VIII

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Acarició el raso y el encaje de la prenda. Podía fingir llevarlo puesto y él no se enteraría; a fin de cuentas, no podía verla.

-Tengo la polla dura sólo de pensarlo. Échame un cable, anda.

A Ariana se le contrajo el sexo al escuchar aquellas palabras: tenía las bragas empapadas. ¿La tendría grande? La pregunta le vino a la mente de modo espontáneo y, con ella, la imagen de un hombre sentado, con el rostro oculto en una sombra y el pene como un asta elevado con orgullo entre las piernas abiertas. Un hombre que la esperaba a ella.

-Está bien -accedió-, voy a ponérmelo.

-Cuéntame lo que vayas haciendo, todo lo que vayas haciendo.

La voz, ahora aún más baja, se había convertido en un mero bramido. Ariana era consciente de su propia excitación, que aumentaba como reacción a aquel sonido.

-Estoy... quitándome el jersey -masculló mientras se agarraba el dobladillo de la camiseta y se la sacaba por la cabeza.

-Vas de negro. Siempre vas de negro. Hace que se te vea la piel aún más blanca y perfecta.

-Tengo un culo enorme -se lamentó. Si bien dadas las circunstancias resultaba ser un comentario bastante ridículo, arrastrada por la situación, Ariana no podía dejar de sentir, como solía ocurrirle, que no era normal-. Estoy demasiado gorda.

-No es verdad, nena. Eres como una de las musas de Rubens. Hace trescientos cincuenta años tu cuerpo representaba el canon de belleza. Tienes que aprender a apreciar todas esas sinuosas curvas y la lujuria que provocan. Como lo hago yo.

Aquellas palabras la dejaron más tranquila y la bien tonaron. Como una de las musas de Rubens... Le gustaba aquella descripción. Ariana se desabrochó los pantalones y se deshizo de ellos.

-Estoy quitándome los pantalones -explicó.

-¡Esa es mi chica! Ahora el sujetador. ¿De qué color es?

-Color piel -respondió Ariana con una mueca. Por una vez en su vida, deseó llevar puesto uno de encaje bien sexy, como los que aparecen en los catálogos de corsetería.

-Nena, tienes que llevarlo negro para que realce el tono de esa piel de pecado que tienes - la respiración sonaba con fuerza-. Quiero chuparte los pechos hasta que te corras. ¿Te has corrido alguna vez sólo con que alguien te chupara los pezones?

-No... -contestó Ariana en un suspiro, temerosa de tener que admitir la poca experiencia que tenía.

-¡Qué lástima! Parece que has estado siempre con el chico equivocado. Ahora quítate las bragas. ¿También son de color piel?

-Sí-mintió para evitar describirlas sencillas bragas blancas que en realidad llevaba puestas.

-Está bien, Ari. Déjalas caer. Ahora quiero que te acaricies para mí.

Ariana dejó escapar un gemido. Nunca había escuchado a un hombre decirle esa palabra, la palabra reservada para sus fantasías, sus sensuales, prohibidas y solitarias fantasías. Aun con el cuerpo febril, empezó a tiritar. Sus mundos imaginario y real se entremezclaban. ¿Cómo acabaría todo aquello?

-Finge que soy yo quien te acaricia, que soy yo quien hace que vayas empapándote, ¿puedes?

Fascinada por la voz de Edward, Ariana se tumbó en el sofá y estiró las piernas. Bajó dos dedos hasta sus pliegues y no se sorprendió al notarse chorreante. Era por aquella voz: la más sexy, la más erótica que había escuchado jamás.

-Estoy... estoy tocándome -dijo en voz alta.

-Muy bien, nena. Yo también estoy tocándome. He tenido que abrirme los pantalones y sacarme la polla porque me apretaba demasiado ahí guardada.

-¿Cómo es?

Silencio fue todo lo que obtuvo por respuesta. Ariana se puso roja. ¿Qué estaba haciendo? Ni siquiera conocía a ese tío y le estaba pidiendo que le describiera su polla.

«¡Está chantajeándome, por Dios!»

-¿Que cómo es qué? -se interesó él, dejando así imaginar una sonrisa.

-Tu polla -dijo ella sin tapujos-, descríbeme tu polla.

Él respiró sonoramente. Ariana sonrió para sí, encantada de haberlo sorprendido.

-Mide unos veinticuatro centímetros. No estoy circuncidado, así que la tengo más gorda que la mayoría de los tíos. Está dura como un garrote y tiene la punta completamente morada por las ganas que te tengo.

La imagen de aquel pene paralizó la respiración de Ariana.

-Me encantaría verla -confesó entre suspiros.

-A mí también me encantaría que la vieras, nena, pero por ahora busca en la caja en la que estaba el bustier y encontrarás otro de mis regalitos

Una chica mala ➡️ Harry Styles ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora