XXII

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Aunque nadie lo había visto noquear a la rata de Abruzzi, de eso estaba seguro, también estaba convencido de que el equipo de vigilancia lo había reconocido al salir del bar.

Con suerte, aquello sería lo único sobre lo que tendría que dar explicaciones y era evidente que se había tratado de un encuentro accidental.

Se había sentido aliviado al llegar al edificio de Ariana sin que se hubiera producido ningún otro incidente. Para cuando llegaron al ascensor, ya había logrado relajarse un poco. Ella se había mantenido a su lado con la mirada angustiada y una expresión de amargura en su rostro.

«Pobre. No tiene ni idea de lo que está ocurriendo. Estoy actuando como el maldito Clark Kent al tratar de ocultar mi identidad de Superman.»

Sin embargo, cuando Ariana había hecho sonar la alarma y el ascensor se había detenido, él se había quedado paralizado. Nunca se habría esperado nada así de agresivo por parte de su dulce trabajadora social. Harry se había notado tenso al ponerle las manos en la cintura. Le tocaba lanzarse a ella.

Afortunadamente, Ariana se había acercado y había juntado sus labios contra los de él, quien, sin necesidad de mayor estímulo, la había atraído hacia sí. El beso de Ariana era indeciso, vulnerable, lo que hizo que Harry se preguntara quién le habría hecho sufrir tanto. Deseoso de liberarla de aquel dolor, en lugar de centrarse en el beso inmediatamente, había empezado a besarla en la cara, prodigándose por las mejillas, la comisura de los labios y, por último, la boca. Por su parte, Ariana, que se había mantenido rígida durante unos segundos, enseguida se había fundido en aquel abrazo.

Harry retiró las manos de la cintura de Ariana y las arrastro hasta envolverle los pechos. Se moría de ganas de quitarle de una vez aquel maldito vestido. La sola imagen de su cuerpo desnudo en la pantalla bastaba para que se empalmara. Apretó sus labios contra los de ella, que se abrieron de inmediato para él. Harry aceptó aquella invitación y le introdujo la lengua para jugar con la de ella, la giró, la retorció y la retiró hasta que Ariana empezó a participar. Con timidez al principio y con mayor confianza al cabo de un rato, ella empleó sus labios y su lengua para acariciarlo y provocarlo.

De repente, él escuchó vagamente el timbre del ascensor, ya en el sexto piso. Sin querer separarse de Ariana, la guió con sus propios labios y fue ella quien acabó separándose para informarle:

-Tengo que coger las llaves.

-Ya lo sé -le respondió antes de empotrarla contra la pared, en una postura que le permitía presionar su cuerpo contra el de ella. De nuevo, su pene erecto se apretó contra el vientre de Ariana.

Quería recoger en sus manos aquellas nalgas blancas y redondeadas que había visto en la pantalla, modo que empezó a levantarle la falda y se quedó encantado al comprobar que ella no ofrecía resistencia alguna.

-¡Dios, nena! ¿De verdad no llevas nada?

-Ya te lo he dicho -le susurró Ariana al oído.

-Sí...

Harry manoseó y apretujó las nalgas de Ariana, que se arqueó apretándose más contra él. Impaciente por penetrarla, Harry comenzó a mover a

Ariana hacia la puerta de su casa. Como ninguno de los dos quería separarse para caminar los apenas seis metros que los separaban de la entrada, fueron dando tumbos y golpeando la pared empapelada como si conformaran una criatura cegada y con cuatro piernas.

Ariana agarró con fuerza el cabello de Harry, que, a su vez, empezó a lamerle la boca. Como a mitad de camino, él escuchó el sonido de alguien que salía de casa y se retiró para comprobar de dónde provenía el ruido al tiempo que protegía a Ariana con su cuerpo de modo instintivo.

Una puerta se entreabrió y, por la rendija, un anciano esquelético en un batín ya muy gastado asomó la cabeza.

-¿Quién anda ahí?

Harry se disponía a mostrar su placa para que el hombre los dejara en paz cuando Ariana intervino.

-¡Ah! Señor Guzman. Siento haberlos molestado.

-Ari -una amplia sonrisa quedó dibujada en el rostro del hombre mientras la examinaba a ella y a su acompañante-, ¿has sido tú la que ha hecho saltar la alarma del ascensor?

«Bien, se trata de su vecino. Sé amable, Styles.»

-Lo lamento mucho, señor.

-No se preocupen. Mi esposa creía que se trataba de algún ladrón -el viejo se dirigió a alguien que se encontraba dentro de la casa-. No pasa nada cariño. Son Ari y su novio que llegan ahora a su casa -se volvió hacia ellos de nuevo y les guiñó un ojo-. Mejor si siguen dentro, chicos.

-Claro, señor Guzman. Muchas gracias -respondió Ariana.

Harry se quedó escuchando hasta que oyó al vecino echar el cerrojo y pasar la cadena de la puerta antes de mirar a Ariana de nuevo. De alguna manera esperaba que ella actuara de modo más recatado después de aquello. Sin embargo, Ariana comenzó a reírse como una adolescente.

Él le tendió la mano.

-Dame esa maldita llave.

Ella hurgó en su bolso y extrajo un llavero que le entregó. Se acercaron hasta la puerta de la casa mientras Ariana aún trataba de aguantar la risa.

«Desde luego, esta trabajadora social está llena de sorpresas.»

Harry abrió la puerta y, antes de entrar, le cedió el paso a Ariana, que le quitó las llaves y encendió la luz. Sin haber dado siquiera un par de pasos, él la atrajo de nuevo hacia sí.

-Quiero apoyarte sobre una silla para follarte desde atrás ahora mismo -le confesó al oído.

Luego le acarició el vientre y fue bajando la mano hasta hacerse con el dobladillo del vestido, que empezó a levantar. Ariana tiró las llaves y el bolso, y descansó su cuerpo en el de Harry, que la empujó ligeramente hacia delante y cerró de una patada la puerta, aún abierta. Le tocó el sexo con los dedos y se los introdujo entre los pliegues.

-Oooh... -gimió Ariana.

Harry le acarició los labios inferiores en busca del clítoris. Como enseguida notó que a ella le fallaban las rodillas, la cogió con el brazo izquierdo y la llevó hacia el interior del piso. Con la mano derecha, continuó masturbándola con el dedo índice dibujando pequeños círculos.

Ariana estaba caliente y empapada, y él tenía la polla palpitante.

«*******, espero aguantar para poder penetrarla», pensó.

Llevaba tres preservativos en la cartera, de modo que, antes de que las cosas fueran demasiado lejos, se dio unos segundos para hacerse con uno de ellos y ponérselo.

Una vez preparado, Harry aumentó la intensidad al frotar a Ariana, cuyo sexo estaba ya hinchado y húmedo.

«Dios, me encantaría saborearla. Me encantaría sentir cómo se corre en mi boca.»

Ariana comenzó a mover las caderas rozándolas contra el pene erecto de Harry, a quien le temblaron las piernas hasta casi perder el equilibrio y acabar gimiendo. Aquel sonido de satisfacción pareció animarla, y apoyó la mano en la que Harry tenía sobre su sexo y presionó para que la estimulación fuera más fuerte. Él la empujó contra el respaldo del sofá, loco por penetrarla.

Le retiró la mano del clítoris, lo que provocó la inmediata protesta de Ariana, que volvió la cabeza para mirar a su compañero

Una chica mala ➡️ Harry Styles ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora