56. Egoísmo

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Egoísmo pintó su mala fama

Ego desmedido que lo crucificó

Egoístas de la piel que se encuentran

Egos que nos culparán

Mientras yo no soy Freud ni tú Platón

Mientras espero saber que es el egoísmo

Mientras me da igual ser tu ego si eres mi Karma


AITANA

Mis días habían sido un descanso, un oasis en medio de meses, que sin saberlo no había respirado, fatigada por todo lo que me ha rodeado, quizás por exceso y deseo, por mentirme y mentir, quizás porque nunca supe decir adiós, o hasta luego, pero tampoco bienvenido.

Había despertado con los labios hinchados y mis párpados pesados por el sueño acumulado, despertando cuando el reloj tocaba ya dos dígitos en contra de lo que mis costumbres marcaban, pero los labios hinchados, que acariciaba pensando en que jamás había despertado con ellos así por los besos robados que quizás jamás disparase hacia la persona no equivocada. Luis. La almohada vecina vacía me sirve para recordarme la soledad de estos días y usarla para darme en la cara el golpe de realidad, que estaba en mis pensamientos de vuelta con más fuerza.

Había olvidado todo, mi últimos diez días habían sido un lujo, uno de esos a los que uno se tienta y aunque intente mantener los pies en el suelo uno rápido deja elevarse, pues estar en un hotel de cinco estrellas es algo a lo que cualquiera se adapta rápido, sin embargo las risas del bar, la pesadez demoledora en las piernas, los piques entre Crislo y Roi  e incluso a él lo había echado en falta.

Pero también era cierto lo que empezó por semana de curso se había alargado y había aprendido más de mí que en los últimos meses, pues sin saberlo tenía dentro de mi conocimientos que ignoraba y que por primera vez se me reconocían, es como quien tiene guardada una vieja reliquia que usa a diario pero no le encuentra lo extraordinario y de repente te ven usar esa rueca de habilidades y te dicen que es algo único.

Así me habían hecho sentir; única, aunque si giraba la vista atrás Luis me había hecho sentir así en algún momento viéndome hacer mis recetas, pero no le creí, y aunque mi primer impulso fue escribirle, pensé que tras dejarlo desnudo en su habitación con la palabra amor en sus labios  no era lo más lógico.

Huir no es lógico.

Yo no era lógica.

Estaba entrando en una espiral entre lo que era lógico, lo que deseaba hacer y por otra parte el egoísmo, pero lo echaba de menos y ese era el único sentimiento claro junto con qué desconectar de todo me había hecho sentirme relajada y feliz por primera vez en meses.

En el curso María José nos instruyó acerca del egoísmo, realmente del Ego, ese sentimiento, que aunque tiende a tener mala fama Freud lo replanteó, como si el ego fuese simplemente ser consciente de la personalidad, conocer nuestros instintos, los ideales del superego, de la realidad del mundo exterior y reconocerse o sobrestimarse uno mismo. A lo que María José decía que a veces sin ego, sin esa sobrevaloración de nosotros mismos no éramos capaces de crear cosas que creíamos impensables, y que si sabíamos adecuar el ego sin llegar a la envidia superlativa o al extremo del egocentrismo viviríamos bajo el manto de nuestra propia seguridad, y anhelaba ese manto de seguridad, lo deseaba y necesitaba a decir verdad.

Quizás la alta cocina se basaba un poco en el egoísmo de centrarte tú mismo con tus recetas y eso daba paso a la tranquilidad, aislarte de todo excepto del tacto y el sabor, y quizás empezase a usar esa filosofía de vida con la esperanza de olvidar la ansiedad, el temor y el debo y el puedo constante que era mi vida, siempre agobiada con mil decisiones.

EN LOS MAPAS DE LA PIELWhere stories live. Discover now