XXVIII

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Él se levantó y se ocupó de su propio cubierto.

-¿Y la esquelética? -preguntó de camino a la cocina.

-¡Ah! Esa chica es modelo -respondió mientras lo acompañaba hasta el fregadero-. Tiene todo el piso decorado con fotos suyas gigantes en blanco y negro. Es bulímica: la he visto zamparse litro y medio de helado de una sentada, meterse luego los dedos en la boca e ir corriendo al baño.

Harry abrió el grifo.

-Así que lo que has hecho es vigilarlos para asegurarte de que estaban bien.

Ella asintió al tiempo que le pasaba la sartén y la espumadera.

-Aunque puede que suene tonto, me he sentido como su ángel de la guarda, pendiente de que no les sucediera nada.

Él se quedó mirándola fijamente.

-No suena tonto, es precioso; pero tienes que dejar de hacerlo de todas formas.

-Ya lo sé. No volveré a hacerlo, lo prometo.

-Muy bien. ¿Por qué no vas preparándote para irnos a la cama mientras yo acabo de fregar los platos? -Harry esbozó una sonrisa burlona-. Nada de pijamas, ¿eh?

Ariana notó un cálido cosquilleo en la entrepierna. Sin decir nada, se dio la vuelta y se marchó al dormitorio. A pesar de que ya era la una y veinte de la madrugada, no se sentía cansada en absoluto.

Aunque Harry le había dicho que nada de pijamas, no tenía ninguna intención de recibirlo desnuda. Buscó en su armario y sacó el camisón negro, largo y sexy que Dora le había regalado en Navidad. Se quitó el albornoz, se puso la nueva prenda y se observó satisfecha en el espejo. No estaba mal. Luego se cepilló los dientes y se lavó la cara. Cuando Harry entró en el dormitorio, Ariana ya estaba retirando el edredón y ahuecando las almohadas de la enorme cama.

Él dio un silbido tremendo al verla con el camisón.

-Es estupendo. ¿Lo compraste para Aidan?

Repentinamente avergonzada por la pregunta, ella se protegió con la almohada que sostenía en aquel momento.

-No, es un regalo.

Harry se acercó a ella y se deshizo de la almohada que los separaba.

-Desde luego, para mí lo es, de eso estoy seguro -le dijo antes de besarla con delicadeza.

Ariana lo agarró para atraerlo hacia ella, pero entonces él retrocedió.

-¿Me dejas darme una ducha antes a mí también? Con lo guapa que te has puesto, tengo que estar a la altura.

-Hay un cepillo de dientes sin estrenar en el botiquín -lo informó Ariana antes de liberarlo.

-Estupendo. Vuelvo enseguida.

Ella se metió en la cama y se permitió disfrutar soñando despierta mientras escuchaba el ruido del agua.

Todavía no podía creerse todo lo que le había ocurrido en las últimas veinticuatro horas. Allí estaba ella, saliendo -bueno, follando era más preciso- con un poli de la Brigada de Crimen Organizado que podía haberla dejado hecha trizas y que, sin embargo, no lo había hecho.

Y que tampoco se había largado después del polvo, sino que se había quedado allí, había cenado con ella, se estaba duchando en su baño y se disponía a dormir en su cama. Todo aquello parecía un regalo del cielo.

Oyó que se cortaba el chorro de agua. Harry aparecería en cualquier momento. El corazón empezó a latirle con tanta fuerza que hizo que le vibrara la caja torácica y se le secara la boca. Se incorporó y comprobó su aspecto en el espejo del vestidor. Estaba sonrojada y respiraba con rapidez. ¿Apagaba la luz de la mesilla o la dejaba encendida? ¡Madre mía! Se sentía como una virgen de veinte años.

Una chica mala ➡️ Harry Styles ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora