XLVII

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Torres se dirigió a Jenkins:

-Avisaremos al sheriff cuando estemos de camino.

El teniente asintió.

-De acuerdo. Pero si creemos que puede producirse un enfrentamiento, deberíamos contar con el Equipo de Armas y Ataques Especiales. Ese condado no cuenta con los recursos suficientes para una operación de ese calibre.

-Sí, pero no podemos presentarnos ante la puerta del sheriff con un batallón de soldados -replicó Torres.

-Bueno, pues entonces tenemos que conseguir que él nos pida que los llevemos con nosotros -concluyó Harry -. No va a querer poner a sus hombres en peligro frente a un tío tan listo como Abruzzi. ¿Podemos irnos ya, por favor?

-Styles tiene razón -apoyó Jenkins-. Se tarda dos horas en llegar. Ya pensaremos los detalles por el camino. Larguémonos.

*******

En el baño del refugio de Abruzzi, Ariana permanecía inmóvil mirando por la ventana. Podía abrirla y escapar, pero ¿adonde iría? Se vería en medio de un aterrador bosque de pinos y a decenas de kilómetros de distancia de cualquier sitio.

«Voy a tener que aguantar hasta que Harry me encuentre.» Una voz en su interior susurró: «¿Y si Harry no te encuentra... nunca?» Ariana no podía siquiera contemplar esa posibilidad.

Las consecuencias podían ser demasiado horribles. El del mareo, que, según parecía, se llamaba Turner, dio unos golpes en la puerta.

-Sal de ahí ahora mismo -ordenó.

Después de una última mirada por la ventana, Ariana salió del baño. Turner la acompañó hasta el salón, donde Abruzzi la esperaba tumbado en un sofá. Gordon estaba de pie junto a la ventana y miraba el lago.

Había una interminable encimera que separaba aquella habitación de la cocina, donde Lena y Augie trabajaban.

-Pasa, Ariana, siéntate -invitó Abruzzi con un gesto y la voz tranquila. En la mano sostenía un vaso con hielo y una bebida que tenía el color del whisky-. Es hora de que tú y yo charlemos.

Ariana se sentó en el borde de un mullido sillón situado frente a él y esperó.

-Ariana, eres un verdadero misterio para mí -Abruzzi se detuvo, como si disfrutara del sonido trisilábico de la palabra «misterio»-. Puede que no lo creas cuando me miras y ves a un exitoso empresario, pero he pasado años poniendo mi vida en peligro y confiando en mi instinto para salir del paso -agitó los cubitos de hielo del vaso mientras la observaba-. Y ese instinto es el que me dice que tú sabes algo que yo necesito saber - volvió a detenerse.

A Ariana le parecía que Abruzzi estaba actuando, aunque no tenía muy claro si lo hacía para ella o para el matón de Gordon. Permaneció mirándolo con la misma fascinación con que un ratón observa a una serpiente cuando nota su presencia.

-El sábado por la noche -continuó él-, cuando nos encontramos por casualidad en el Jane's, tú ya me conocías.

Aunque Ariana negó con la cabeza, él habló antes de que ella pudiera siquiera abrir la boca.

-No te molestes en tratar de negarlo. El encuentro que tuvimos en el supermercado, aunque muy agradable, no fue sólo para darte el dilatador anal, sino para comprobar si conocías mi nombre. Sabía que habías reconocido mi cara, de modo que firmé sólo con mis iniciales la tarjeta que acompañaba el ramo de flores y, aun así, cuando nos cruzamos en el pasillo del supermercado, me llamaste «señor Abruzzi».

A Ariana le latía el corazón con tanta fuerza que pensó que iba a salírsele del pecho.

«¿Cómo he podido ser tan *******?», pensó. No se fiaba de lo que iba a decir, así que permaneció en silencio. Abruzzi la miraba pensativo.

-Hacía tiempo que me preguntaba quién me habría delatado a la policía hacía dos meses. Incluso mantuve una pequeña conversación con mis vecinos después del incidente. Ambos aseguraron que no estaban en casa aquella noche y era evidente que decían la verdad. También se lo pregunté al personal del edificio. Obviamente, todos ellos negaron haberme denunciado -se detuvo para beber un trago de whisky antes de seguir-. Cuando el sábado por la noche me reconociste con tanta facilidad en el Jane's, sentí la curiosidad y mandé que te siguieran. Alguien atacó y golpeó a Farr, a quien yo había enviado detrás de ti, en mi propio garaje. Podrás imaginarte que eso aumentó todavía más mi curiosidad -miró a Ariana por encima del vaso-. Entonces me empeñé en enterarme de quiénes erais tú y tu acompañante, que asumo que será ese Harry Styles que te ha llamado antes.

«No puedes dejar que se entere de que Harry es poli o de que la policía lleva un mes vigilándolo. Te mataría aquí mismo.»

-Al día siguiente -siguió diciendo Abruzzi-, hice venir de Houston a Gordon y a Turner para que interrogaran al personal de los edificios que hay justo enfrente de mi ático. Quería que fuera gente que nadie pudiera relacionar conmigo. Imagina lo contento que me puse al enterarme de que éramos vecinos. -Abruzzi esbozó, divertido, aquella sonrisa de lobo tan suya y dirigió luego la mirada a Gordon-: ¿Lo ves? Ya sabía yo que algo estaba ocurriendo. Llevaba semanas sintiéndome observado. -Abruzzi se dio un palmetazo en el muslo y se echó a reír-. Yo pensando que la policía estaba espiándome y resulta que era una voyeuse que, además, era una chivata asquerosa -se acabó el whisky-. Tendré que pensar en un castigo especial para ti, Ariana. No me importa lo de que me espiaras, pero no tendrías que haber avisado a la policía -la frialdad de su mirada desmentía la jocosidad del tono de voz que empleaba.

A Ariana le dio un subidón de adrenalina. Reconocía la sensación: la de la hiperactividad al estrés, esa que llamaban de combate o fuga. Su cuerpo se preparaba para luchar o salir corriendo.

Se obligó a mantenerse quieta y a mirar a Abruzzi como si estuviera escuchando a un conferenciante que ofreciera una charla interesante en alguna universidad.

-Lena, ven aquí -llamó Abruzzi.

La sumisa salió de la cocina y se acercó al salón, donde adoptó con gracia una postura genuflexa ante el sofá de su amo.

Él la miró animado por algo parecido al afecto.

-Levántate y desnúdate.

Lena obedeció de inmediato. En unos segundos, ya se había quitado el vestido-jersey que llevaba y bajo el cual se descubrió totalmente desnuda. Y allí se quedó, en medio de la habitación, sólo con un par de tacones altos y negros.

Desde donde se encontraba, detrás de la chica, Ariana podía verle las marcas en los hombros, las nalgas y la parte trasera de los muslos. Se le llenó la boca de bilis al imaginar el dolor que aquella chica debía de haber soportado mientras Abruzzi la golpeaba.

-Ahora siéntate aquí a mi lado -ordenó él, con un par de palmaditas en el sofá-. Esta es mi chica -alabó cuando Lena obedeció. Entonces él le colocó, como si nada, la mano que tenía libre entre los muslos.

Luego le tendió el vaso a Gordon.

-Prepárame otro -le ordenó.

Abruzzi esperó mientras el matón iba hasta el mueble bar que se encontraba al otro lado de la estancia, le servía una segunda copa y volvía para dársela. Luego levdio un buen trago a la bebida fría.

-Estupendo, Gordon, gracias.

De nuevo dedicó su atención a Ariana.

Una chica mala ➡️ Harry Styles ✔Where stories live. Discover now