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No recordaba como llegó a casa, con las ropas empapadas mojando el piso flotante de madera, dejando un rastro de gotas hacia el baño del primer piso. Fuera de los ventanales llovía con fuerza y la casa estaba sumida en una extraña calma, el reloj de la sala de estar marcando las diez de la mañana.

<< Casa >>, pensar en eso le hacía sentir extraño. Había pasado aproximadamente 5 años viviendo en esa casa, siendo cuidado y amado, pero aún no se sentía real. Se sentía flotar en el aire sin poder aferrarse a nada, sólo siendo guiado por una vaga fuerza interior hacia el baño para que nadie lo molestase porque compartía habitación con dos de sus hermanos, aunque sabía que a esa hora estarían en clase. 

<< Hermanos >>, repitió en su mente, evocando sus rostros sonrientes. Eso también le hacía sentir extraño. Estar allí le hacía sentir raro, porque por más familiar que se había vuelto todo para él sentía que no encajaba en ese lugar. Que no encajaba en el mundo. Y la sola idea de eso lo embargaba de una profunda tristeza, de una desolación que lo dejo sentado en una esquina del baño, al lado de la bañera, abrazando sus rodillas para darse calor por la fría baldosa. Apenas podía darse cuenta de que estaba temblando y de que el nudo en su garganta no pudo detener las lágrimas cayendo por sus mejillas pálidas. 

No quería pensar, pero no podía dejar de rebobinar la cara de su madre dentro de un auto. Ni siquiera vio a la persona que conducía. Sólo la vio a ella y fue lo suficiente para que le temblasen las rodillas, olvidase que tenía un corazón y una voz trizada que apenas pudo llamarla en un balbuceo.

Recordaba la sensación de ahogarse en medio del paradero de autobuses, entre todas esas personas luego de haberla visto. Sus hermanos habían salido más temprano que él, por lo que él había caminado solo para ir a clases. Estaba solo, había visto a su madre, y la gente a su alrededor no hacía más que empujar sin percatarse de él. 

Sintió repulsión. Y un profundo miedo que le carcomió por dentro al hallarse tan vulnerable y solo en medio de tanta gente. Recuerda que no podía respirar, que una mano invisible oprimía alrededor de su cuello, por lo que se apoyó en una de las paredes de la calle, detrás del paradero. Había gente, pero sólo miraban, aunque alguien trató de tocarlo él no dejo que lo hicieran, y se estaba ahogando de tal forma que sólo la aparición tan repentina de la lluvia hizo que pudiera volver a respirar, como un pez fuera del agua. Tuvo el vago recuerdo de un chico tendiéndole su paraguas, pero él no hizo caso, sin oír ni sentir absolutamente nada.

Volvió a casa. Pero de repente ya no se sentía como su casa. Se sentía como un lugar para tenderse, pero no era seguro. Nada era seguro. Había olvidado esa sensación por un tiempo, pero había vuelto y sólo hacía que se le estrujara el estómago y el corazón del miedo. << Nada es seguro >>, pensaba aterrado. 

Volvió a llorar, mordiéndose el labio inferior tan fuerte que se sacó sangre, porque no quería gritar. Quería que alguien lo escuchara y viniera por él, pero a la vez no quería que nadie le viera en ese estado porque entonces tratarían de acercarse cada vez más y él no quería a nadie cerca porque la sensación volvía a cubrirlo y entonces el pánico era demasiado para soportarlo. Quería que alguien lo salvara, pero la única persona capaz de hacerlo nunca lo haría. Su madre se había olvidado de él y volver a recordar eso una vez más lo llenaba de temblores y sollozos.

La extrañaba de una forma tan dolorosa. Y aún seguía esperando por ella.

Hubiera pasado toda su vida escondido en ese baño, sino fuera porque había olvidado cerrar con pestillo y antes de pensarlo, ya sentía las manos de su madre adoptiva alrededor de su rostro. Hoseok las apartó inconscientemente de un manotazo, asustado, pero ella sólo lo miró profundamente preocupada, sentándose frente a él.

Tócame. HOPEV.Where stories live. Discover now