XLII

413 16 1
                                    

Con tanta actividad, el tiempo pasó volando en las horas que siguieron. Harry y Ariana fueron hasta la Central de Policía, que se encontraba en el número 1.400 de la calle South Lámar. Por el camino, él le aconsejó:

-Cuéntales la verdad, pero no digas nada sobre tu afición a espiar a los vecinos.

Una vez allí, la condujo a la unidad de seguridad ciudadana para que presentara una denuncia y se quedó a su lado mientras relataba lo sucedido. Ariana siguió su consejo y contó todo a los hombres que la interrogaban, excepto lo relacionado con sus actividades nocturnas.

Los agentes le enseñaron unas fotos extraídas de los archivos electrónicos policiales vinculados a Abruzzi y a sus colaboradores conocidos, pero ninguno de los rostros correspondía al que tenía pinta de ex marine ni a su acompañante. Luego se entrevistó con un caricaturista a quien describió a los dos matones.

Pasadas las nueve de la noche, Ariana y Harry se reunieron por fin con un ayudante de la fiscalía del distrito y con la persona encargada de la unidad de seguridad ciudadana. Las noticias que traían no eran buenas.

-Señorita Austen, ¿está usted segura de que los dos hombres no mencionaron en ningún momento el nombre de Victor Abruzzi? -preguntó la capitana de la unidad, apellidada Torres.

-No -dijo Ariana moviendo la cabeza-, pero no fue necesario. Yo sabía de sobra quién los había enviado.

El ayudante de la fiscalía, Jackson Green, un corpulento afroamericano, gesticuló extrañado.

-Me temo que eso no va a ser suficiente. No tenemos nada que vincule directamente al señor Abruzzi con la agresión.

-¿Qué está usted diciendo? -preguntó Harry-. El hombre la amenazó ayer y hoy le ha enviado a sus dos matones.

-Eso será según usted -replicó Green, quien, consciente de la agresividad en la voz de Harry, continuó-, y estoy convencido de que tiene razón. El problema es que no tenemos motivos suficientes que justifiquen su detención.

-Sí, pero seguro que sí hay los bastantes como para invitarle a responder a unas cuantas preguntas -insistió Harry, que miraba a la capitana Torres en busca de apoyo.

-Eso sí podemos hacerlo, ¿no? -Torres miró al ayudante de la fiscalía.

-Por supuesto. Sólo quiero que tengan en cuenta que Abruzzi no es ningún idiota. Llamará a su abogado, y éste aparecerá aquí en menos de una hora -advirtió Green mientras reclinaba la silla hasta dejarla apoyada contra la pared.

-Telefonearé al teniente Jenkins para pedirle las grabaciones de Abruzzi que ha conseguido tu equipo, Harry -propuso Torres antes de que el policía pudiera intervenir-. A lo mejor Ariana reconoce a los matones en las imágenes.

Ella reaccionó de inmediato.

-Muchas gracias, capitana, y a usted también, señor Green. Les agradezco mucho el tiempo que le están dedicando a este asunto.

-Parece agotada -sonrió Torres-. Vaya a tomar algo con su novio. Nos pondremos en contacto con ustedes en cuanto hayamos hablado con Abruzzi.

El camino hasta casa fue muy tranquilo. Harry, que estaba al volante, parecía estar absorto en sus pensamientos. Ariana se debatía entre la curiosidad por saber qué estaría pensando y el miedo de que él estuviera enfadado con ella. En cuanto cruzaron el río Trinity y dejaron atrás Qak Cliff, preguntó:

-¿Adonde vamos?

Claramente sorprendido al oír su voz, Harry volvió a la realidad y miró a su alrededor.

-Pues no lo sé. Supongo que iba con el piloto automático puesto -explicó, y miró la hora-. Es bastante tarde, ¿dónde quieres que cenemos?

-¿Y si vamos al Café Brazil, en Cedar Springs?

-Esta bien, buena idea. Podríamos pedir un poco de ese chorizo brasileño -y giró en dirección norte por la 135.

-¿Estás enfadado conmigo?

Harry emitió un sonido a medio camino entre un suspiro y un gruñido. Ariana esperó a que él pusiera fin a ese incómodo silencio.

-No, no estoy enfadado contigo. Estoy enfadado conmigo -apartó la mirada de la carretera y la miró un instante-. Anoche sabía que pasaba algo, pero no insistí en que me lo contaras; tendría que haberlo hecho. -Volvió a mirar la carretera.

-No es culpa tuya. Fui yo quien decidió no decírtelo -lo tranquilizó tocándole el brazo con la mano.

-Y te equivocaste. Deberías habérmelo contado -Harry se detuvo en un semáforo y la miró fijamente-. Mira, no es que tenga un repertorio maravilloso de relaciones. No sé si dentro de un año estaremos juntos -Harry se fijó en un indigente que caminaba empujando un carrito por la vía de servicio-, pero una de las cosas que primero me gustaron de ti fue tu sinceridad. Si dejas de ser sincera conmigo, lo nuestro no saldrá bien -afirmó mirándola a los ojos.

Ariana retiró la mano que aún apoyaba sobre el brazo de Harry y le correspondió con la mirada.

-Tienes razón. Me equivoqué. Tomé sola una decisión que nos incumbía a los dos sin darte la oportunidad de opinar. No volveré a hacerlo.

El coche de detrás tocó el claxon. El semáforo ya estaba en verde. Harry se concentró de nuevo en la carretera y pisó el acelerador. El Buick salió disparado.

Ninguno de los dos habló durante el resto del trayecto hasta el restaurante, aunque el silencio que había era ya diferente al de antes. Se trataba de un silencio cómodo, de esos que hacen compañía. Por primera vez en las últimas horas, a Ariana se le relajaron los hombros.

A pesar de que ya faltaba poco para las diez, el restaurante estaba abarrotado. El servicio de Wi-Fi gratuito atraía a la clientela a este lugar las veinticuatro horas del día. Si bien había unas cuantas mesas con parejas, la mayoría estaban ocupadas por una sola persona que se afanaba en teclear en su portátil entre sorbo y sorbo de un fortísimo café brasileño.

Harry y Ariana encontraron sitio y una encantadora camarera tomó nota de su pedido. Él pidió tacos de chorizo brasileño con huevos revueltos y tortillas mexicanas de harina cubiertas de queso feta derretido. Ariana prefirió unas crepés de espinacas con salsa de queso picante. Justo cuando acababan de servirles la comida, a Harry le sonó el teléfono. Se lo sacó del bolsillo de la chaqueta y contestó:

-Styles.

Después de escuchar unos segundos, movió los labios para articular la palabra «Louis» a Ariana, a quien no le hizo falta escuchar las dos partes de la conversación para deducir que Harry estaba disgustado. Después de hacer un montón de preguntas, se despidió con un gruñido. Ella esperó a que apagara el móvil y volviera a guardárselo en el bolsillo.

-¿Qué ha pasado?

-Louis se las ha arreglado para ir al ático de Abruzzi con los chicos de la unidad. Dice que el tipo estaba esperándolos. Le han preguntado por ti y les ha contestado más o menos lo que imaginaban, que como tú habías avisado a la policía, quería hablar contigo. -Frunció el ceño y empezó a dar golpecitos en la mesa con el tenedor en un gesto que a Ariana le resultó una manifestación de nerviosismo poco habitual.

-¿Y ha pedido un abogado? -quiso saber.

Una chica mala ➡️ Harry Styles ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora