XXIV

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—Tu madre no tiene ni idea de lo que dice. Tienes un cuerpo precioso, con unas curvas de lujuria maravillosas. Podría pasarme semanas explorando tu preciosa piel blanca y me encanta cómo reaccionas cuando te toco.

—Lo dices para ser amable.

Él sonrió.

—No soy una persona amable precisamente, nena; digo lo que pienso —y posó las manos sobre el cinturón del albornoz—. Llevo tiempo soñando con tus pechos y quiero verlos al natural.

A Ariana se le encogió el estómago al tiempo que se acaloraba. ¡Seguía sintiéndose atraído por ella! Temblorosa por los nervios y la excitación, lo observó mientras le desanudaba el cinturón. Al abrir el albornoz por completo, su sonrisa se hizo más amplia.

—¡Dios! ¡Son preciosos!

Le retiró el albornoz de los hombros y le colocó ambas manos bajo los pechos. Ariana se relajó y disfrutó del tacto de aquella presión sobre su cuerpo. Harry le frotó los pezones con los pulgares.

—¡Qué gusto! —exclamó ella.

—Quiero chupártelos —en un movimiento repentino, le puso las manos en la cintura y la levantó.

—¡Harry! —gritó ella asustada.

Él giró sobre sus talones y sentó a Ariana sobre la encimera.

—Tranquila, cielo. Sólo quería ponerte en un sitio en el que pudiera llegar a tus maravillosos pechos.

Entonces bajó la cabeza y le lamió un pezón. A Ariana se le tensaron los músculos y se sintió atravesada por un chispazo que viajó desde el pecho hasta el pubis. Habría podido jurar que era capaz de escuchar la energía que la abrasaba por dentro.

Harry envolvió la areola de Ariana con los labios y, con mucho cuidado, se introdujo el pecho en la boca. La calidez de su aliento hizo que ella experimentara un escalofrío y que se le endurecieran los pezones. Luego él le acarició la cadera con suavidad. Sus manos templadas la tranquilizaron, y mientras él continuaba chupando, ella le tomó la cabeza y se la colocó sobre su pecho de modo que pudo apoyar su barbilla en aquella cabellera oscura.

Aquella boca era un exquisito instrumento de tortura que hacía que Ariana deseara más y empezara a mecerse con los nervios a flor de piel. Era plenamente consciente de todo, del olor a jabón y a sándalo que desprendía Harry, de la enorme mano que él mantenía posada sobre su rodilla, la aspereza de los vaqueros que le rozaban los muslos abiertos y la frialdad de las baldosas sobre las que permanecía sentada.

Acababa de inclinarse hacia delante en un acto de rendición cuando, de pronto, Harry le mordió el pecho.

Aquella ligera presión en el pezón, ya estimulado, hizo que Ariana se sobresaltara y se separara de su amante.

—Lo siento, cielo, ¿te he hecho daño? —preguntó él mirándola a los ojos.

—No —respondió en un grito ahogado—, es un dolor agradable… Es que me ha pillado desprevenida, eso es todo.

Harry la besó en los labios y luego se agachó para continuar en la curva turgente del seno.

—Anoche te pregunté si alguna vez te habías corrido sólo con que alguien te chupara los pechos, ¿te acuerdas?

Ariana se ruborizó.

—Sí.

—¿Me dejas intentarlo?

Incapaz de contestar, ella asintió y Harry respondió con una amplia sonrisa.

—Recuéstate, nena, y disfruta.

Harry se centró en el pecho izquierdo y repitió la misma operación que había realizado en el derecho: lamerle y succionarle el botón de la areola. Esta vez, en cambio, empleó la mano para estrujarle al mismo tiempo el pezón derecho. Se entretuvo alternando entre uno y otro, proporcionándole un placer que se confundía con una sensación de dolor, forzándola a tensar los muslos y el sexo, cada vez más hambriento de su polla endurecida.

—Harry, por favor… —gimoteó.

