¿Y EL SEGUNDO?

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Tras un cuarto de hora, la entrecortada respiración de Rebeca se tranquiliza, alza la vista y agradece:

—No podría compensarte todo lo que haces por mí.

Me seco las lágrimas y le resto importancia:

—¿Lo que hago? ¿Te refieres a llorar?

—Me refiero a animarme en cada viaje en ascensor, leer el libro que te recomendé, inventarte la muerte de la señora Rodríguez para que viajásemos a solas...

—Hay cosas que prefiero no recordar.

— ... y, lo más importante, Andrés, me apoyas con mi amuma enferma. —Se vuelve a derrumbar.

Entiendo el motivo de sus llantos, y se me encoge el estómago.

—Rebe, sé que temes perderla y...

—Mejor dejemos el tema —pide agobiada, y lo acepto, pero no sin antes dejar claro:

—Quiero que sepas que no me voy a separar de ti. ¿Entendido?

Me mira a la cara, hasta que cierra los ojos y apoya su frente sobre la mía.

—Ni yo de ti.

Mis párpados vuelven a temblar, pero esta vez, a causa de la emoción, y antes de que la primera lágrima me llegue a la boca, Rebeca se inclina, y me besa. Jo-der. Me está besando. No puedo analizar lo que siento ahora mismo porque mi cerebro aún es incapaz de asimilarlo. No esperaba esta reacción. No esperaba que, de pronto, me besara.

Mis labios patinan sobre los suyos, un creciente calor se propaga por nuestros cuerpos y cada vez flota más y más electricidad estática a nuestro alrededor. Todo porque Rebeca Abazo, Rebe, Rebita, Rebi... ¡me está besando!

—Vaya... —consigo decir cuando nos separamos levemente—. Siempre imaginé que nuestro primer beso sería en el ascensor.

—¿Y el segundo? —Tuerce el morro y enarca exageradamente las cejas. Los gestos no son nuevos, pero sí su combinación. Y me encanta.

—Mmmm... ¿En tu casa?

—Estabas en lo cierto. —Me vuelve a besar.

La pasión es mayor, y pierdo mis manos en su enorme sudadera. Me gustaría quitársela, o meterme en su interior. Es una prenda tan grande que podríamos caber los dos y convertirla en nuestra tienda de campaña. Pronto, mis dedos consiguen colarse bajo la tela y dar con la camiseta de Rebeca.

—Andrés, ¡para! —pide y se aparta, aunque con una evidente sonrisa—. Ay, es que... —Baja la voz—. Me haces cosquillas.

—Ah. —Actúo como si me hubiera ofendido—. Mis dedos... te hacen... ¿cosquillas? —Hundo el índice en su abdomen.

—¡Ay! —chilla entre risas y me hace retroceder—. Andrés, ¡para!

Meneo mis manos frente a ella a modo de advertencia, y las convierto en inquietas arañas ansiosas por recorrer su cuerpo.

—¡Para, para, para! —grita mientras, sentado en su regazo, le robo todas las risotadas que puedo—. ¡Vale, Andrés! ¡Vale...! ¡¡¡Vale!!! —Me empuja a un lado—. ¡Si sigues así no cenamos juntos!

—Es que yo no quiero cenar contigo. Lo que quiero es... cenarte a ti.

Rebeca se sonroja —creo que siente vergüenza ajena—, se levanta y me deja claro:

—Que lea cosas atrevidas en Wattpad no significa que las practique. —Asiento abochornado, me da la espalda y, cuando parece ir a abandonarme, añade—: Al menos, no hoy...

Suelto una carcajada, ella sale del salón, y me tumbo en el sofá. Con la mirada perdida en el techo, reflexiono hasta llegar a la conclusión de que no estaremos en un ascensor, pero nuestra relación amorosa sí que está en ascenso...


69 SEGUNDOS PARA CONQUISTARTE (EN LIBRERÍAS Y WATTPAD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora