XLVIII

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-En cuanto desarrollé la hipótesis -dijo, haciendo énfasis en la palabra «hipótesis»-de que eras una voyeuse, quise enterarme de hasta qué punto estabas interesada en mí y por qué tu acompañante atacó a Farr. Así que te envié las flores, firmé sólo con mis iniciales y luego te seguí hasta el supermercado. Cuando te pregunté si habías sido tú quien había avisado a la policía, tu cara me dijo la verdad aunque tú mentiste. Fue entonces cuando me llamaste por mi nombre y me sentí muy intrigado. Si conocías dónde vivía yo, podías, claro, haber hablado con mi conserje, como yo había hecho con el tuyo. Sin embargo, ¿por qué habrías de molestarte en hacer algo así? Más importante aún, ¿por qué el señor Styles atacó a Farr? -Estiró las piernas-. Vas a tener que contestarme a estas preguntas, Ariana. ¿Por qué no empiezas ahora mismo?

Ariana apretó los muslos entre sí en un movimiento inconsciente de protección. Temblaba. Entrelazó las manos sobre el regazo para que Abruzzi no lo notara.

«No puedo contarle que Harry es policía y tampoco lo de la operación de vigilancia, pero tengo que contarle algo. La cuestión es ¿qué? -pensó-. ¿Y si me quedo calladita? Si lo hago, empezará a pegarme y a violarme. No, tengo que decirle algo.»

Ariana se humedeció los labios con la lengua.

-Tiene razón, señor Abruzzi. Una noche en la que yo estaba en mi balcón, lo vi a usted en el ático -dejó que los recuerdos de aquella noche tiñeran su voz de sinceridad-. Soy trabajadora social. No sabía qué era lo que estaba ocurriendo. Nunca antes había visto escenas de dominación o sadomasoquismo. Pensé que estaba usted matando a la chica. Por eso llamé a la policía. Mi primera reacción fue la de tratar de salvarle la vida a aquella criatura.

-Bien -asintió él con un gesto de aprobación-. ¿Y cómo es que sabes mi nombre?

-Seguí mirando cuando llegó la policía. La chica que estaba con usted les aseguró, claro, que, fuera lo que fuera lo que estaban haciendo, se trataba de algo consensuado. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que se trataba de un juego sexual -Ariana bajó la mirada sin esconder su vergüenza-. Sentí curiosidad y quise saber más. Por eso fui a su edificio para conseguir su nombre.

-¿Y quién te dio información sobre mí en mi edificio? - aunque su voz sonaba fluida, se trabó en la palabra «información». Sin duda el whisky estaba dificultándole el habla.

-No me acuerdo y tampoco importa -respondió ella mientras se encogía de hombros.

-Puede que a ti no pero a mí sí me importa, y mucho, ¿sabes? Doy unas propinas estupendas al personal del edificio. Si alguno de los empleados me traiciona, tengo que saber de quién se trata -eran palabras de acero-. Puedes optar por contármelo sin más o por explicármelo todo mientras te azoto. Estoy bastante ansioso por ver cómo reaccionas a los latigazos.

A Ariana se le secó la boca y los dientes empezaron a castañetearle. Después de dos intentos fallidos, logró explicarse.

-Esperé a que el conserje atendiera a otro inquilino y me colé para mirar los buzones.

-¡Ding! -exclamó para imitar el sonido de la bocina de un concurso televisivo-. Respuesta incorrecta, Ariana.

En los buzones de mi casa no aparecen los nombres, sólo los números de los pisos.

Entonces se dirigió a Gordon:

-¿Por qué no acompañas Turner y tú a mi amiguita la gorda a mi sala de juegos? Veré si allí puedo conseguir que saque la lengua a paseo.

(...)

A Harry le dolían los músculos, que la adrenalina había recorrido durante horas como preparación para la acción. Sentado en el coche, no había podido descargar toda la epinefrina al torrente sanguíneo. Podía sentir los latidos del corazón y empezaba a dolerle mucho la cabeza.

La capitana Torres iba a comodada en la parte de atrás y hablaba por el móvil con Winston Parnell, el sheriff del condado de Eldon. Ya se había repetido varias veces, lo que hacía pensar que el sheriff Parnell no tenía muchas luces. Harry quería quitarle el teléfono y chillar:

«¡Maldita sea! Vamos hacia su insignificante ciudad para hacer nuestro trabajo. Apártese de nuestro camino y nadie saldrá herido.»

Notó que Louis lo miraba de soslayo con una expresión de preocupación y trató de relajar las extremidades, pero las tenía agarrotadas y le dolían por todo el azúcar acumulado en el sistema nervioso a causa del estrés. Y aunque sonrió a su compañero para tranquilizarlo, pudo leerle en la cara que su sonrisa había sido más bien una mueca.

Torres colgó el móvil con un clic sonoro.

-Confiaba en resolver esto por la vía más sencilla, pero el sheriff insiste, en que pasemos por su oficina de Travis para hablar con él.

-¡A la mierda! -gruñó Harry -. No tenemos tiempo que perder jugando a ser amables con un melón de pueblo. Ariana está en peligro.

-Styles... -empezó a hablar el teniente Jenkins, pero Torres lo cortó.

-Sé que está nervioso, detective, pero necesitamos la ayuda del sheriff. Él conoce bien la zona y nosotros no. Él conoce bien a la gente que vive allí y nosotros no. Él conoce los pinares y nosotros no.

-Le he dejado unirse a esta operación a sabiendas de que está usted implicado personalmente... -intervino Jenkins con la voz dura.

-Teniente, yo no... -explicó Harry.

-Pare -lo interrumpió su jefe-. Usted tiene algo que ver con la mujer secuestrada, y ésa es una implicación personal. Así que, si no quiere que le dejemos aquí mismo, mantenga el pico cerrado y obedezca las órdenes, ¿me ha entendido?

Harry se tragó su rabia.

-Sí, señor. Gracias, señor.

La mirada del teniente se suavizó.

-La traeremos de vuelta, hijo. No debe perder la confianza.

-Sí, señor.

En lugar dé añadir algo que pudiera dejarlo fuera de aquel coche, Harry se calló y apretó las mandíbulas con tanta fuerza que acabaron doliéndole los dientes. Miró por la ventana el paisaje que iban dejando a su paso.

Había torres de perforación y extracción petrolífera en medio del ganado o junto a casas tipo rancho o en pequeñas plantaciones de trigo o maíz. Aunque mantenía la mirada fija en el exterior, con la mente seguía visualizando a Ariana, tal y como la recordaba en la cena de la noche anterior. Apenas doce horas antes, le había prometido que la protegería. Y ahora ella se encontraba en manos de un pervertido sexual. Su amable y divertida Ariana, tan llena de sorpresas y contradicciones, estaba ahora con Víctor Abruzzi.

«Si le toca un cabello de la cabeza, lo mataré. No me importa si me paso en la cárcel el resto de mi vida. Habrá valido la pena. Aguanta, nena, enseguida estaré contigo.»

Una chica mala ➡️ Harry Styles ✔Where stories live. Discover now