20.Huir

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Huir por sentir

Volar sin temer

Huir

Sentir

Volar

Y temer

LUIS

Nadie ha dicho que los impulsos son meditadas reacciones. Reacciones que desarrollan lo que nuestras manos ansían sentir, lo que nuestras mentes desean.

Nadie ha dicho que los impulsos son fenómenos eléctricos que se desatan en nuestra cabeza, colándose en nuestros pensamientos y escapando de la parte más racional del cerebro para que en una descarga nuestros cuerpos correspondan a lo que llevamos dentro.

Nadie ha dicho que realmente los impulsos son acciones conscientes, más sinceras y reales que palabras meditadas donde puedas buscar cómo mentir y escudarte, porque el ser humano peca de escudarse, de esconderse tras una fachada por lo que podría estar bien, temiendo por lo que podría estar mal y viviendo en medio de fenómenos eléctricos como tormentas.

Tormentas de las que desconoces la magnitud, que no sabes si caerán rayos o una lluvia torrencial que se lleve todo a su paso... O bien deje limpio el ambiente para apreciar cada gota de agua que queda sobre la verde hierba de un camino que se abre frente a ti, mostrándote la ruta que seguir.

Y yo necesitaba tener una ruta y aferrarme a ella, necesitaba y deseaba algo estable, donde poder dirigir mis pies sin miedo.

Presentía por todo ello que lo que había pasado con Aitana era un impulso, no un error.

A Aitana le gustaba huir, huía de hacer ejercicios, huía de su carrera, huía de los estereotipos...lo suyo era huir.

Esperaba que su huida no implicaba temer, sino que quizás-y era muy cierto-no era el momento ni el lugar indicado. Aunque los momentos se dan, no llevar un guion es lo que hace saborearlos de más, cuando llegan de forma improvista, y desde luego ese momento lo fue.

Sin duda la escena se repetía en mi mente, queriendo ir más allá de la realidad, dejando evidencia de que me hacía sentir demasiado...

Recordar sus manos atacando mi cuello, mi espalda para impulsarse y mantener la distancia mínima deshaciendo centímetros en milímetros inexistentes me hacía desear verla de nuevo, no podía negar que a la mañana siguiente me desperté idealizando un momento con ella...

Sus manos enredando mi pelo, mi boca perdiéndose en la de ella, mis manos en sus caderas, paseándose inquietas hasta alcanzar sus muslos, intentando descender para así ascender posiciones, acortar centímetros hasta ella...

Su cuerpo aferrándose aún más ganando no sólo la batalle de nuestras lenguas, desarmándome, mientras yo intentando deshacerla de esas malditas mayas de licra, queriendo conocer la textura de su piel, quizás probar como sabe su cuello o sus senos, besar cada milímetro desde su oreja hasta su clavícula y querer alzarla para luego romperla rompiéndome a mí.

Y es que una vez despierto recordaba que sí había pasado algo, no había sido una ilusión, aunque se acercase casi a la perfección, había correspondencia de su parte sin duda...

Había algo más implícito, la búsqueda de que ella fuera la tormenta que descargase agua para esclarecer las veredas y por fin poder definir una ruta, ¿Y si ella fuera el camino?

Quizás una ruta certera fuese enamorarme, incondicionalmente, de verdad.

Sí, me enamoraba de cada mujer con la que estaba en cierto modo, pero juraría que hacía mucho que no sabía que era el amor, los últimos años los sentimientos habían sido superfluos, donde ya solo quedaba un cariño especial con las personas que había compartido un momento fugaz o unas cuantas visitas robadas a cuerpos ajenos y sonrisas inquietas sin comprenderlas del todo, sin provocar una presión en el pecho, en el cuello, en la espalda, en todo mi ser, sin una presión bonita que arde porque inunde el corazón.

EN LOS MAPAS DE LA PIELWhere stories live. Discover now