60. Trincheras

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A veces somos luz

A veces dudamos de la paz

Otras sentimos ir al infierno

Y otras arder entre metralla

Podemos caer en guerra

Y luchar otra batalla

Pero por suerte

Hay personas que son trinchera


Quizás las agujas del reloj canten los minutos de la mañana acumulados que he perdido en el frío de una porción voladiza que ni tan siquiera puedo llamar balcón, con la vista perdida en cualquiera de las 1122 pestañas que he logrado enumerar de sus ojos.

Probablemente haya perdido unas seis o trece veces la cordura y haya querido correr a dormir a su lado olvidando mi fuerza de voluntad.

Y tal vez no sepa que es la fuerza de voluntad, los sentimientos o la ironía de tener frente a ti lo que deseas aunque ni te atrevas a tocarlo.

Es el temor de tener a tu alcance algo que ha llegado incluso antes de desearlo sin saber si merecerlo. No sabes si realmente has deseado lo que ves, si acaso soñabas con algo así sin saber que es ese “algo” y te da pavor porque el vértigo que sientes en la cabeza, el cuerpo y el corazón pensando en sí es o no, es lo que indica que es algo fuerte y que grita ser ese sentimiento de cuatro letras que ha llenado mil historias, a sabiendas que no acaban bien o son inconclusas, aunque Disney desde pequeño quiera ilustrarte lo contrario.

Probablemente sienta la necesidad de mentirme en alto un poco más y seguir en ese balcón admirándolo dormir mientras mi cabeza va asumiendo que está perdiendo una batalla frente al corazón y que si no me muevo, podré caer en la tentación de dormir en sus brazos y obtener una sensación que no se si será por última vez.

Por última vez una primera vez, porque si algo sé es que jamás me he permitido dormir entre sus brazos, como también se que la intimidad de su aliento en mi cuello y sus brazos rodeándome para sentir el calor de su amparo podrían ser inolvidables y si no puedo tenerlo es mejor no vivirlo para luego hacer un ejercicio imposible de olvido.

Octubre me recuerda que está presente cuando el viento sopla haciéndome tiritar y cae del altar musical de Luis una imagen. Probablemente de la persona que más admire por estar en lo más alto de la misma en ese pequeño mueble dedicado a la música.

Me inclino para recogerlo y al girarlo me da un vuelco el corazón, seguida de una punzada en mi pecho que lucha contra las lágrimas formándose en mi lagrimal.

!Que ignorante pensar que en el lugar preferente de sus imágenes queridas iba a estar un simple cantante cuando podía tener la ecografia de su hijo!

Acarició suavemente la imagen, identificando el diminuto saco donde apenas se ven pequeñas sombras que crean la imagen de un ser que a estas horas ignoro si sigue o no con vida, o si acaso nacerá y si lo hace... ¿Podrá jugar, saltar, hablar o hacer cualquier actividad cotidiana como cualquier otro niño?

Probablemente si no puede hacer ni la mitad de lo que se proponga, si sus padres van a sufrir eternamente aún temiendo dejar la vida no por ellos sino por dejarlo desvalido, si es así quizás sea mejor que no venga a sufrir a este mundo donde ya sufrimos demasiado aun teniendo todas las oportunidades.

Ahora muchas oportunidades se podían desdibujar, temía incluso que este pensamiento borrase la imagen de ese ser en la imagen por mis pensamientos llenos de inmediata culpa y sentía que debía reprimir las lágrimas como los sentimientos que me inundaban porque sabía que se venían días difíciles, pasase lo que pasase y solo podía estar, aunque mi cuerpo pedía huir de la situación, pero jamás de él.

EN LOS MAPAS DE LA PIELWhere stories live. Discover now