Capítulo 48

46.9K 2.6K 281
                                    


JACK

Un torrente de agua cae afuera, es prácticamente imposible si quiera mirar con claridad por la ventana.

—No tenías que traerme a tu departamento —Montse comenta mientras acomoda a nuestra hija entre sus brazos.

La habían dado de alta el día de ayer, y debido a mi insistencia ella había accedido a pasar algunos días en mi departamento. Después de todo lo que había pasado y de recibir aquel mensaje de Sara, había decidido que no podía dejar a Montserrat sola ni por un segundo. Al menos no hasta estar completamente seguro de que Sara Allen no intentaría nada en su contra.

Estaba considerando seriamente la idea de ir con la policía, tenía el mensaje en donde Sara admitía abiertamente sus intenciones de dañar a Montserrat, pero una parte de mí sabía que era prácticamente imposible.

Su padre era un político demasiado reconocido en Londres, no íbamos a conseguir que ningún juez aceptara la orden.

—Ya hablamos sobre eso —Respondo mientras dejo frente a ella una humeante taza de café —Es más seguro que estés aquí, así puedo cuidarlas mejor.

Le doy un sorbo a mi taza de café, el líquido extremadamente caliente me quema al contacto con mis labios. Suelto un quejido mientras saco la lengua en un intento de apaciguar el ardor que se ha apoderado de mi boca.

Las risas de Montserrat no se hacen esperar, ella intenta retener las carcajadas que brotan de su cuerpo porque nuestra nena duerme entre sus brazos, pero no lo consigue muy bien.

—Eres una excelente novia ¿Sabes? Burlándote de mí sufrimiento. —Montse suelta una risa mientras niega.

—Quien te dice que tomes el café con tanta prisa —Responde. Ella toma la taza que se encuentra frente a ella, le da un par de soplos antes de ingerir solo un poco del líquido.

— ¿Cómo es que soportas la bebida estando tan caliente? —Inquiero con curiosidad mientras observo como ella bebe el líquido con total naturalidad.

Aparto la taza algunos centímetros para poder apoyar mis codos sobre la mesa.

—Es delicioso —Responde ella con una pequeña sonrisa —Es una habilidad que desarrollas después de cientos de quemadas. —Sonrío mientras niego. —El café caliente debería ser considerado una maravilla mundial.

—¿Es en serio? —cuestiono mientras me echo para atrás, recargando mi espalda contra el respaldo de la silla.

—Es en serio —Repite ella, pero sin quitar la sonrisa de su rostro.

— ¿Quieres que lleve a Hannah a la habitación? —. Por falta de espacio en mi departamento, Hanny dormiría con nosotros. No es como que eso me molestara, al contrario, yo estaba encantado de tenerla lo más cerca de mí porque así podía garantizar que nada malo le pasara.

—Si —Pronuncia ella —Puedes dejarla en la cuna. No confío completamente en las almohadas.

Asiento mientras me incorporo para poder acercarme a ella. Tomo con suma delicadeza a mi pequeña para poder acomodarla entre mis brazos. Hannah se remueve al sentir el cambio de brazos, sin embargo, termina acurrucándose contra mi pecho.

Camino con pasos lentos hacia nuestra habitación, no puedo dejar de mirar a mi hija porque es hermosa. Sabía que Hannah sería una niña completamente hermosa conforme creciera, si lo era de bebé, no podía imaginar lo bellísima que sería cuando llegara a la adolescencia.

Sí, eso implicará muchos chicos detrás de mi hija.

—Podrás tener novio hasta los treinta años princesa, antes no —Pronuncio adentrándome a la habitación. Me acerco con pasos lentos hacia la cuna para inclinarme sobre esta y poder dejar a Hannah sobre el suave colchón.

Inesperado Amor ©||EN EDICIÓN||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora