UNA VECINA PECULIAR

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Toso, despejo la garganta.

—Ha quedado buena noche, ¿eh? —No se me ocurre nada mejor.

Ella, la que debe de ser mi vecina, no me responde. Ni siquiera se gira a mirarme. Estoy hablando con su espalda. Me siento ridículo, estoy muy incómodo, y aún vamos por la tercera planta. Me espera un viaje largo.

Soy consciente de que tengo dos opciones. La primera, y la más normal, es pasar de ella. La segunda, y la que creo que voy a hacer, es tratar de acabar con la tensión rompiendo el hielo:

—Ya era hora de que dejase de llover. Menudos días llevamos. Estaba por llamar a Noé, para que se diese prisa con el Arca. —Río y, al segundo, me arrepiento. Ella ni se ha inmutado. Ni una leve risita.

Reconozco que ha sido una mierda de chiste, tan manido como absurdo. No me extraña que en vez de romper el hielo haya creado un terrible iceberg. Y es que, ¿por qué hago un chiste religioso? Ni yo creo en Dios, ni seguramente ella crea. Debe de tener mi edad y, siguiendo las estadísticas, cada vez es mayor el número de jóvenes ateos. Además, si cree en Dios, puede que sea una cristiana obsesa a la que no le gusta que se bromee con la religión. Sí, tal vez...

—¡Ay, no! —protesta la chica y me saca de mis pensamientos.

El motivo de su queja, es que se le ha caído una figurita plana de un delfín. Es de color blanco y parece de cartulina, pero no he podido fijarme bien. La ha recogido de inmediato.

—Qué bonita.

Ella se gira hacia mí y aprovecho para observar algo más que su espalda. Es pelirroja, tiene la cara llena de pecas, los ojos de color marrón oscuro relucientes bajo los cristales de unas gruesas gafas y... De su físico no puedo decir mucho más. Es bajita y lleva una enorme sudadera gris que, o bien usa para protegerse del frío —algo extraño porque en el edificio hace un calor exagerado—, o para ocultarse. Exacto. Su comportamiento poco social la ha delatado. Se intenta esconder bajo la gigantesca prenda. Lo he averiguado analizando sus actos y su vestimenta. Tantas horas estudiando psicología, me han convertido en psicólogo. O en imbécil que se cree psicólogo. Sí, esto último tiene más sentido.

—Gracias —me responde la chica y se vuelve a girar.

Me quedo un tiempo callado, mirando su espalda, hasta que bajo la mirada y me encuentro con su bolso. Es gigante, parece un maletín. Confirmo: es un maletín. Lo lleva preso, entre su brazo derecho y dorso. Lo agarra como si fuese un balón de fútbol. ¿Acaso no sabe que tiene asa? Sí, sí que lo sabe. Me acabo de fijar en que emplea este asidero para colgar un adorno: una pequeña herradura de metal.

Reparo un poco más en ella y me doy cuenta de que entre el maletín y la ancha manga de la sudadera hay un libro aplastado, casi escondido. Con disimulo, me inclino hacia la derecha para leer el título, pero justo entonces, el ascensor se detiene, las puertas se abren y ella huye. Literalmente. Esta se ha escapado de mis ojos lo antes que ha podido. Casi echa a correr.

—Eh, ¡adiós! —me despido, la pierdo de vista y escucho un portazo—. Qué vecina tan peculiar...



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Bueno, pues, sí... ¡Por fin puedo subir los capítulos de 69 SEGUNDOS PARA CONQUISTARTE editados! ¡Espero que los disfrutéis!

Ah, y... ¿Qué opináis de la vecina de Andrés? ¿Y de Andrés? Es algo torpe rompiendo el hielo 😅 Jajaja ¡Muchas gracias por leer (o releer)!

 ¿Qué opináis de la vecina de Andrés? ¿Y de Andrés? Es algo torpe rompiendo el hielo 😅 Jajaja ¡Muchas gracias por leer (o releer)!

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69 SEGUNDOS PARA CONQUISTARTE (EN LIBRERÍAS Y WATTPAD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora