32.- Por favor no lo hagas (*)

61.4K 3.6K 530
                                    

Jack

No puedo contenerme cuando me encuentro dentro de la habitación, camino con pasos rápidos hacia donde ella se encuentra recostada y la envuelvo en mis brazos sin esperar un segundo más. Mi corazón parece estrujarse cuando Montse suelta una risa y se aferra a mi cuerpo. Cierro los ojos con fuerza, disfrutando de la sensación que me invade al tenerla en mis brazos.

Estaba bien, Dios mío, había tenido tanto miedo de perderlos que en estos momentos al tenerla entre mis brazos no quiero soltarla. Lleva un sujetador en el hombro, solo en ese momento recuerdo la lesión que el doctor mencionó.

—Por Dios, nena, tenía tanto miedo de que algo pudiera pasarte —confieso separándome de su cuerpo—. Tenía tanto miedo de perderlos.

—Las lesiones no fueron graves —murmura—. Solo el hombro, y estoy adolorida, pero estoy bien. El auto frenó antes de golpearme. Debí de ser más cuidadosa.

—No, él idiota del auto debió fijarse antes de no considerar disminuir la velocidad en un peatón —respondo con molestia. Ella parece querer decir algo más, pero se detiene.

— ¿Qué te pasó en el rostro? —inquiere.

—Oh, nada importante —respondo haciendo un gesto para restarle importancia con una de mis manos. Ella permanece en silencio, bajo la vista para posarla en su vientre, una diminuta sonrisa se coloca en mis labios mientras coloco una de mis manos sobre este.

Imparto una suave caricia mientras mi sonrisa se ensancha cada vez más.

—Tenía tanto miedo de que algo le pasara, llegaron a mi vida de forma inesperada y en estos momentos no podría soportar perderlos. —mascullo regresando mi mirada a ellos —Tú y nuestro hijo son lo más valioso que tengo ahora en mi vida.

Ella posa una de sus manos en una de mis mejillas, su piel se encuentra helada por lo que me estremezco ligeramente haciéndola reír.

—No me dio tiempo para disculparme, me he portado demasiado injusta contigo —pronuncia. —Aquel día en el centro comercial debí darte tu lugar como el padre de mi hijo, debí ponerle un límite a Dave, pero no lo hice, dejé que él sobrepasara eso y quiero disculparme. No merecías que desconfiara de ti, además, si estuvieras coqueteando yo tampoco tendría por qué molestarme.

Niego.

—Montserrat, jamás coquetearía con una chica estando contigo ¿Es que acaso no te das cuenta? —cuestiono. Me detengo por algunos segundos para poder armarme de valor y pronunciar lo que diré a continuación.

Jamás le había confesado a una chica mis sentimientos, sin embargo, con Montse sentía la necesidad de hacerlo. No se sentía bien no ser honesto. Estaba totalmente convencido que tenía que decirle lo que estaba pasando dentro de mí porque de otro modo terminaría por volverme loco.

—¿Darme cuenta de qué? —Inquiere frunciendo levemente las cejas.

—De que me tienes completamente flechado —Confieso —La sorpresa surca su rostro. Abre ligeramente la boca para responder, pero ninguna palabra abandona sus labios, permanece en silencio por lo que me atrevo a continuar. —No coquetería con otra chica porque solo me interesas tú. Y no solo estoy diciendo esto porque seas la madre de mi hijo, tú me gustas. Me gustas mucho Montserrat Lewis. Me gustas con la intensidad como para atreverme a intentar algo más, para dar el salto de la amistad a lo que sea que venga después.

No sé por qué me siento tan nervioso. Mi mente grita que estoy cometiendo un error al decir esto, pero mi corazón insiste en que es lo correcto. Montserrat me había flechado completamente y ahora no quería negarlo. No estaba dispuesto a seguir negando lo que sentía por ella aun cuando ni yo sabía que era, solamente estaba seguro de algo, no quería apartarme de Montse, no estaba dispuesto a seguir lejos de ella ni un solo segundo más.

Inesperado Amor ©||EN EDICIÓN||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora