XVII

712 27 1
                                    

-Ari. Date la vuelta y mírame -ordenó Edward.

-Éste es mi show, Edward. Si no te gusta lo que ves, cambia de canal -Ariana se sorprendió de su propia brusquedad. Nunca se había puesto al mando de una situación de tipo sexual como lo estaba haciendo ahora.

-Aún no te has quitado la maldita camisa -protestó él.

-Ten paciencia -respondió ella con una sonrisa maliciosa.

Después de haberse bajado la cremallera de los pantalones, los dejó caer hasta los tobillos. La blusa le llegaba justo por debajo de las nalgas.

-¿Sigues ahí, Edward? -preguntó.

-Esto es un martirio. Así no es como me había imaginado este momento.

-Las cosas no pueden salir siempre como tú quieres -respondió ella.

Ariana se quitó la horquilla que le sujetaba el cabello en un moño y los rizos quedaron sueltos en mechones que le llegaban a la altura del hombro.

-¡Oh, nena! -gimió Edward.

Ella fue volviéndose lentamente hacia la cámara y con la camisa agarrada para cubrirse el cuerpo.

-¿Qué estás haciendo? -preguntó.

-Aguantando la respiración, preciosa. Déjame ver esa maravilla de tetas, por favor.

Ariana agradeció en silencio haber seguido el impulso que la había llevado a ponerse el body de Edward un rato antes.

Se abrió la camisa, y aunque dejó que se viera un trozo del encaje negro, no retiró las manos que le cubrían los pechos.

-Lo llevas puesto... -gimió-. Estoy empalmándome sólo de ver ese encaje.

-Eso está bien -lo animó-, eso es lo que queremos.

Luego se dio la vuelta y dejó que la camisa le resbalara por los hombros.

-Mierda, Ari, date la vuelta. Quiero verte.

Ella sonrió antes de que la prenda cayera al suelo. Acto seguido, se volvió para situarse de cara a la cámara.

Aparecía tapándose los pezones con los dedos.

La primera reacción de Ariana al ver el body había sido de sorpresa al comprobar que no había tejido en la parte del pecho, salvo un refuerzo de seda debajo de los dos amplios agujeros en los que encajar los senos que quedarían, así, realzados. Sin embargo, cuando se vio con la prenda puesta, encontró que los pechos le quedaban completamente rodeados de tiras de encaje y sostenidos por los tirantes del conjunto. Había quedado fascinada con la visión de su propio cuerpo con aquella prenda calada y los pechos proyectados hacia fuera. Se veía seductora y sexy.

-Dios, Ariana..., eres preciosa -respiró Edward-. Déjame verte los pezones. Llevo un rato tratando de imaginar de qué color son.

-¿De qué color crees que son? -preguntó ella con tono pícaro.

-He visto mujeres que los tenían marrones o rojos, pero los tuyos creo que serán claros, rosados y claros.

Extasiada, Ariana retiró las manos para dejar al descubierto sus pezones rosados y claros.

-¡Dios! ¡Lo sabía! -se felicitó Edward en un susurro-. Son preciosos, me muero de ganas de chupártelos.

Ariana paseó los dedos alrededor de las areolas y los apretó y pellizcó hasta que quedaron erectos.

-Cielo, siéntate delante de la cámara para que te vea -rogó él.

Ella arrastró por el parquet una silla muy mullida hasta ubicarla en el campo de visión de Edward. Se sentó en el borde y esperó.

-Eso es. Ahora recuéstate. -Ariana siguió sus instrucciones y se acomodó en el respaldo de color verde caza.-Ahora extiende las piernas y colócalas por encima de los brazos de la silla.

Ariana ya notaba las palpitaciones de su propio sexo. Exhibirse así para Edward era lo más atrevido que había hecho jamás.

-El body tiene unos botones en la parte inferior para que puedas abrírtelo por abajo -dijo él con voz temblorosa.

-Ya lo sé. Quieres que me lo abra.

-Dios, sí..., por favor... -pidió en un murmullo.

-A condición de que te desabroches los pantalones tú también -exigió Ariana.

-Hace rato que los tengo desabrochados, preciosa. Tengo los vaqueros por los tobillos. Tengo la polla tan dura que podría romper la puerta con ella.

Ariana soltó una carcajada. Le encantaba excitarlo como él lo hacía con ella.

-¿Estás seguro de que quieres ver esto?

-Sí, joder. Ábrete el body de una vez.

Ariana se introdujo la mano derecha entre las piernas y se desabrochó la prenda. El fino tejido de seda ya estaba mojado.

-Estoy empapada -explicó.

-¡Dios! Ariana, tócate para que yo te vea.

-¿Estás tocándote tú?

-Me la estoy machacando como un loco, nena.

A ella le entró la risa. Se separó los labios inferiores para buscarse el clítoris y, con un movimiento circular, empezó a mimar su punto de placer que fue endureciéndose e hinchándose bajo sus caricias. Y tuvo que echar las caderas hacia delante.

-Tócate los pechos, Ariana. Apriétate esos preciosos pezones rosa.

Con la mano izquierda, que tenía apoyada sobre la zona del ombligo, empezó a restregarse los senos.

-Eso es, cielo. Eres deliciosa.

Vencida por la tentación, Ariana retiró la mano derecha del clítoris y levantó los dedos. Los flujos los habían empapado y dejado resbaladizos. Ariana los mostró ante la cámara durante un rato y luego, muy lentamente, se los acercó a la boca y, sin decir nada, empezó a lamérselos.

A pesar del olor a sexo que desprendían, a Ariana le supieron a especias. Continuaba acariciándose el pecho y pellizcándose los pezones con la mano izquierda.

-¡Dios, cielo! -se oyó jadear a Edward.

Ariana giró la mano, se la introdujo entera en la boca y empezó a chuparse los dedos. La respiración contenida de Edward le hizo saber que contaba con toda su atención. Inclinó la cabeza hacia atrás y levantó la mano para simular que chupaba el pene de un hombre. En aquella postura, Edward tenía un primer plano de los músculos del cuello de Ariana moviéndose mientras ella fingía estar tragando su semen.

-Ari... -gimió él-, voy a explotar.

-Todavía no -masculló ella con los dedos aún en la boca.

Luego se sacó la mano, se levantó y continuó:

-No hasta que hayamos jugado con algunos de los regalitos que me ha traído Papá Noel.

Una chica mala ➡️ Harry Styles ✔Where stories live. Discover now