XXXII

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Harry se quedó mirándola, cautivado al verla allí colgada, indefensa. Tuvo que contenerse para no agarrarle las piernas, enganchárselas alrededor de la cintura y penetrarla directamente.

Resultaba de lo más excitante; era como si Ariana se exhibiera en un mercado de esclavos y él pudiera hacer con ella todo lo que le apeteciera.

Cuando ella había mencionado lo del juego de dominación, a él no le había parecido excitante. Como poli, había conocido a tantas mujeres violadas que lo de obligar a una mujer a follar con él no le resultaba agradable, ni siquiera aunque fuera algo fingido en un juego erótico.

Había presenciado muchas escenas en las que las prostitutas, o sus chulos, aparecían encadenados a una cama o a una mesa en habitaciones de motel, de modo que lo de atar a una mujer a un somier no le llamaba demasiado la atención. Esto, en cambio...

-Ahora mismo vuelvo -dijo.

-¡Harry, espera! ¡No me dejes así!

-No, tranquila, vuelvo en un segundo. -Harry quería que se quedara un rato pensando en la idea de estar encadenada y absolutamente a su merced.

Fue al cuarto de estar y recogió los juguetes que había seleccionado de la caja, de donde también provenían las viejas esposas niqueladas que la Unidad Policial de Dallas había desechado para pasar a emplear, en su lugar, tiras de plástico, más modernas, en la detención de sospechosos. Al preparar la caja, había metido sus dos pares de viejas esposas. Cogió también las pinzas de los pezones, una venda y una larguísima pluma de color morado. También había un instrumento con forma de mariposa azul, pero aquello prefería reservarlo para más adelante.

Se dirigió a la cocina y llenó un cuenco con hielos.

-¡Harry! -gritó Ariana.

«Estupendo, se está impacientando.»

-Ya voy -respondió.

Cuando regresó, notó que Ariana estaba nerviosa. Había salido de la bañera y estaba de pie sobre la alfombrilla del baño.

-¿Dónde estabas? -se quejó.

-Buscando los accesorios que vamos a emplear -contestó él mientras colocaba todo en la encimera del lavabo.

Deseosa de enterarse de lo que preparaba, Ariana deslizó las esposas a lo largo de la barra de la ducha para poder verlo mejor. Él se hizo con uno de los cubitos de hielo y se dio la vuelta hacia ella.

-¿Qué vas a hacer?

-Lo que me dé la gana.

Ariana abrió los ojos y se alejó de él hasta toparse con la bañera.

-Harry, ¡no!

-Ari, ¡sí! Voy a repetir tus palabras: «Alguna vez me he preguntado cómo sería someterme a los deseos de un hombre, dejar que él tomara el control de mi cuerpo.» Bien, encanto, pues aquí estoy. A veces se obtiene lo que se desea.

Ariana se mordió el labio superior, en un claro signo de preocupación. Harry le pasó un brazo por la cintura para atraerla hacia él y presionarle el pecho izquierdo con el cubito de hielo.

Ariana suspiró antes de que un escalofrío la atravesara de la cabeza a los pies. Él no quiso creer que aquella reacción proviniera exclusivamente de la temperatura del cubito, el cual continuó girando en círculos cada vez más cerrados a medida que se aproximaba al centro. El pezón aumentó de tamaño y se oscureció hasta adquirir un suave tono violeta. Harry escuchaba la fuerte respiración de Ariana, consciente de la tensión en que estaba sumida. Luego tiró el cubito y, con los dedos índice y pulgar, empezó a retorcerle el pezón.

-Mmmm -suspiró ella.

Harry bajó la cabeza y se introdujo el otro pezón en la boca. Lo mordisqueó, primero con suavidad y luego con algo más de energía. La respiración de Ariana cada vez era más entrecortada mientras él combinaba aquel jugueteo con el balanceo de sus piernas, de modo que apretaba su erección contra el vientre y las caderas de su prisionera.

