasa las yemas de sus dedos por mis cicatrices, sintiéndoma relajada por el placer de esa sensación.
- Juro que se lo haré pagar.
Un escalofrío recorre mi espalda erizándome el vello al notar el veneno que destilan sus palabras. Trago el nudo que tenía en la garganta y me atrevo a hablar de lo ocurrido con Tobirama.
- Madara, no le hagas nada a Tobirama.
Creo que no le gustó lo que dije porque de golpe se sienta sobre mis piernas aprisionándome contra la cama y acerca su cara a la mía.
- ¿Porqué no debería hacerlo?
Su voz, su cara, me da miedo. Se nota enfadado, definitivamente le ha cabreado mi petición.
- Porque aunque me haya hecho daño, también me respetó.
Un gesto de rábia crispó las facciones de Madara, el cual cogió con una mano mis muñecas, sujetándolas por encima de mi cabeza apretándo ligeramente.
- Dime, ¿Te besó?
- Si.
- ¿Lo besaste?
- No.
- ¿Te gusta?
- ¿Que? Por supuesto que no.
- ¿Entonces porqué lo defiendes?
Miré directo a sus ojos para que viera la verdad en los míos y me sorprendí al ver activo su sharingan. ¿De veras creía que le habia engañado, y con Tobirama? Me sentí herida, herida por su desconfianza. Una lagrima rodó por mi mejilla incitada por el dolor punzante en mi pecho, pero fué recogida por su mano libre antes de caer en la almohada.
- Yo... Le estoy agradecida a Tobirama por detenerse cuando se lo pedí.
- No deberías agradecerle nada, intentó forzarte.
- Y lo hubiera hecho si no le hubiera dicho llorando que mi primera vez era para ti. -grité enojada-.
Más lágrimas empezaron a caer de mis ojos, sientiéndome vulnerable por haberle confesado que lloré frente al enemigo y le hablé de algo tan privado como eso. Siento como poco a poco afloja el agarre de mis muñecas y se aleja un poco.
- Entonces te respetó sólo porqué eres virgen. Al menos aún le queda algo de humano a ese necio Senju. Yo... Lo siento, no debí ponerme así. Es que enfermo sólo de imaginarte en los brazos de otro hombre, más aún si se trata de Tobirama.
Levanto mis brazos pasándolos por su cuello y atrayéndolo hacia mi por la nuca, a lo que él se acerca dejándo un suave beso en mis labios.
- Extrañé tus besos, amor. No dudes ni un sólo momento que tu eres el único hombre al que quiero besar.
Madara volvió a besarme, esta vez un poco más apasionadamente. Tiró suavemente de mi labio mordiéndolo, haciendome sentir un extraño calor recorrer mi cuerpo.
- Así que dejaste claro a ese imbécil que quieres ser solo mía ¿Eh? Esa es mi chica.
Me sonrojé a más no poder. Sentí sus labios en mi mejilla, dejándo un camino de besos hasta mi mentón y bajando progresivamente por mi cuello haciéndome suspirar. Sus manos se deslizaban por debajo de mi camiseta enloqueciéndome aún más si cabe.
-Mmm... Madara...
- ¿Quieres que pare?
Lo dudé un momento. No, no quiero que pare, no voy a hacerlo esperar más, quiero ser completamente suya y que lo sepa.
- Quiero... Quiero que me quites la ropa y me hagas tuya, Madara.
Pude oír una exclamación de sorpresa salir de su boca al oír mi afirmación. Madara volvió a subir hasta mi boca y la devoró con ferocidad. Yo me aferré a su espalda, acariciándolo, apretándolo hacia mí. Noté como empezaba a deshacer los cordones que ataban mi pantalón para deshacerse de él. Estaba nerviosa, muy nerviosa.
Sentí mi pantalón salir de una rápida sacudida suya, dejándome en braguitas. Empezó a besar mi cuello, lamiendo, mordiendo, mientras sus manos viajaban hacia abajo por mis pequeñas caderas. Recorrió mis piernas de arriba a abajo y de abajo a arriba, deteniéndose en el límite, dudoso, para después seguir subiendo y agarrarme el culo. Apretó mi trasero ligeramente a lo que solté un gemido y pude oír un gruñido suyo en respuesta.
Estaba excitada, MUY excitada. Me imcorporé como pude, él me dejó mi espacio sin saber que queria hacer. Me puse de rodillas sobre la cama y empuje suavemente su pecho mientras los besaba. Entendió que quería recostarlo a él y me tomó de la cintura, quedándome yo sentada encima de él. Dí un pequeño salto asustada al sentir en mi entrepierna el gran bulto de su erección. Él rió un poco ante mi inocencia y siguió teniendo cura de mi trasero. Era mi primera vez haciendo estas cosas, pero en alguna ocasión en mis momentos a solas había visto películas porno y tenía alguna idea de como excitarnos a ambos.
Apoyé mis manos en su pecho, mordí el lóbulo de su oreja y empezé a mover mis caderas adelante y hacia atras, restregando mis zonas erógenas contra las suyas. Madara sujetó aún más fuerte mis glúteos gruñendo entre dientes y con los ojos cerrados. Jugué con mi lengua primero con su oído, después en su cuello y mientras regreso a sus labios me sube lentamente la camiseta, pasando sus manos por mi espalda desnuda.
- ¿No llevas sujetador?
- Nunca lo llevo para dormir. -dije con una mirada lasciva y llena de lujuria-.
Volvió a darnos al vuelta y entre besos  me despojó de mis bragas, rompiéndolas de un tirón. Subió lentamente mi camiseta a lo que yo me sonrojé más si se puede hasta que finalmente me quedé sin ella. Se separó de mí y se tomó unos segundos para admirar mi cuerpo desnudo. Dirigió una mano a su boxer pero lo detube sujetándole la muñeca. Me miró con una mirada de sorpresa interrogativa.
- Quiero hacerlo yo.
No me contestó, sólo separó un poco sus labios sorprendido y alejó su mano dejándome la vía libre. Se alejó un poco para que me incorporara, ambos de rodillas en la cama. Me acerqué lentamente a su entrepierna y masajeé con una mano por encima antes de quitarle el bóxer. Separé al momento la mano al notar el gran bulto moverse.
Deslicé mis dedos por la goma del bóxer y disfruté viendo como se marcaban los poros en su piel a medida que mis dedos pasaban por ella. Lo bajé lentamente, hasta dejar su gran miembro a la vista. La lujuria me arrebató toda cordura y solo podía pensar en los momentos que iban a venir ahora. Amo a este hombre y quiero darle placer como su mujer. Y con este pensamiento no resisto la tentación y paso mi lengua lenta y tortuosamente por su pene erecto, haciendo que se escape de sus labios una mezcla entre gemido y rugido. Acaricio con una mano sus testículos, mientras con la otra empiezo a masajear su polla subiendo y bajando mi mano alrededor de ella. Tengo cura con mi lengua de su glande, para después lamer todo el tronco de su potente verga y poner su puntita en mi boca. Subo y bajo con mi boca, lamiendo en círculos sin sacarla de mi húmeda cavidad. Siento que me agarra el pelo y aún me calienta más, por lo que hundo su polla en mi boca tan profundo cómo puedo, llegando así a tocar la entrada a mi garganta, cerrada por falta de experiéncia, provocándome una pequeña arcada.
Madara tira de mi pelo hacia atrás, apartándome de sus partes bajas para besarme intensamente mientras termina de deslizar sus calconcillos hasta tirarlos por cualquier rincón de la habitación.
