52. Surrealismo II

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Cambia

Cuenta

Cuento

Cuanta confianza cuenta y cambia

Cuanto cuento es la confianza

Cuando el surrealismo cambia el cuento

Cuenta

Pero cambia el cuento

CEPEDA

Mi abuelo era el señor de los trabalengua y si alguna vez habéis cedido a la estupidez de jugar con ellos, o en contraposición adoras recitarlos sabrás que quien cuenta cuento cambia lo que cuenta, porque cuanto cuento cambia el cuento, y si el cuento cambia cuenta otra cosa.

Mi abuelo me taladraba con ello, quizás preparándome para el futuro donde desentrañar las verdades era más difícil de lo que jamás creí, quizás simplemente nos preparan sin saberlo para descifrar nimiedades del día a día cuando eres adulto y algo tan fugaz como la tensión en una habitación es vital sentirla, pero era algo tan confuso como el surrealismo, difícil de descifrar y entender a pesar de mucha práctica intentando observar.

Y es que las estampas del modernismo no eran lo mío, a tientas pude rebasar la parte de artes de bachillerato, pero si algo sabía de esa corriente artística es que es profundamente confusa, y  eso crea un aura de tensión, esa tensión tan singular y propia que se acumula preludio de algo que no es esperado o tal vez incluso tememos.

La tensión del momento. A veces podía ser el momento previo a un beso en el mejor de los momentos y en otras el momento previo a agarrar una mano de la persona que viajará fuera de su cuerpo.

La tensión podía ser difícil de explicar, sin embargo en casa de Aitana quizás las cosas las pensaban de otro modo, pero no me sentí en un cuadro del modernismo sino que me encontré extrañamente cómodo y no sentí ese aura tensa mala, sino incluso con cierta ilusión.

Cosme era de esas personas que guarda el carácter debajo de una sonrisa, seguramente lo escondía, y desatarlo sería una estupidez si dañabas a los suyos, cosa alejadísima de mis intenciones. Pero mientras tanto Cosme era sonrisas para el mundo, me hacía sentir en casa y eso era algo que solo sentía entre gallegos hasta ahora.

Belén también había contribuido a reducir la tensión, pero ella en cambio era una mujer reservada, pero que cuando soltaba una palabra amable la decía con todo el corazón, medía mucho como las usaba pero me había llamado por mi nombre y si me daba un vuelco cada vez que Aitana lo usaba, por raro que parezca en los labios de su madre hizo que me quedase sin voz, porque lo había dicho con tiento, meditadamente y depositando el cariño en hacer énfasis en la u, una manera muy diferente de nombrarme, pero muy especial, sentí que abría un poco la primera de las mil cerraduras que tenía como reservas hacia mí.

Y Aitana no es que me incluyera, es que parece que no tuviera que hacer esfuerzo para que su sonrisa iluminase todo, su naturalidad para hablar mil palabras por minuto cuando se emocionaba o se ponía nerviosa nos hacía reír, sus mejillas sonrosadas por un mínimo roce o su mirada dulce eran ya un hogar donde sabía que no podía pertenecer…aún. Porque con las palabras de Cosme y las miradas de ella estaba ciego si no admitía que depositaba toda mi confianza en que pasase. Que fuese ella la que en algún momento se acercase a mi oído y me dijera por ti estaré, por ti seremos más que un “algo.”

Mientras Aitana se volvía loca cambiándose mil veces para la muestra de tartas en el bar, el café se alargó con sinceras sonrisas y anécdotas de su infancia que Aitana mataría por saber que almaceno en mi memoria, pero dulcificando su imagen, anhelando poder escucharlas de su voz aguda cuando se queja avergonzada con un “Luis” musical que derretiría el barro y el hielo.

EN LOS MAPAS DE LA PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora