55. Si Pudiera Quedarme Callado

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Hay palabras que prometen

Hay palabras que rompen

Hay día grises

Y días alegres

Hay palabras que corresponden

Y otras que se guardan

Hay palabras que no me pertenecen

Pero hay verdades latentes

Si pudiera quedarme callado…


LUIS

El insomnio era una nueva amiga que había hecho, que me acompañaba en la madrugada, que me torturaba de mañana, que me tentaba a soñar por la tarde y aparecía caída la noche.

El insomnio tenía nombre de mujer, piernas de infarto y luz en los ojos, cabello liso y picardía inocente, tenía hambre y sed de sentimientos, era silenciosa y ruidosa a la vez, quería acercarse y apartarse a la vez, venía y se iba sin preguntar ni donde ni cuando la encontré, pero sí me susurraba que pensaba demasiado sin ser.

Esos versos podrían hablar de una canción de mis noches en vela sin ella y sin mi, tras coger la guitarra cuando el día alumbraba y ya no quedaba nadie en la habitación vecina, cuando había tiempo y estaba en una casa que no me pertenecía.

Mi casa no sabía dónde era y la búsqueda se me antojaba eterna, sin embargo echaba en falta mi cama sobre esa tabla en el suelo y ese pequeño balcón donde no me cabía el largo del pie, pero también deseaba darle su espacio a Roi y Crislo, así como sentía que debía estar junto a Efrén.

Sin embargo el insomnio no era por echar en falta mi cama, lo sabía, aunque la morriña de ese piso donde había vivido años la tenía, y así engañándome pretendía calmarla yendo a visitar a Roi a su bar para distraerme la tarde porque sabía que la noche iba a ser pesada sin dormir.

Salgo del conservatorio con una media sonrisa por conseguir que en la clase para jubilados un señor recordase la melodía de una folia que cantaba su padre, las notas salieron de sus dedos temblorosas pero los recuerdos volaron en una historia preciosa de cómo esa folia dormía sus noches de desvelo cuando su madre faltó en la vida.

Quizás hay muchos tipos de insomnios  y desvelos, el mío quizás era tonto en comparación al que había vivido ese señor y servía para poner en balanza que debía apreciar que las personas por las que me preocupaban al menos seguían vivas, mi familia, mis amigos, Gaby, el bebé,  ella…

Sabía cómo disfrutaba esas historias Roi, porque sólo él sabía cómo yo el valor sanador de la música, lo entendía, entendía amar una guitarra como nada y que fuera instrumento de recuerdos, de aprendizaje, de consuelo, como reflejaba una guitarra el paso del tiempo entre nosotros, como base de nuestra amistad esa que se incrementó gracias a esas clases eternas de guitarra que yo añadí a mis días por compartir con él risas y que luego dibujó mi camino.

Pasaba el tiempo pero Roi seguía en mi vida y eso me reconfortaba, era algo que agradecer, esa pequeña historia del señor de la folia me había hecho sonreír, y sonreía al entrar al bar y ver como Roi apoyaba sus manos sobre el vientre de Crislo y apoyaba su cabeza en la de ella sonriendo, ¡Cómo pasaban las cosas!

Como pasaba la vida, algunos sonriendo y otros sonriendo por verlos sonreír, como pasaba en mi vida y mis esperanzas, como pasaban mis dudas y enfados, como pasaba todo sin poder anclarme a nada, y entonces frente al bar veo pasar a Gaby con su primo Víctor reconduciendo mi camino hacia allí en vez de entrar al bar.

EN LOS MAPAS DE LA PIELWhere stories live. Discover now