30. En Busca De La Paz

2.1K 109 58
                                    


Vuela como un pájaro buscando la paz

Sueña libre sin ataduras

Desciende con las dudas

Pierde el vuelo con obligaciones

Quiere volar en busca de la paz

Y La paz está en uno mismo

No en otros

La paz es un estado que creemos evidente, que está con nosotros cada día, y no la apreciamos, hasta que nos falta, hasta que se nos escapa como la libertad.

Hay una losa que cargamos cada uno sin saber cómo la hemos empezado a cargar, ahogándonos y haciéndonos presos, restando ligereza en el camino que deberíamos elegir, y esa losa a veces  provoca la necesidad de tomar atajos impensables, de acomodarse a un camino cómodo y sencillo en vez de atreverse con riscos y precipicios.

El camino cómodo no es el camino que yo habría elegido, pero quizás me diera la paz. Por otro lado había mucho ruido a mí alrededor gritándome que no estaba haciéndolo bien, que el camino cómodo no era mi camino.

Mi cabeza me acusaba de tomar ese camino, a la par que todos los que me conocían, como lo hacían mis amigos… como lo había hecho Roi.

Mientras yo había decidido alejarlo por poner en mi pensamientos dudas inimaginables, simplemente había sembrado dudas en mí que si no eran ciertas ¿por qué me molestaban tanto?

Llevaba casi dos semanas a la sombra de una vida en la  que no me reconocía, actuaba como un abnegado al lado de Gaby, donde sólo era una sombra de ella; la acompañaba en malestar como podía, pues no me dejaba acercarme, saciaba su hambre cocinando y colmaba su vida de tranquilidad simplemente con mi presencia siendo un mero espectador, pues el contacto entre ambos era un mudo silencio que a ella la reconfortaba y a mí me ahogaba, mientras su sonrisa iluminaba un poco su cara sin llegar a hacerla brillar, algo que me comía por dentro pues no sabía si era porque yo no sabía hacerla brillar o ella no podía emitir luz.

No encontraba su luz y por tanto tampoco la paz que transmite una sonrisa sincera o la cara de alegría, parecía que Gaby vivía aletargada y ese estado lo absorbía a mi persona, haciéndome sentir que vivía por inercia y era una sensación que no me gustaba, porque vivir es bello y eso no era vivir.

Roi me lo había advertido aunque no lo había escuchado. Era cierto que era visceral y a veces sus palabras no eran las más acertadas, no obstante siempre iba con la verdad por delante, nunca me había fallado ni había hecho nada en su vida para hacer sentir mal a otra persona, era de esas personas que nunca debes apartar y yo por estúpido lo había apartado, negándome a contestar a sus llamadas en los últimos días, sin saber qué decirle, sin saber si podría estar a la altura de sus expectativas…

Porque siempre había estado, siempre quiso estar y volvía a insistir en estarlo. Porque no era un amigo más, era el amigo.

Y lo recordaba, nunca lo olvidaba y mi móvil vibraba sobre el mostrador del gimnasio, mostrando evidencia de ello.

Noto como alguien carraspea a mi lado y una Ana con cara de pocos amigos me señala la puerta de acceso que hay hacia la zona interior de descanso y yo la sigo sin rechistar al ver la mirada que me lanza, esa tan característica que dice “pues ni puta gracia”.

Me adentro en la zona de descanso y Ana se para frente a mí tras cerrar la puerta y fijarse que estamos solos.

-Bueno Luis ya está bien ¿no?-pregunta con cara enfadada.

-¿El qué?-pregunto.

-Esto, no estás bien…no le coges el móvil a Roi, apenas hablas conmigo…llevas una semana como un zombie, estás que no estás, no sonríes y encima te alejas de nosotros…-relata en tono seco y serio.

EN LOS MAPAS DE LA PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora