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Desde la perspectiva de Hoseok, Taehyung estaba extrañamente tranquilo ese día.

Habían pasado en total de días, sin contar en los cuales no se habían juntado, una semana y tres días de pasar cuatro horas diarias mínimo en su departamento. Y Hoseok estaba seguro que nunca antes cuatro horas diarias se habían sentido como una eternidad. Lo único bueno de todo eso, era que por fin se le había quitado el insomnio y sospechaba que en gran medida era porque las constantes bromas y peleas con Taehyung, que le hacían perder toda la paciencia, le extraían de tal forma toda la energía, que dormía como un tronco toda la noche ayudado por las pastillas.

Usualmente, cuando no peleaban, era sorpresivamente cómodo estar con Taehyung. A veces Hoseok lo observaba de soslayo cuando estaba demasiado concentrado modelando con los dedos, raspando con los vaciadores o poniendo más barro a la base de la escultura. Todo era tan detallista, en un estado de profunda concentración y ensimismamiento en la tarea, que Hoseok se hallaba inconscientemente sumergido en los movimientos de los dedos de Taehyung, resbalando por el barro, manchados y mojados por el agua para dar la forma y, sin darse cuenta, su mirada recorría hacia arriba, del antebrazo hasta llegar al hombro delgado, su pecho plano dejando a la vista sus llamativos pezones, la curva poco notoria de sus clavículas, su cuello con su prominente manzana de adán moviéndose cada vez que tragaba saliva, su delicado mentón haciendo contraste con su mandíbula afilada hasta llegar a sus labios. Hoseok miraba los labios de Taehyung, la forma en la que los apretaba, relamía y mordía de vez en cuando, recorriendo sus pómulos hasta llegar a sus ojos y el largo de sus pestañas.

Sus ojos.

Hoseok quería llorar de la rabia cuando veía los ojos de Taehyung.

Porque eran malditamente preciosos.

Hasta que algo o alguien rompía la burbuja insonorizada de Hoseok, todo el ruido y sus propias emociones a flor de piel volvían a hacer que fuera plenamente consciente de a quién estaba mirando. Le asustaba mirarlo de esa forma. No quería y, por eso, volvía a mirar hacía la ventana tratando de ignorar la mirada que posaba Taehyung sobre él, analizándole como si él mismo fuera una obra de arte. Con los días, se había terminado acostumbrando, por lo que ya no sentía su rostro arder ni los escalofríos que le daban cuando Taehyung se le quedaba mirando por tanto tiempo. Se quedaba callado, tragándose el arisco ¿Y tú qué miras? que le dijo la primera vez que Taehyung había empezado a dar forma a la base de sus abdominales, muslos, y parte de sus brazos. Al principio la escultura parecía una cosa amorfa, pero con los días, Hoseok podía darse cuenta de la forma a la que Taehyung quería cobrar vida.

A veces no sabía qué sentir cuando se daba cuenta que Taehyung le estaba dando vida a una obra de él mismo.

Por eso, sumido en sus cavilaciones y dándose cuenta que aún faltaban dos horas más y que Taehyung tenía la nariz y las mejillas rojas, y los labios resecos, Hoseok habló.

- Te estás resfriando.

Taehyung mordió su labio inferior, de repente con una arruga en su despejada frente por la coleta que siempre solía traer puesta. Como todos los días, no traía camiseta, lo que al principio desquiciaba a Hoseok, pero que ahora era lo más normal para él...

... o eso quería creer. 

- ¿Qué? -musitó seco, mirándole sin expresión.

- Ponte una camiseta -especificó Hoseok, dejando de estar en la misma posición y cruzándose de brazos. Habían veces que tenía que moverse porque sentía sus huesos entumecerse, por lo que Taehyung solía dejarlo fisgonear por su departamento. En sí, Taehyung no parecía tener algo que ocultar, lo que decepcionaba en gran parte al profesor-. Está empezando el invierno, es descuidado que estés sin camiseta.

Tócame. HOPEV.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora