Capítulo 34: La granja.

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Una vez estamos listos, recogemos nuestras cosas y dejamos atrás el camping. Caminamos por un sendero de tierra hasta que nos detenemos al ver una granja con un hombre de edad avanzada arando la tierra de su huerto. Nuestras miradas se encuentran cuando él también se percata de nuestra presencia. Deja la actividad que estaba realizando y se acerca despacio a la valla.

–¿Qué estáis haciendo por mi zona? –nos pregunta con el ceño fruncido.

–Nosotros simplemente estamos de pasada –responde Josh antes de que yo lo haga.

Me fijo en la expresión de la cara del viejo hombre. Parece preocupado, asustado, agotado. No puedo evitar preguntarle.

–¿Se encuentra usted bien?

–Bueno, dentro de lo que cabe… se podría decir que estoy bien, sí. Quizá algo cansado. Yo ya estoy algo mayor –suspira–. Si ya me cuesta cuidar de mí mismo, imagina tener que cuidar también de tu nieta, la que además ha sido herida en su base militar por un ataque.

–¿Cómo ha dicho? –me sorprende y al mismo tiempo me preocupa eso último que ha mencionado–. ¿Su nieta es militar?

–Así es. Según ella no fue ningún ataque de infectados. Habría sido lo más común, ¿no? Pero lo cierto es que fueron personas. Ella dijo… –hace una breve pausa para recordarlo–, ella dijo que llevaban unos pasamontañas.

Entonces el corazón me la sangre se me hiela. Miro a Josh y veo que está pálido. Creo que los dos nos estamos temiendo lo peor. Pero no, no puede ser.

No pueden ser capaces de hacer algo así.

–Deje que la veamos –le pide Josh, su tono es serio.

–No es buena idea. Tiene heridas y quemaduras por todo el cuerpo. Está bastante grave.

–Mire, nosotros también somos militares. Esta chica y yo llevamos días en una misión. No hemos vuelto a saber nada de nuestros compañeros ni de nuestra base desde que nos marchamos. Nos acabamos de enterar de esto por usted. Es probable que conozcamos a su nieta… o lo que es peor, que sea nuestra compañera.

–Está bien –acepta–. Seguidme, os llevaré con ella.

Nos abre la valla y entramos al interior de la granja. Él anda despacio unos metros por delante de nosotros, Josh y yo le seguimos a su ritmo en silencio.

–Por cierto, ¿cómo os llamáis? –nos pregunta.

–Josh.

–Hannah.

–De acuerdo. Yo soy Ryan.

Andamos por un pequeño camino de tierra que conduce hasta el porche de su casa, la cual es una cabaña. En el interior, subimos unas escaleras de madera que chirrían con cada paso que damos.

Una vez estamos en la planta superior, seguimos a este viejo hombre por el estrecho pasillo hasta la habitación del fondo. Abre delicadamente la puerta y se aparta para que pasemos primero. Hay una chica tumbada de espaldas a nosotros mirando a una ventana. Desde la puerta no soy capaz de reconocerla, así que me acerco despacio hacia ella.

No sé si está dormida o despierta, en cualquier caso no quiero asustarla. Entonces empieza a moverse hasta que se da la vuelta y me mira.

–¿Hannah? –es lo único que dice al verme.

A mí no me salen las palabras. No puedo moverme, ni reaccionar, ni hacer nada. Estoy paralizada. He sentido un escalofrío que me ha recorrido toda la espalda en el momento en que su mirada se ha cruzado con la mía. No puedo creer lo que estoy viendo. No quiero creerlo. Esto no puede estar pasando de verdad.

Esto tiene que ser otra de mis pesadillas.

Los Supervivientes De La TraiciónWhere stories live. Discover now