Su mano sube por mis piernas calentando su camino hasta llegar a mi parte sensible. Primero acaricia por fuera con toda la mano. Estoy rasurada así que noto a la perfección la rudeza de sus masculinas manos llenas de callos. Después separa con dos de sus dedos mis labios externos y con otro masajea mi clítoris, haciendome gemir en sus lábios. Siento su excitación en mi pierna y subo mis caderas con anticipación pidiéndo más. Él no tarda en complacerme pues introduce un dedo en mi interior haciendo círculos. Después dos, los mueve en círculos, como si fueran una tijera, adelante y hacia atrás y de todas las formas posibles. Luego intenta meter tres, a lo que me quejo puesto que dos de sus dedos ya son lo bastante grandes. El tercero no entra. Mete y saca solo un dedo de mi entrada, mientras que masajea mi clítoris con su pulgar.
- Hablame preciosa. Dime, ¿que es lo  que quieres que haga?
No puedo hablar, sigo gimiéndo con los ojos cerrados mientras él no para de masajearme.
- Vámos, dímelo, dí lo que quieres.
- ¡Métemela ya, Madara!
- Oh cariño, lo siento, no te he oído bien. -dice complacido.
- ¡Te deseo Madara, quiero tenerte dentro de mí y ya no puedo esperar ni un segundo más! -digo casi gritando al tiempo que muevo mis caderas hacia adelante adentrando aún más sus dedos en mi vagina.
- Así me gusta, princesa.
Saca sus dedos de mí para luego lamerlos, los mete en mi boca y yo los lamo también, viciosa.
Se acomoda con una mano su pene en mi entrada, rozándome, untándolo en mis fluidos, metiéndo tan solo la puntita.
- Mmmm... Madara...
No espera más y de una fuerte estocada se mete en mi interior hasta la mitad de su pene de una sola vez. Un grito escapa de mi labios y cierro fuerte mis ojos.
- Duele...
- Shh, tranquila, tardaras poco en acostumbrarte.
Baja su boca a mis pechos, lamiéndolos y mordiéndolos, con un dedo masajea mi clítoris aún sin moverse. Poco a poco el dolor desaparece y solo siento la sensación de estar llena, llena de él, de mi hombre, de mi marido, y quiero más.
- Madara... Quiero más...
- Oh, Dios, que pequeña eres.
Madara empieza un suave movimiento atras y adelante, sin entrar del todo pero tampoco sale. Con una velocidad lenta, me la mete por completo, rozando sus huevos con mi culo. La satisfacción me llena y me vuelve loca, no quiero que pare nunca de metermela. Esta vez si la saca por completo, para volver a meterla de golpe. Acelera el ritmo, coge mis piernas y pone cada una en un hombro, y apoya sus manos a los lados de mi cabeza, doblándome casi por la mitad permitiéndole penetrarme al máximo.
Nuestros gemidos unindan la habitación. Su ritmo ya no es para nada lento ni cuidadoso, sus embestidas son fuertes, produciendo un sonido sordo al chocar piel con piel, goteando fluidos de mi salida.
Madara es una bestia incansable, me hace el amor con rudeza, disfrutando los dos de ese lado animal del sexo. El placer me mueve, no se ni que estoy haciendo cuando aplico fuerza en mis piernas para darle la vuelta y dejarme caer encima de su miembro sintiéndo como su grande, ancho y largo pene toca mi fondo. Salto y lo monto como si no hubiera un mañana mientras estruja mi culo ayudándome a moverme. Suelta un gruñido y me toma por las caderas para tirarme en la cama tumbándome boca abajo y follándome por detrás. Coge mi pecho con una mano mientras con la otra masajea mi clítoris penetrándome a gran velocidad por detrás. No me contengo, grito, grita, ambos gritamos y llegamos juntos al orgasmo.
Madara hace unos últimos movimientos dentro de mi, descargándo las últimas cargas de su semilla en mi interior, para después dejarse caer a mi lado en la cama. Ambos respiramos con dificultad.
A los pocos minutos se levanta.
- Madara... ¿Donde vas?
Me coge en brazos y empieza a andar hacia el baño.
- Vamos a limpiarnos antes de que te quedes dormida, cariño. -dice dándome un beso en la frente-.
- Madara.
- ¿Hm?
- Te amo.
- Yo también, mi vida.

Ore wa... Uchiha Madara.Where stories live. Discover now