Capítulo 20: Mi peor pesadilla.

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La veo. Veo a Ashley. Ella está mi lado, acostada en su cama. Estamos en el hospital de campaña; en la zona de cuarentena de Atlanta. De repente empieza a convulsionar. Me asusto tanto que salgo corriendo para avisar a los médicos. Cuando vuelvo a la habitación con ayuda...

Ya es demasiado tarde.

Ashley se ha convertido. Ya no es la misma, ya no la reconozco. Se lanza a atacar a los médicos. Yo me aparto y me quedo arrinconada en una esquina de la habitación sin saber qué hacer.
Tengo miedo; estoy asustada. Quiero llorar, quiero gritar, quiero intervenir. Veo que uno de los médicos saca una pistola.

Entonces sucede lo peor.

Apunta a su pecho y dispara. La bala da justo en su corazón para matarla. Han matado a Ashley. La han matado frente a mis ojos. Siento un profundo dolor en el pecho, tal y como si la bala me hubiera atravesado a mí.

Mi cuerpo, como si de un peso muerto se tratase, cae desplomado al suelo. Una enfermera se acerca a mí e intenta consolarme al mismo tiempo que se llevan el cuerpo sin vida de Ashley. Pego las rodillas a mi pecho y meto la cabeza entre mis brazos. No quiero escuchar a esa enfermera. No quiero escuchar los consuelos de nadie. Quiero que me dejen sola. Me han arrebatado el único motivo por el que seguía en este mundo.

Me lo han arrebatado todo.

Comienzo a escuchar la voz lejana y distorsionada de alguien llamándome. Su voz empieza a aclararse más y más hasta que la reconozco. Es una voz masculina, bastante grave. Soy capaz de relacionar esa voz con alguien.

Es Josh.

–¡Hannah! ¡Hey, despierta! –sacude mis hombros con fuerza para traerme de vuelta a la realidad.

Noto que todo mi cuerpo está temblando. Un sudor frío me recorre la frente. Siento el mismo dolor en el pecho: un dolor angustioso e intenso. Abro los ojos y me encuentro con la preocupación plasmada en su cara. Está sentado en la orilla de la cama, nuestros cuerpos tocándose.

–La han... la han matado –se me quiebra la voz.

–¿Qué? ¿De qué estás hablando?

–Han matado... –un gemido de angustia se me escapa– a Ashley –sollozo entre lágrimas.

–¿Quién es Ashley? –la confusión se apropia ahora de la expresión de su cara.

Entonces me doy cuenta de que todo ha sido un sueño basado en un recuerdo, en un recuerdo muy malo. Sin dejar de temblar, me incorporo de la cama y automáticamente siento náuseas. Salgo corriendo de la habitación, abriendo la puerta de un golpe, y me dirijo a los vestuarios. Josh sale corriendo detrás de mí y se queda justo en la puerta. Me arrodillo frente al inodoro, me sujeto el pelo y siento la bilis subiendo por mi garganta hasta que lo echo todo fuera.

Las arcadas van cesando poco a poco después de que no me quede nada en el estómago por expulsar; mis nervios también van desapareciendo. Me quedo sentada en el suelo con las piernas cruzadas y mis puños cerrados para que así mis manos dejen de temblar.

–¿Hannah? ¿Estás bien? –escucho la voz de Josh desde fuera. Yo no le contesto. No tengo ganas de nada ahora mismo.

Poco después oigo sus pasos acercarse, entonces sé que ha entrado a los vestuarios, sin importarle que sean los femeninos. Por suerte no hay nadie más aquí.

–¿Cómo te encuentras? –me pregunta, agachándose frente a mí.

–De maravilla –le contesto con sarcasmo, seguido de una sonrisa forzada.

–Se nota muchísimo –dice con sarcasmo también–. No, ahora en serio, ¿qué te ha pasado?

–No sé –me encojo de hombros–, debió de sentarme mal lo que comimos o algo.

–¿Y quién era...?

–Vámonos antes de que venga alguien y vea este panorama –rápidamente trato de levantarme del suelo para evadir su pregunta, sin embargo todo mi cuerpo está débil y mis piernas no me lo permiten.

–Déjame ayudarte –se pone en pie y me ofrece sus dos manos para que las use como apoyo para incorporarme, pero las rechazo.

–Puedo sola –le respondo muy cortante. Luego me sujeto con la pared y me levanto lentamente.

Me acerco al espejo del lavabo y reviso mi reflejo. Me veo tan mal que raro me parece que el espejo no se haya roto en mil pedazos. Estoy despeinada, pálida y tengo unas ojeras muy pronunciadas.

Dios, me podrían contratar para una película de terror y todo.

Abro el grifo y me lavo la cara para refrescarme un poco. El contacto del agua fría con mi piel se siente muy bien y me relaja bastante. Después me quito mi chaqueta, quedándome solo con la camiseta interior de tirantes. La uso para secarme un poco, ya que prefiero utilizar eso antes que la toalla que hay al lado del lavabo.

A saber quién la habrá usado...

–Necesito tomar un poco de aire -le digo a Josh, el que ha estado todo este rato mirándome en silencio–. Ve a la habitación y acuéstate. Yo no tardaré en ir.

Dejándole con la palabra en la boca, salgo de los vestuarios y voy al exterior del campamento. Me siento en la hierba y fijo mi mirada en las estrellas con la esperanza de que mirarlas me haga entrar en ese trance de absoluta tranquilidad que necesito ahora mismo.

Los Supervivientes De La TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora