UN REGALO

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«... Tampoco me importaría quedarme encerrada si es contigo.» Recuerdo las palabras de Rebeca mientras abro la puerta de casa. El vello se me eriza y avanzo hasta el salón feliz y calmado, como en un dulce sueño. Siento que mis pies flotan. Estoy dentro de una nube, una acolchadita, maravillosa y dulce nube. Sin embargo, no tarda en aparecer un rayo:

—¡Hola, Andresote! —saluda Maria.

Y otro rayo más:

—Eh, ¡Andrés! —saluda Verony.

Seguido, comienza la lluvia de preguntas. Desde que dije a mis dos compañeras que iba a conquistar de una vez por todas a Rebeca, cada vez que entro en casa, me interrogan.

Me siento con ellas en el sofá y les cuento todo lo ocurrido. Se alegran de mis avances, y Maria aprovecha la ocasión para proponer:

—Andresote, celebraremos tus progresos en la fiesta del viernes, con tus amigos de la universidad.

—Ah, eso... —Niego—: Yo no voy a ir.

—¿Qué? Dijiste que sí —me recuerda Verony.

—Lo hice para que os callarais...

—Pues a tus amiguitos les he dicho que sí que te apuntas —informa Maria.

—¿Cuándo has estado con ellos?

—Se ha pasado el día hablando con Dan por Instagram —responde Verony por ella—. Bueno, hablando... y mandándose fotitos.

—Cierto —afirma Maria—. Dan me ha dicho que la fiesta se va a celebrar en la mansión que tiene a las afueras un chico de tu clase. Creo que se llama...

—Bill —me adelanto.

Bill es el único que tiene una mansión. Es asquerosamente rico. Sus padres —ambos ingleses— suelen viajar a Inglaterra muy a menudo, dejándole a su disposición una lujosa casa, un lujoso coche, una lujosa cuenta bancaria... Se podría decir que es un niño mimado.

—El señorito Etes —insisto.

—¿Se apellida Etes? ¿Bill Etes? —se asombra Verony—. ¿Y su madre cómo se llama? ¿Mon Eda?

—¿A quién le importa eso? —interviene Maria—. La fiesta será el viernes, aprovechando que los padres del chico no llegan hasta el domingo. Quiere tener tiempo para limpiar el desastre y que no lo pillen. Comenzará al mediodía y durará hasta la noche. Habrá música, juegos, barbacoa...

—¡Qué ganas! —se motiva Verony.

—Disfrutad. Yo ya os he dicho que no iré. —Me incomodo con las caras de desagrado de mis compañeras—. ¿Qué? Habéis dicho que durará todo el día, y os recuerdo que, primero, tengo clase, y, segundo, tengo que estar a las 21 h en el ascensor.

—Andrés, ¿en serio? —se decepciona Maria—. Tus compañeros no van a ir a la facultad, y respecto al encuentro del ascensor, sé que estás coladito por esa chica pero...

—No iré —dejo claro. Rebe me pidió que no fallase a los encuentros, y no lo pienso hacer.

—Si es por ver a Rebeca, vente a la fiesta durante el día, y vuélvete sobre las 20 h para coincidir con ella —se le ocurre a Verony.

Verony no debe de saber que la mansión de Etes está perdida en el monte.

—¿Pretendes que vuelva yo solo, de noche, andando por el bosque? —Me dirijo a Maria—: ¿O es que me vas a traer tú con Craters?

—No creo que pueda. Estaré muy borracha para entonces —reconoce—. Pero podemos decirle a alguien que no beba que te lleve, o...

—¡Que no! No seáis pesadas. Ya os he dicho que no iré. Y punto. Dejemos el tem... ¡Ay! —Maria me acaba de lanzar una caja—. ¿A qué viene esto?

69 SEGUNDOS PARA CONQUISTARTE (EN LIBRERÍAS Y WATTPAD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora