XXIII

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-¡Harry!

Él le colocó una mano en la nuca y la presionó aún más contra el respaldo del sofá. Aunque aquel gesto puso nerviosa a Ariana, que trató de incorporarse, enseguida pareció comprender qué era lo que Harry pretendía, y se relajó. Unos segundos más tarde, ya no estaba la polla frotándose contra su sexo húmedo. Ariana se retorcía y dificultaba con ello la entrada de aquel pene en su cuerpo, hasta que Harry la mantuvo enderezada con un brazo y la penetró.

«¡Dios, qué gusto da, cómo me aprieta!»

En cuanto Ariana sintió su miembro dentro de ella, empezó a agitar las caderas adelante y atrás.

Enseguida encontraron el ritmo adecuado: Harry daba un empellón y Ariana reaccionaba empujando hacia atrás. La respiración entrecortada de ambos se entremezcló con sordos sonidos de satisfacción. Ella llevaba el vestido aún arrugado alrededor de la cintura y él permanecía inclinado sobre su cuerpo mientras le sujetaba las caderas con las manos. Se retiró hasta casi sacar todo su miembro y luego volvió a hundirse en ella hasta el fondo, llegando a golpearle con los testículos por el impulso.

Aunque Harry sabía que estaba a punto de correrse, no quería hacerlo hasta que ella hubiera alcanzado el orgasmo, de modo que trató de distraerse contando en silencio: «Uno, dos, tres, ¡Mierda, Ariana, córrete ya!, cuatro, cinco...»

-Ahora, Harry, ahora... -gimió ella.

Jadeante como un corredor de maratones, él derramó toda su leche en el interior de Ariana, que se arqueó contra él para acabar combándose delante de nuevo.

Harry tiró de sus caderas hacia él, deseoso de sentir las últimas sacudidas mientras aquel Harry lo ordeñaba hasta vaciarlo. Los músculos de la vagina continuaron contrayéndose rítmicamente alrededor de su polla un rato después de que Ariana hubiera dejado de mover las caderas. Por fin, exprimido y agotado, se recostó sobre Ariana, que yacía liberada de toda tensión, y se dio unos minutos hasta que fue capaz de recuperar el aliento.

Por alguna razón, incluso en aquella ridícula postura, arremolinados sobre el respaldo del sofá, Harry no quería separarse de ella. Apoyó la cabeza sobre su hombro derecho y pudo verle mechones de cabello húmedo pegados sobre la sien. De inmediato, le retiró de la cara aquellos rizos mojados.

Se había acostado con muchas mujeres a lo largo de los años, pero no era capaz de recordar un polvo mejor que el que acababa de disfrutar. «Espero que ella también lo haya pasado bien.»

Aquel pensamiento lo sorprendió. Él no era el tipo de hombre que necesitaba que le dijeran que era bueno en la cama. Las mujeres siempre lo felicitaban por ser un amante sensible y atento a sus necesidades. «¿Por qué me importa tanto que a Ariana le haya gustado?» Había algo especial en ella... No sabía si eran sus agallas o esa innata tendencia a la honestidad. Lo único que sabía era que quería más de aquella mujer.

Cuando se hubo recuperado, Ariana se descubrió acurrucada contra el respaldo del sofá y sumergida bajo el cuerpo de Harry. La habitación estaba impregnada de olor a sexo. Estaba sin aliento y no sabía si se debía a la intensidad del orgasmo o al peso de su compañero, que estaba aplastándola, así que empujó un poco hacia arriba y Harry se levantó de inmediato.

-¿Estás bien? -le preguntó.

-Creo que sí -una serie de temblores le recorrieron el vientre-. Ayúdame a levantarme.

Él la tomó por los brazos y la atrajo hacia sí.

-Tengo que ir al baño -se excusó sin mirarlo.

-Espera -le pidió mientras la retenía cogiéndola de la mano.

Aria a logró escabullirse y, una vez en el lavabo, cerró la puerta y se sentó en la taza del inodoro.

Se desabrochó el cinturón, que dejó tirado en la encimera más próxima, y se quitó el vestido. ¿Qué acababa de hacer? ¡Acababa de acostarse con un desconocido! ¡Madre mía! Un toc toc en la puerta interrumpió sus pensamientos.

-¿Estás bien?

-Sí, sí..., estoy bien. Ahora... ahora salgo -y tiró de la cadena para que su promesa pareciera verosímil.

De repente se abrió la puerta del baño y Harry se plantó delante de ella.

-¿Qué haces? -gritó Ariana al tiempo que se esforzaba por cubrirse el pecho y el vello del pubis-. ¡Sal de aquí!

-De eso nada -respondió él.

Dio un par de pasos más, ya dentro del alargado cuarto de baño, con el pene aún fuera de los pantalones. Sin hacer caso a Ariana, se dirigió al lavabo, cogió una toalla y la humedeció en el grifo para lavarse el miembro.

-¡Que te largues! -le repitió ella, con la mirada fija en el albornoz que había colgado de la puerta.

Tendría que pasar al lado de Harry si quería ponérselo. Él levantó la vista y se quedó mirándola en el espejo.

-No pienso irme de aquí. No vamos a repetir lo de la primera vez.

-Pero ¿qué dices?

-¡Qué mala memoria tienes, encanto! ¿Te acuerdas de la noche en que tuvimos sexo por teléfono? Pues aquello no va a repetirse -alargó el brazo para alcanzar el albornoz-. Toma, cógelo.

Aliviada, se puso de pie y le dio la espalda mientras se cubría con la prenda y se anudaba el cinturón con energía. Harry se secó con otra toalla.

-¿Ya estás contenta?

-Gracias -respondió Ariana con sequedad.

-¿De quién es esa voz que oyes? -le preguntó sin mirarla, concentrado en volver a meterse el pene en los pantalones.

-¿Qué? -contestó Ariana sin comprender a qué se refería.

-Sí, cuando todo empieza a darte vergüenza. ¿De quién es la voz que te habla?

-De nadie... -se interrumpió un segundo para repensarlo y reconoció-: la de mi madre.

-¿Es ella la que hace que te avergüences de tu cuerpo?

Ariana ni siquiera trató de fingir que no sabía de qué hablaba.

-Sí. Se queja todo el rato de lo gorda que estoy. Y tiene razón.

Harry dejó la toalla en la encimera y se acercó a ella, que reaccionó mirándose los pies, avergonzada. Él le colocó un dedo bajo la barbilla y le levantó la cara.

Una chica mala ➡️ Harry Styles ✔Where stories live. Discover now