—Eso es lo que te hago, cielo, un favor…

Ariana tenía los pechos tan sensibles ya que tuvo que morderse el labio inferior para evitar gritar mientras él continuaba empleando las manos y los dientes para proporcionarle aquel dulce tormento.

El orgasmo llegó con tanta fuerza que los dejó a ambos sorprendidos. Ella se levantó de la encimera estirándose hacia delante y, al alcanzar el clímax, experimentó una sacudida.

—¡Harry! —gritó al fin.

Sobresaltado, él liberó el pecho que tenía aún atrapado en la boca y al levantar la cabeza se golpeó con la barbilla de Ariana. Enseguida se irguió para sujetarla por los hombros mientras ella disfrutaba de los espasmos al tiempo que el sexo derramaba todos sus flujos. Como si no tuviera esqueleto que la sostuviera, Ariana acabó desplomándose sobre Harry, con la mejilla apoyada en su hombro. Él la sostuvo con ternura y le acarició el cabello una y otra vez con la enormidad de su mano Ariana se acurrucó en él, antes de susurrarle:

—Gracias.

—Gracias a ti —respondió él—, es un placer proporcionarte placer.

Ariana se rió, adormecida.

—¡Qué educados somos! —Levantó la cabeza y le dijo al oído—: Ha sido fantástico, pero me siento un poco culpable por que tú no te hayas corrido.

—Aún hay tiempo —se echó hacia atrás para mirarla a la cara—. Salvo que quieras que me vaya ya.

Ariana negó con la cabeza.

—No. Aunque creo que necesito un descanso; me gustaría ducharme y, quizá, tomar algo.

A pesar de haber pronunciado estas palabras, Ariana no hizo ni siquiera el gesto de desprenderse de aquel abrazo y se dedicó, en cambio, a acariciar su mejilla contra el hombro de Harry. El deslizó una mano entre sus cuerpos y empezó a frotarle a Ariana el muslo izquierdo. Los dedos subían cada vez más… hasta que ella lo apartó.

—Ese descanso…

Él sonrió burlón.

—Está bien. ¿Por qué no te das una ducha mientras yo preparo algo de beber? ¿Qué te apetece tomar?

—Vodka con naranja, con mucho hielo. Hay un carrito con bebidas en el cuarto de estar.

—Voy volando —respondió él antes de darle un beso y salir del baño.

Esta vez Ariana corrió el pestillo de la puerta. Además de ducharse, le apetecía disfrutar de algo de privacidad.

Habían pasado tantas cosas, y tan deprisa, que necesitaba tiempo para evaluarlo todo, para acostumbrarse a lo de tener un amante y a lo de que la desearan. Le costaba hacerse a la idea.

Harry puso algo de hielo en un vaso y vertió en él un chorro de vodka. Luego preparó una segunda copa con whisky y sin hielo, y se dirigió a la cocina. Al ver las llaves y el bolso de Ariana tirados en el suelo no pudo evitar sonreír. Se había excitado tanto como él y se había mostrado de lo más receptiva en todo momento. Si pudiera acabar con aquella vergüenza poscoital…

De repente escuchó el sonido de su móvil. Dejó las copas en la encimera y rebuscó en los bolsillos de su chaqueta hasta dar con él.

—¿Sí?

—Styles, ¿qué mierda está haciendo? —le gritó Jenkins, el supervisor del equipo de vigilancia.

A Harry le dio un vuelco el corazón. Sus compañeros debían de haber informado ya sobre el incidente del Jane's con Abruzzi.

—Buenas, teniente, ¿qué tal está? —saludó en un intento de procurarse algo de tiempo.

—Pues aquí, sentado y preguntándome por qué uno de mis hombres en esta operación se dedica a socializar con el maldito sospechoso, así es como estoy. ¿En qué mierda estaba pensando? —contestó elevando la voz.

—Eso no es lo que ocurrió exactamente, teniente —protestó Harry—. Me fui con mi novia a tomar algo al Jane's y al salir de allí Abruzzi… se quedó mirándola.

Una chica mala ➡️ Harry Styles ✔Where stories live. Discover now