XVIII

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Ariana alcanzó con el brazo la caja alargada que había dejado en la mesita de café y empezó a rebuscar en su interior. De repente lanzó una mirada de reojo hacia la cámara y preguntó:

-¿Te apetece algo en particular?

-Las pinzas para pezones -la voz de Edward estaba tensa y el evidente esfuerzo que había hecho por parecer natural divirtió a Ariana.

-¿Te refieres a éstas? -quiso saber al levantar el instrumento que consistía en dos pequeñas pinzas cubiertas de goma unidas por una cadena plateada.

-Sí.

Por alguna razón, parecía que Edward era incapaz de producir frases completas. Ariana hizo esfuerzos por no reírse.

-Muy bien, éste es tu juguete. Ahora tenemos que buscar algo para mí. -Ariana no podía creerse la facilidad con que había pasado a asumir el papel dominante en aquel juego sexual.

Continuó hurgando en la caja hasta que dio con lo que parecía un huevo plateado unido por un cable a un mecanismo de control-. Esto valdrá: un huevo vibrador.

Ariana levantó el instrumento para que pudiera verlo Edward, que lanzó un fuerte resoplido.

Ella lo cogió todo y volvió a sentarse en la silla mullida.

-Veamos -comenzó a hablar tratando de parecer confusa-, ¿cómo funcionan estas pinzas?

-Me estás volviendo loco por la impaciencia -le confesó Edward.

Ariana se volvió hacia la derecha y empleó el brazo para tapar la cámara y evitar así que Edward le viera los pechos. Cogió las pinzas gemelas y apretó una de ellas. Como llevaban un muelle incorporado, las gomas se separaron y Ariana se pinzó el pezón izquierdo. Al cerrarse de golpe, se le enganchó con fuerza al pecho.

-¡Uf! -Ariana se inclinó hacia delante en un movimiento reflejo para tratar de calmar el intenso dolor que le producía. Movió las manos cerca de la pinza y estuvo a punto de quitársela, luego se lo pensó dos veces, consciente de que Edward estaba mirando.

Al cabo de un momento, se incorporó, tomó aire y esperó a que desapareciera el dolor. En un par de segundos la molestia ya había disminuido notablemente de modo que se centró entonces en la segunda pinza. Esta vez, la cerró tan despacio que sólo notó un ligero pellizco.

-Déjame verte, Ari -la voz de Edward sonaba apremiante.

Ella se dio la vuelta para dejar que le observara los pechos. El dolor en el izquierdo había desaparecido y se había transformado en un cálido cosquilleo. Ahora ambos senos estaban extraordinariamente sensibles, como si algún amante hubiera pasado horas mordisqueándolos.

-Bueno, ¿qué opinas? -preguntó Ariana.

-Estás increíble.

La voz de Edward sonaba ahogada, lo que hizo que ella se convenciera de que aquel dolor merecía la pena: juntó los muslos para frotarlos entre sí y disfrutar, con ello, de una nueva oleada de excitación.

El vibrador seguía detrás de ella, justo donde lo había dejado al coger las pinzas. Lo tomó y examinó el mecanismo de control, que parecía bastante sencillo: un interruptor y cinco velocidades. Ariana dirigió la mirada a la cámara.

-Esto es para estimularme el clítoris, ¿verdad?

Ante la falta de respuesta, Ariana volvió a intentarlo:

-Edward.

-Lo siento, nena. Estaba concentrado en mirarte y se me ha olvidado que no podías verme, así que me he limitado a asentir.

Una chica mala ➡️ Harry Styles ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora