ELLA HUELE A LIBRO

48.4K 6.9K 2.4K
                                    

Son las 21.02 h, estoy frente a los ascensores, y esta vez no pienso fallar. Pulso el botón para llamarlos y llega el de la izquierda. Pero este no es su —nuestro— ascensor, por lo que no pienso montar en él. Las puertas se abren y bajan mis vecinos del cuarto C, una pareja joven y sus dos monstruitos: un niño y una niña de dos y tres años. Parecen pequeños troles. Caminan torpemente, pegan golpes a todo lo que ven y les cuelgan largos mocos.

—Buenas noches —saluda la parejita.

—Buenas noches, buenas noches, ¡buenas noooooches! —repite el hijo, y sorbe con la nariz—. ¡¡¡Buenas nochees!!!

Su hermana se ríe y yo finjo que me hace gracia.

—¡Hola...! —digo y trato de ocultar una mueca de desagrado al ver cómo se limpian sus pringosas velas de color verde claro con las mangas.

Cuando marchan, escucho a la pareja susurrar a mis espaldas. Estarán diciendo que soy un bicho raro por quedarme de pie en el rellano y no subir al ascensor, pero es que este no es El Ascensor. Por ello, cuando nadie me ve, lo mando lejos y espero a que llegue el de la derecha...

¡Ya está aquí! Monto emocionado, se pone en marcha y se detiene en la segunda planta para recibir a... Ella, mi vecina especial. Como siempre, viste una enorme sudadera —aunque hoy de color negro—, y el pantalón vaquero. También lleva el maletín de cuero, que pese a no pegar con su vestimenta, no le queda mal.

—¡Vaya! —Me hago el tonto—. Últimamente siempre coincidimos. Al octavo, ¿verdad? —Pulso el botón.

Ella me dedica una fugaz mirada y se pone de espaldas. Su actitud vuelve a ser fría, y lo que más me fastidia, es que sea por culpa de un malentendido. Tengo que solucionarlo:

—Maria es mi compañera de piso —declaro—. No es mi novia, ni mi ligue, ni nada. Y la que hace ruido por las noches sí que es ella, pero no conmigo.

La chica se vuelve hacia mí, ladea la cabeza levemente y dice:

—No... No entiendo.

—Lo que dijo el otro día la señora Rodríguez sobre mí es mentira. No soy un ligón.

—Ah, vale... —Vuelve a darme la espalda.

—¿No estabas enfadada por ello?

Se vuelve otra vez y me pregunta:

—¿Yo?

—Sí, bueno... —Me rasco la nuca, avergonzado—. No sé.

Empiezo a pensar que la chica no estaba molesta. Una vez más, estoy haciendo el ridículo. Pero ya no hay vuelta atrás. Mi única oportunidad es que las cuerdas del ascensor se partan y caigamos al vacío. Sería una muerte rápida, seguro que sufriría menos que con la mirada de la chica clavada en mí. ¿Qué estará pensando? Puede que pronto lo sepa, porque, por primera vez, se dispone a tirar de la conversación:

—¿Te preocupaba que pensase que eras un... donjuán?

—Un poco.

—¿Por?

—Bueno... —Carraspeo—. No quiero que tengas una impresión equivocada.

—¿Por?

—Porque me caes bien.

—Ah... —Me sonríe. Y no, no es una sonrisa falsa.

Aunque sí que es diferente a las anteriores. Separa los labios y me deja apreciar sus puntiagudos colmillos. Mientras tanto, no deja de observarme, y creo que se ha percatado de que busco que me devuelva el cumplido:

—Tú tampoco me caes mal.

—¿Tampoco te caigo mal? —repito, un tanto molesto.

—Si no confundieras a Rihanna con Adele...

Me sonrojo. No esperaba esa contestación.

—Fallo mío —reconozco—. Pero, al menos, sé quién es Bridget Jones. Y, por cierto, ¡qué buena peli!

—Ves la peli —acusa—... sin leer el libro antes.

—¡Oh! —Sus palabras han cortado el buen rollo—. Ya... Sí... La próxima vez lo tendré en cuenta. Seguro.

La conversación se acaba ahí, y la chica vuelve a darme la espalda para hacer tiempo hurgando en su maletín. Sin embargo, cuando el ascensor se detiene y las puertas se abren, no parece tener prisa por salir.

—Oye, ya hemos llegado a...

—Para ti —me interrumpe, y se dirige hacia mí con una novela entre manos: Paper Towns, del escritor John Green, en su versión original.

—¿Y eso?

—Dan la película este viernes. —Me ofrece el libro—. Lee la historia antes.

—Oh. —Lo cojo, desconcertado—. Yo... Eh...

Sin decir adiós, se marcha.

—¡Gracias! —consigo gritar.

Las puertas ya se han cerrado, pero espero que me haya oído. El ascensor continúa subiendo a la décima planta y mi cerebro sigue tratando de procesar que la chica del ascensor ¡me acaba de prestar un libro!

Paper Towns —releo el título de la novela, y me la acerco al rostro porque—: Huele a ella...

Y es que ella huele a libro. No a libro nuevo, sino a páginas leídas, subrayadas, arrugadas, llenas de detalles que las diferencian del resto de ejemplares.



----------

----------

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


69 SEGUNDOS PARA CONQUISTARTE (EN LIBRERÍAS Y WATTPAD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora