48. Cuentos Chinos

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No me cuentes cuentos

Que ya todos me los se

No me hables en Chino

Porque no sé mandarín

Desea que nos sigamos encontrando

En Canarias, China o Pekín


Desde pequeños nos imploran y nos inducen a ser fuertes, no llores como un niño pequeño cuando caes por primera vez tras empeñarte en jugar en ese pequeño escalón, mira que fuerte como papá o mamá cuando quieren que cargues con tu mochila llena de libros en el primer día de cole, venga levanta que tú puedes tras la primera caída en patines, bici o patinete.

Cuando vamos creciendo eso se transcribe en frases épicas de madre como “pues es lo que hay” cuando no quieres comer las verduras o “¿qué crees que las cosas caen del cielo?” cuando exiges tu primer móvil o esos tenis de marca o “Esfuérzate y verás la recompensa” cuando quieres conseguir esa nota que determinará si entras o no en esa carrera que será tu futuro o el famoso “Quien algo quiere algo le cuesta”, cuando te metes en el primer trabajo para pegarte un viaje con amigos o independizarte y no escuchar más “Mientras vivas bajo las normas de esta casa se hace lo que entre todos decidimos”.

En definitiva desde que somos pequeños nos implementan el espíritu de superación, por suerte en mi caso siempre acompañados de consejos y unas voces dulces y familiares. En especial la de mi madre.

Las mismas freses y enseñanzas que compartí con mi primo Efrén, sin embargo parece que él se ha críado con un profundo espíritu de sacrificio y una enorme valoración de la voluntad, que sólo ha aumentado y nutrido con sus lecturas sobre la cultura oriental, sobre todo China. País que históricamente estuvo en un combate constante con grandes calamidades, y cual ave fénix más de una vez renació de sus cenizas.

Sonrió pensando en eso sosteniendo un libro sobre ese país, mientras observo a Efrén al fin dormir en su cama después de caer por la mediación que acaban de inyectarle en el hospital, retomo entre mis manos uno de sus muchos libros que juegan con él a crear una voluntad aún más férrea y estricta.

Habla de la voluntad, un concepto tan poderoso y a la vez volátil que puede parecer liviano, pero es tan costoso como saber qué quieres y cómo llegar a ello.

Quizás eso me pasaba con cada cosa que ansiaba mucho en mi vida, quería algo, pero el camino siempre era costoso y pareciese que no sé como optar por el mejor camino para llegar a lo que deseo; a ella. Sin embargo no intentarlo era de cobardes ¿no?

Suspiro antes de continuar leyendo, Aitana, parece que inunda mi mente en cada momento, parece que a veces aunque sé que tengo un hijo en camino ella aparece como prioridad igualitaria en mis pensamientos, una milésima de culpa me aturde cuando eso ocurre, pero al recordar que mi hijo está bien yo me permito resarcirme recordando la sonrisa de Aitana provocando inmediatamente la mía.

Sin embargo la sonrisa siempre es efímera en mi rostro cuando comprendo que sigo sin saber cómo llegar a ella y hacer lo correcto ambos, pero sobre todo yo, temo arriesgarme a hablar con el corazón en la mano, a abrirme a ella, porque siempre he estado en mi propia jaula, sin poder volar, hasta que yo mismo he ido abriendo poco a poco la misma y ella me ha invitado a volar.

Mi madre siempre me decía que esa jaula a veces ponía de por medio algo más que hierro entre mí y las personas que quería, y temo hacer eso con ella, apartarla. Intento no agobiarme con esos pensamientos y sacudo mi cabeza, mientras confirmo que Efrén sigue dormido y retomo la lectura.

EN LOS MAPAS DE LA PIELWhere stories live. Discover now