Capítulo 13: El dibujo.

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Caminamos durante varios metros y por fin llegamos a nuestro destino final para abandonar la ciudad. Tenemos que pasar por el aparcamiento de coches que hay delante del edificio. Vemos algún infectado a lo lejos, así que no nos entretenemos en entrar en el interior del centro comercial. No queremos más encuentros poco amistosos.

Tras entrar, nos tomamos un minuto para observar el panorama. Aparentemente el interior continúa como antes, pues todavía sigue allí una fuente y el puesto de chucherías para niños.

Los recuerdos invaden mi mente y me es inevitable no acordarme de mi hermana. En la ciudad en la que vivíamos había un centro comercial muy parecido a este. Al que solíamos ir era más grande, pero tenía el mismo puesto de chuches. Cuando éramos pequeñas siempre le dábamos la lata a mi madre para que nos comprara una piruleta a cada una. Mi hermana siempre se la cogía de sabor a naranja y yo a cereza. Nos hacía gracia cuando la lengua se nos teñía de los colores de la piruleta.

Eran muy buenos tiempos. Los anhelo muchísimo.

–¿Hannah? –me llama Josh, haciendo que salga de mis pensamientos.

–Lo siento –me disculpo–, me he despistado un momento.

–Céntrate. Ya no nos queda nada –su tono es bastante firme y serio. Yo simplemente asiento, para luego continuar explorando.

El centro comercial tiene dos plantas, conectadas por unas escaleras mecánicas. Obviamente su mecanismo automático no funciona, pero igualmente nos sirven para llegar hasta la planta superior. No bajamos la guardia en ningún momento, sin embargo no hay ningún infectado. Eso solo logra el efecto contrario, hace que estemos más a la defensiva porque esas cosas siempre aparecen cuando menos te lo esperas.

Creo que son expertas en dar sustos.

A continuación, Layla localiza una antigua terraza al aire libre que pertenecía a una cafetería. Al salir comprobamos que desde ahí tenemos unas vistas increíbles de toda la ciudad. Los cuatro nos apoyamos en la barandilla y las admiramos por unos minutos en silencio, sintiendo la leve brisa que corre. Después, vemos que a nuestra derecha tenemos unas escaleras hechas con madera que trepan verticalmente por la pared del edificio.

–Estas escaleras las tuvo que hacer alguien para acceder hasta ahí arriba –especula Layla en voz alta.

–Tal vez fueron supervivientes –opina Marcus.

No podemos contener nuestra curiosidad, así que subimos para comprobar si nuestras deducciones son ciertas.

Una vez estamos todos arriba, efectivamente descubrimos un pequeño campamento de supervivientes que se atrincheraron en la azotea para sobrevivir. Todavía siguen allí las tiendas de campaña, las mochilas e incluso armas y munición.

Mientras recogemos algunos objetos que nos puedan ser útiles, Josh encuentra un papel. Yo, como persona curiosa que soy, me acerco a él hasta que quedo a su lado. Como es mucho más alto que yo, tengo que levantar mi cabeza más de lo normal para mirarle.

–¿Y eso? –le pregunto.

–Te dejo leerlo, pero es duro –me entrega la nota. La empiezo a leer, sintiendo sus ojos sobre mí.

He bajado a buscar insulina para Alice. Aunque sé que es muy peligroso, la vida de mi hija es más importante en estos momentos. Trataré de volver lo más rápido que pueda, pero en caso de que mañana por la mañana no haya regresado, iros hacia un lugar más seguro.

Megan, lo único que te pido en mi ausencia es que cuides de Alice mientras sobreviva. Y por favor, si no vuelvo a verla, recuérdale lo mucho que la quiere su padre.

Ethan.

Yo no suelo emocionarme por casi nada. He aprendido a controlar mis emociones bastante bien, pero esta nota me ha revuelto algo por dentro. El hecho de pensar que ese hombre nunca regresó y que por ese motivo abandonaron el campamento, y que encima su hija probablemente no sobreviviera por la falta de insulina al ser diabética, hace que se me erice la piel y sienta mucha, muchísima impotencia.

Hay personas a las que le toca pasar por cosas muy injustas, que no merecen en absoluto.

–Yo… –trago saliva–, no sé qué decir –le devuelvo la nota rápidamente.

–Y lo peor es que mucha más gente acabó como ellos… –suspira–. En fin, sigamos.

Inhalo un suspiro también, luego continuamos con lo que estábamos haciendo. Buscando en el interior de una de las tiendas de campaña, encuentro algo que Alice no llegó a darle a su padre. Hizo un dibujo de ellos dos, y por la manera de dibujar puedo deducir que ella era una niña pequeña. Le doy la vuelta al folio y por la parte de atrás hay escrita la siguiente frase:

Papá, gracias por protegerme como nadie más lo hace.

Tú eres mi héroe.

El mismo escalofrío de antes me recorre de los pies a la cabeza. Los recuerdos de mi padre invaden mi cabeza y siento cómo mis ojos se humedecen hasta que noto la primera lágrima descendiendo por mi mejilla.

–No, no puedo. Tengo que controlarme –me digo a mí misma.

No es momento de ponerse emocional, no ahora que alguien puede verme. Respiro hondo un par de veces y después me limpio ese rastro de emoción de mi cara.

Aunque realmente esto me ha removido algo por dentro...

Los Supervivientes De La TraiciónWhere stories live. Discover now