Capítulo 1: Nos necesitan.

69 6 4
                                    

Los golpes de alguien llamando a la puerta de mi habitación me despiertan. Giro mi cabeza y miro la hora que marca el reloj digital de mi mesita de noche:

Las 4:05.

–Ya puede ser importante –refunfuño en voz baja.

Los golpes no cesan, por lo que me veo obligada a salir de mi cómoda cama. Toda mi habitación está a oscuras y no veo nada. Y como persona torpe que puedo ser a veces, me tropiezo con algo del suelo que no consigo ver.

–¡Ya voy! –exclamo mientras recupero el equilibrio.

Luego me acerco al interruptor y enciendo la luz para ver algo. Mis pobres ojos, acostumbrados a la oscuridad, sufren con tanta iluminación de repente. Me los froto con una mano para recuperar la visión y con la otra abro la puerta.

Al abrirla, me encuentro a mi compañera y amiga Kendall. Ella está perfectamente vestida con el uniforme y su pelo castaño claro recogido en una trenza lateral. En cambio yo, parece que llevo tres días sin peinarme.

–Menos mal que hay confianza –me mira de pies a cabeza.

–Y menos mal que no has tirado la puerta abajo con esos golpes –le digo, apoyándome en el marco de la puerta con desgana.

–¿Un pijama de gatitos? ¿En serio? –se ríe.

–¿Algún problema? –levanto una ceja.

–Con tu pijama de gatitos ninguno, pero con Spencer sí.

–¿Y qué le pasa a estas horas? –recupero la compostura y la miro directamente a sus ojos color miel.

–Ni idea, pero está reuniendo a todo el mundo en el pabellón. Parece importante.

–Ok, dame un momento para que me cambie. No puedo ir por ahí con mi pijama de gatitos –le guiño un ojo, y ella se ríe.

Cierro la puerta y me cambio de ropa lo más rápido que puedo. Me pongo mi uniforme y me recojo el pelo en una coleta alta. Mientras lo hago, mil preguntas se formulan en mi cabeza:

¿Qué habrá pasado? ¿Qué es tan urgente?

–Ya estoy. Vamos –le digo cuando salgo, cerrando la puerta detrás de mí.

Kendall y yo andamos a paso rápido por los pasillos. En el camino nos encontramos con otros compañeros que se dirigen al pabellón para encontrarse también con nuestro líder. La gente está muy confundida y nadie entiende nada. Cuando llegamos, vemos que Spencer está ahí, y por la expresión de su cara diría que algo le preocupa. También luce algo cansado. Su pelo corto castaño está alborotado y debajo de sus ojos oscuros tiene unas ojeras bastante pronunciadas.

–Perdón por las horas, pero necesitaba reuniros porque ha pasado algo bastante grave –empieza a contarnos con seriedad–. La base militar del distrito norte está teniendo problemas muy serios. Ha sufrido un ataque de infectados y necesita ayuda urgente.

Todos los que estamos en la sala nos empezamos a mirar entre nosotros. Desde luego no esperábamos que algo así ocurriera, normalmente no solemos tener muchos inconvenientes. Como mucho hacemos alguna patrulla para limpiar zonas y alguna misión simple.

–Necesito que vengan conmigo varias personas voluntarias dispuestas a ayudar –continúa diciendo–. Debido a la emergencia de la situación saldremos hacia la otra base dentro de media hora. En este rato necesito que cada uno coja las provisiones y la munición que considere necesaria. Id al portón cuando estéis listos. Allí estaré yo junto a las demás personas que hayan decidido ir –y tras decir eso, desaparece por la puerta.

–¿Vas a ir? –me pregunta Kendall. Ella no parece muy convencida.

–Sí –contesto con seguridad–. Esa gente nos necesita.

–Pero no sabes lo que te puedes encontrar allí...

–Kendall, no hay mucho tiempo para tomar una decisión. Tienes dos opciones: o vienes o te quedas.

Me mira por unos segundos a los ojos, como si estuviera pensando qué hacer. Finalmente deja sus dudas a un lado y decide venir, así que entre las dos preparamos todo lo necesario. Ella se encarga de las armas y yo de la munición. Cuando lo tenemos todo listo, salimos del edificio y nos reunimos con Spencer en el portón tal y como nos dijo.

–¿Vosotras también venís? –nos dice al vernos llegar.

–Sí. ¿Cuántos vamos en total? –le pregunto.

–No somos mucha gente. Solamente se han ofrecido a ir 10 personas.

–¿Y crees que la ayuda de 10 personas será suficiente? –añade Kendall.

–No lo sé. Quiero pensar que sí, pero no sé exactamente cómo de graves están las cosas por allí.

Entonces veo la figura alta de un chico acercarse a nosotros. Reconozco su pelo castaño oscuro prácticamente rapado, sus ojos verdes y las facciones de su cara marcadas a la perfección. Es Josh.

–Los depósitos de los coches ya están llenos –interrumpe nuestra conversación.

–Perfecto, pues ya podemos irnos. ¡Todo el mundo a los coches! –ordena Spencer.

Junto a mis compañeros, me subo al coche que conduce Josh y me monto en el asiento de copiloto. Abren el portón de la base y él arranca el motor. Spencer sale primero porque es el que conoce el camino, nosotros solo le seguimos.

Poco a poco vamos dejando nuestra base atrás. A medida que nos alejamos de ella, salimos del bosque para adentrarnos en una carretera que nos llevará hasta nuestro destino.

Aunque a mí me sigue atormentando lo mismo: ¿cómo estarán de graves las cosas allí?

Los Supervivientes De La TraiciónWhere stories live. Discover now