-Harry, por favor... -rogó Ariana con los ojos cerrados.

Él liberó el pezón y la miró.

-Por favor, ¿qué?

-Más -pidió ella.

Harry atravesó la habitación para coger la venda.

Aunque a Ariana empezaron a dolerle los brazos de tenerlos por encima de la cabeza tanto tiempo, la molestia quedaba compensada por el placer que Harry le proporcionaba con las manos y la boca. A pesar del frío del cubito, el pecho le ardía tanto como la entrepierna, ya incandescente.

Ariana le había rogado que continuara cuando él se había retirado y se había alejado de ella.

En cuanto abrió los ojos, él le colocó la venda sobre los ojos.

-¿Qué estás haciendo?

-Relájate, cielo. Ya verás qué bien.

La venda no era más que un par de parches de nailon unidos por medio de unas tiras elásticas que se ajustaban alrededor de la cabeza.

-¿Qué vas a hacer?

-Confía en mí.

Sin pararse siquiera a pensarlo, Ariana replicó:

-Ya confío en ti; más de lo que confío en ningún otro hombre.

Notó enseguida que se quedaba paralizado y sintió que se le encogía el corazón. «No tendría que haber dicho eso. Qué tonta soy.»

Harry le acarició la mejilla con la mano.

-Gracias.

Ariana apartó la cara.

-Lo siento. No tendría que haber dicho nada.

Él le tomó el rostro con ambas manos.

-Eso no es cierto. Sé exactamente cómo te sientes porque yo me siento igual. -La besó en los labios con extrema delicadeza-. Es como sí te conociera de toda la vida. Pondría la mano en el fuego por ti -dudó un segundo y añadió-: y el corazón.

A Ariana se le engrandeció el alma.

-Me encantaría poder verte la cara.

Harry la besó de nuevo.

-Pues está muy bien que no puedas, porque yo creo que no me habría atrevido a decirte lo que acabo de decir si hubiera estado mirándote a los ojos -de inmediato cambió su tono de voz-. Bien, y deja de distraerme que tengo cosas que hacer por aquí.

Ariana esperó, nerviosa, y se recordó a sí misma que había sido ella la que había sacado a colación lo de los juegos de dominación. Escuchó un ruido extraño, como de cadenas. Sintió que algo le rozaba el pecho y se dio cuenta de que Harry estaba colocándole una de las pinzas para los pezones. Y lo hizo de modo que aunque notó el pequeño pellizco, no fue como si se cerrara de golpe. Ariana se retorció por la presión que ejercía aquel aparato sobre el pezón.

-¿Tan estupendo es? -quiso saber él al tiempo que le pinzaba la otra en el otro pecho.

-Sí -suspiró ella.

-Muy bien. Quiero que abras las piernas tanto como puedas -aunque Ariana trató de seguir las instrucciones, las esposas limitaban su capacidad de movimiento. Así está bien -dijo satisfecho mientras le acariciaba las caderas-. Eso es.«¿Así está bien? ¿Para qué? ¿Qué es lo que pretende hacer?»

Aunque el primer contacto con el frío del hielo en el seno derecho la sobresaltó, pronto se relajó en cuanto reconoció el cubito, que Harry arrastró hasta conseguir que también hiciera contacto con la pinza, de modo que el metal bajó enseguida de temperatura hasta resultar casi doloroso. Ariana serpenteo ligeramente con la intención de escapar de aquel clip congelado.

-Harry... -gimió.

Él no respondió, pero retiró el hielo. Acto seguido Ariana notó el tacto ligero de una pluma.

La suavidad de la caricia eliminó de inmediato el dolor provocado por el frío del hielo. La combinación de sensaciones físicas en la piel era impresionante: la presión de la pinza, el frío del metal y ahora la delicadeza de la pluma, que Harry paseó por sus axilas, su vientre, por detrás de las rodillas...

Una chica mala ➡️ Harry Styles ✔Where stories live. Discover now