XXXV

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Justo en ese momento apareció la camarera con las bebidas y los platos. Ariana y Harry se pasaron el resto de la comida charlando sobre todo y sobre nada en particular.

Hacia las tres y cuarto, ella esperaba ya, de pie, en el cuarto de estar de Harry y aprovechaba para explorar el pequeño apartamento mientras él, en el dormitorio, se preparaba una pequeña maleta. El lugar era típicamente masculino y los muebles eran sin lugar a dudas de segunda mano, salvo los aparatos electrónicos: la enorme televisión de pantalla plana, el lector de DVD, el vídeo y un aparato de música estéreo último modelo.

También había una fotografía encima de la mesa situada al lado de Ariana que llamó su atención. La cogió y comprobó que se trataba de una toma profesional de cuatro personas: Harry vestido con el uniforme militar y unas personas que serían seguramente sus padres y su hermana.

-¿De cuándo es esta foto de tu familia?

Él se asomó a la puerta con la bolsa ya preparada.

-De justo antes de que se casara mi hermana, hace unos años. Yo estaba en casa de permiso y mi madre insistió en que un fotógrafo nos hiciera una foto.

-Son todos muy guapos.

-Gracias -respondió él antes de tirar la bolsa encima del sofá y colocarse detrás de Ariana. La rodeó con los brazos por la cintura y le mordisqueó el cuello por un lado-. ¿Qué quieres que hagamos ahora?

Ella notó enseguida que el pene se iba endureciendo contra sus nalgas. Era el momento de llevar a cabo su plan. Se dio la vuelta y lo abrazó por el cuello.

-¿Sabes lo que de verdad me apetece? Ir a dar un paseo por el Jardín Botánico. Cierran a las cinco, así que tendrá que ser cortito.

Ariana se percató de la cara de desilusión de Harry, que preguntó, sin poder creérselo:

-¿Quieres que vayamos a ver flores?

Ella bajó la mirada con timidez, de modo que él no pudiera verle los ojos.

-La verdad es que estoy un poco dolorida después de todo lo que hemos hecho estos dos días. Creo que mi cuerpo necesita un descanso.

-Vaya -Harry procuró esbozar una sonrisa sexy-, pues acabo de coger más preservativos.

Ella levantó los párpados para mirarlo y se mantuvo en silencio.

-En fin, claro, lo entiendo. Seguro que disfrutamos mucho del paseo -continuó él tratando claramente de disimular su decepción.

Ariana se emocionó con el triunfo.

-Soy socia, así que no tenemos que pagar entrada -añadió encantada.

Siguió charlando mientras salían del apartamento, depositaban la bolsa de Harry en el maletero del coche y conducían unas diez manzanas hasta la entrada del Jardín Botánico. Una vez allí, Ariana mostró su carnet y les recordaron que el recinto cerraría en una hora y media.

El jardín, llamado Arboretum Dallas, ocupaba unas veinticinco hectáreas y estaba situado en la ribera sudeste del lago White Rock. Las enormes y exuberantes zonas de césped, los majestuosos árboles y la fragancia dispersada por los parterres de flores convertían el lugar en un espacio impresionante desde el que observar las cuatrocientas hectáreas de agua que se extendían desde la orilla.

-Vamos al jardín «Jonsson Color» -sugirió Ariana.

Le encantó que Harry no pareciera estar molesto por aquel sorprendente cambio de planes que consistía en ir a pasear por un jardín; no como Aidan, su ex, que tenía la desagradable costumbre de poner mala cara siempre que le pedía que hiciera algo que a él no le apetecía demasiado.

Tal y como había supuesto, no había prácticamente nadie en aquella zona. Aunque se cruzaron con un par de parejas de ancianos con zapatillas de deporte que disfrutaban de su caminata diaria, cuanto más se adentraban en el jardín, menos gente encontraban. En el lago, que quedaba a unos noventa metros a su izquierda, se veía navegar, apenas rozando el agua en calma, a una media docena de barquitos. El sol de la tarde reverberaba y creaba así un espejo sobre la acuosa superficie.

-¿Sabías que en el Jonsson Color hay más de doscientas especies de azaleas? -preguntó.

-Pues no, la verdad es que no tenía ni idea.

-¿Qué lista soy, eh? -Ariana le golpeó el hombro con el suyo.

El camino que recorrían empezó a serpentear. Ella había escogido el jardín de las azaleas porque tenía forma de meandro y acababa girando hacia fuera. Aunque en él se entrecruzaban unos diez caminos en distintos puntos, Ariana sabía que si se colocaban en el extremo sur quedarían en una elevación que les permitiría ver si alguien se acercaba por cualquiera de las rutas

-¡Anda, mira! ¡Los crisantemos y las azaleas están en flor!

Enseguida se vieron rodeados de los colores dorados y violáceos del otoño que contrastaban con los tonos rojizos de los caladios y las astromelias.

-Es precioso -coincidió Harry.

Se encontraban ya en la pequeña colina que Ariana recordaba. Había un banco de madera y hierro forjado desde el que se divisaban el lago y el resto del jardín.

Se dio un paseo con la intención de inspeccionar la zona. Aunque se veían algunas personas a lo lejos, no había nadie cerca.

-Este es el sitio perfecto -afirmó.

-¿Perfecto para qué? -quiso saber él, que estaba acariciando el pétalo de una flor violeta.

-Para hacer realidad tu fantasía.

Harry volvió con rapidez la cabeza para mirarla.

-¿Cómo dices?

Ariana le señaló el banco y le ordenó:

-Bájate la cremallera de los vaqueros y siéntate.

Harry la miró, sin poder dar crédito.

-¿Estás loca? Aquí puede vernos todo el mundo.

Ariana se rió.

-No antes de que los hayamos visto nosotros. Los arbustos que hay al otro lado del camino nos tapan la parte de abajo del cuerpo y desde donde tú estás puedes ver a cualquier persona que se acerque.

Harry se mojó los labios. Ariana dedujo enseguida que la idea lo excitaba: ya se le notaba el bulto en los pantalones.

-¿Tendrán prismáticos en aquellos barcos? -se preguntó mirando hacia el lago.

-Seguramente -asintió ella-, pero ¿qué más da? Están demasiado lejos como para poder hacer algo más que disfrutar mirándonos.

Aquellas palabras y la actitud de Ariana lo convencieron. Se dispuso a desabrocharse el cinturón y bajarse la cremallera de los pantalones.

-Habrá que hacerlo rápido.

-¿Por qué no te los bajas hasta las rodillas? -Indicó al tiempo que le señalaba los pantalones-. Así no estorbarán ni los mancharemos.

Absolutamente dispuesto, él se bajó los vaqueros por las caderas, se sentó en el banco y se sacó la polla de los calzoncillos. Luego extrajo un preservativo del bolsillo.

Ariana se había quitado la mariposa azul en el apartamento de Harry y se la había guardado en el bolso. Libre de nuevo, el sexo volvía a hinchársele por el deseo. Se subió a horcajadas sobre Harry y colocó las rodillas a la altura de sus caderas. Bajó la mano hasta los muslos y le ayudó a dirigir el pene hacia la hendidura hasta que la penetró deslizándose en la humedad y encajando en su cavidad como si se tratara de una llave en un candado. Ambos gimieron de placer.

Para poder disfrutar de todas las sensaciones, Ariana se inclinó sobre el regazo de Harry, que la agarró de la cintura.

-Vamos, cielo, móntame. Soy tu semental, móntame fuerte y ligera.

Ella se hizo enseguida con el ritmo, cabalgando a velocidad creciente mientras se mantenía agarrada a sus hombros para no perder el equilibrio.

Una chica mala ➡️ Harry Styles ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora