ELLA

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Hoy Verony ha preparado albóndigas para cenar, y acabo de recordar por qué decidimos que ella fuese la encargada de las comidas. ¡Están deliciosas!

—Enhorabuena. Están brutales —felicito.

Pero mi compañera morena no me contesta. Sigue enfadada por haberle roto su muñeco.

—Vero... Siento mucho lo de la figura del elfo. Perdón. —La miro con carita de arrepentimiento.

—No te disculpes conmigo. Pídele perdón a Dobby. —Abre los ojos y la boca exageradamente, y continúa—: ¡Ah! ¡No! Se me olvidaba que está... ¡muerto!

—Ya te he dicho que lo siento y, tranquila, que te lo voy a pagar.

—¡Tu dinero no vale nada! —alza la voz—. Dobby es irremplazable.

—No lo es. He encontrado el mismo en internet. Esta noche lo encargo.

—Esta noche lo encargo, esta noche lo encargo... —repite con voz gangosa—. ¡Tú no lo entiendes! Ya aprenderás a respetar la magia. —Amenazante, me señala con el mango del tenedor.

—¿Se supone que es una varita? —observa Maria—. No te conviene enfrentarte a él. Te aseguro que la de Andrés es más grande...

Verony ignora el comentario, Maria se ríe de su propio chiste y yo me sonrojo.

—De verdad, siento lo del muñeco —me disculpo de nuevo.

—Venga, perdónalo —me echa una mano mi compañera rubia—. No ves que Andresote lo está pasando mal por... Bueno, no sé por qué. Pero sé que lo está pasando mal. Algo tiene en la cabeza que ni siquiera lo deja dormir.

En eso tiene razón. Aunque no del todo. No tengo algo en la cabeza. Tengo a alguien. A la chica del ascensor. No dejo de recordar lo mal que quedé la última vez que nos vimos, y no puedo dejar de preguntarme el motivo por el cual no hemos coincidido hoy. Respecto a esto último, tras meditarlo mucho he llegado a la conclusión de que, aunque parezca una locura, siempre monta en el mismo ascensor y a la misma hora.

—¿No lo ves? —escucho a Maria hablar con Verony—. Otra vez se ha quedado con cara de bobo. Le pasa algo y no nos lo quiere contar.

—No me pasa nada —miento.

—Andrés, te perdono lo de Dobby si nos lo cuentas —me chantajea Verony.

—¡Que no hay nada que contar!

—Oye, en esta casa nunca ha habido secretos. ¡Desembucha ya! —insiste mi compañera morena, y me vuelve a apuntar con el tenedor.

—Eso, Andrés —la sigue Maria—. Ya hay confianza. Déjate de tanto misterio y dinos quién es esa personita especial... ¿Es alguien de la biblioteca? —Enarca las cejas.

—¡No! ¡No es de la biblioteca! —exclamo, y, mierda, soy consciente de que he caído en la trampa. Acabo de confirmar que estoy así por alguien.

—O sea, ¡estás pillado! ¡Ay! —celebra Verony.

—Vaya, vaya... —Maria chasquea la lengua—. Interesante. ¡Cuéntanos los detalles de tu aventurilla!

Niego con la cabeza, miro hacia abajo y confieso:

—Siento interés por una chica... Eso es todo.

—¿De quién hablamos? —se interesa Maria.

—Pues es...

—¿Alguna amiga de clase? —me interrumpe Vero.

—No...

—¿Alguna profe? —lo intenta Maria.

69 SEGUNDOS PARA CONQUISTARTE (EN LIBRERÍAS Y WATTPAD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora