LOS SEIS

35.7K 4.6K 844
                                    

—¡Aparca ahí! —dice Verony al ver un sitio libre en el aparcamiento—. ¡Entre esos dos coches!

Bill Etes tiene una casa gigantesca, pero su aparcamiento no lo es tanto. Menos mal que hemos llegado pronto.

—Vale, voy. —Maria frena y comienza a maniobrar para estacionar entre dos vehículos, en línea.

Mete la marcha atrás, nos movemos, gira el volante... Ahora gira hacia el otro lado... Mete primera, gira en dirección contraria, avanzamos... Para, vuelve a poner la marcha atrás y retrocedemos mientras gira, gira, gira...

—¡Mierda! —exclama.

—Sí, le has dado al de atrás —confirma Verony—. Y el dueño está dentro.

El coche que hemos golpeado es de color negro, y está tan tuneado como los del Grand Theft Auto. Es imposible no reconocerlo: es el de Dan. Y Maria acaba de chocar el maletero de Craters, contra el suyo.

Dan sale del vehículo, se acerca al nuestro y, serio, pega tres golpecitos en la puerta del conductor. Maria baja la ventanilla.

—Quiero una Big Mac —vacila, pero a este no le hace gracia—. Disculpa a Craters... Es aún más lanzado que yo.

—Voy a dejarlo pasar, pero procura tener más cuidado, ¿bien? —responde, y marcha hacia la mansión.

Nosotros lo observamos mientras se aleja, y la conductora murmura:

—Vaya culito tiene, no me extraña que Craters le haya dado por detrás.

—¡Maria! —protestamos Verony y yo.

Ella nos ignora y continúa aparcando. Hace alguna que otra maniobra más y...

—Aparcado —finaliza, aunque lo ha dejado torcido.

Nos dirigimos a la enorme casa que se encuentra en el centro del jardín, pisando un césped tan cuidado como el de un campo de fútbol profesional. Llegamos a la puerta del edificio y Bill sale a recibirnos:

—¡Eh! ¡Andrés y las locas que se colaron en clase!

—Las mismas —contesta Maria, orgullosa.

—¡Y las que me han reventado el coche...! —escuchamos gritar a Dan desde algún rincón de la casa.

Bill ríe y nos invita a pasar. La casa es espectacular. No dejo de admirar la decoración y de pensar en la cantidad de figuritas de porcelana que podrían morir hoy en manos de peligrosos borrachos. Tras cruzar un largo y ancho pasillo, llegamos al salón. Es más que espacioso, y en él hay cuatro mesas repletas de comida basura y bebidas. Sobre el sofá —un sofá en el que podríamos sentarnos unas quince personas— se encuentran Dan y el resto de mis amigos: Sara, Miriam, Oier y Ainhoa. Pongo rumbo hacia ellos, pero Verony, con brusquedad, me engancha del brazo, tira de mí y me susurra:

—Pásanos sus fichas. —Maria y ella me miran atentas—. ¡Sus fichas!

—¿Qué?

—Que nos hagas unas breves descripciones para no estar tan perdidas —aclara Maria.

—Ah, bien —acepto, y comienzo—: Son mis amigos del grupo de trabajo de clase, un grupo al que llamamos Los Seis. A Dan ya lo conocéis, y el resto son...

Recopilo la información personal destacable de cada uno de ellos y la comparto con mis compañeras. Maria procesa los datos y resume:

—Ainhoa es una chica guapa, lista y con novio, es de las populares, es obvio. Sara es muy dulce y delicada, pero luego resulta que es la más alocada. Miriam saca mejores notas que el resto, y también juega a baloncesto. Y Oier es el chico callado y fornido, que ojalá consiga que me deje sin sentido —concluye—: Bien, por lo que veo, hay de todo.

69 SEGUNDOS PARA CONQUISTARTE (EN LIBRERÍAS Y WATTPAD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora