Capítulo 44: "Bájate de Egolandia".

12 1 0
                                    

Está apunto de amanecer cuando decidimos hacer un descanso. Por alguna razón yo me estoy empezando a encontrar mal de nuevo y Josh se niega a continuar estando yo así. Por lo tanto, me ayuda a bajar del caballo y me lleva en brazos hasta la arena para dejarme cuidadosamente ahí.

Me siento como un bebé de camino a su cuna.

Estar tumbada me hace sentir algo mejor, sin embargo el dolor intenso de cabeza y los escalofríos no desaparecen. Para comprobar mi estado, Josh pone su mano sobre mi frente.

–Tienes fiebre –me dice.

–Seguro que se debe a la sustancia venenosa que pusieron en esa flecha… me ha provocado efectos secundarios o algo así.

–O puede que sea simplemente el propio agotamiento. Recuerda que no hemos parado en toda la noche.

–Mira en mi mochila, creo que me quedan analgésicos ahí –le señalo con el dedo–. Eso por lo menos me aliviará la fiebre.

Josh hace lo que le digo y me entrega un analgésico acompañado de una botella de agua para que pueda tomármelo. Me incorporo un poco y hago un esfuerzo para tragarme la pastilla. Siempre he tenido problemas para tragarlas. Es algo que me viene desde pequeña.

–Gracias, doctor Joshua.

–No me llames así.

–Joshua es tu nombre –le recuerdo.

–Josh es mi nombre.

–Esa es la abreviatura.

–Hannah, que no me gusta Joshua –me dice muy serio.

–Ya sé algo más para molestarte –digo por lo bajo.

–¿Qué has dicho? –me mira con el ceño fruncido.

–Que lo respeto.

–Muy bien, pues ahora tengo que curarte algunas heridas que te has hecho en esa pelea.

–Puedo hacerlo yo sola.

–Tú preocúpate por descansar ahora –por la forma de decirlo ha sonado como una orden, así que yo permanezco quieta en mi sitio mientras él saca de su mochila una gasa, aplicando en ella un poco de antiséptico para desinfectar.

–Sé gentil –le pido.

–Tendría motivos para no serlo después de que me hayas llamado Joshua –dice con una sonrisa traviesa.

–Josh, soy sensible para estas cosas.

–Pero no para meterte en una pelea, ¿eh? –se ríe, y justo después la gasa entra en contacto con un corte de mi cara, lo que provoca que me estremezca.

–¡Au!

–No te muevas –toma mi cara con la mano que no está utilizando para sostenerla. Inmediatamente siento esa sensación rara en mi estómago de nuevo, como mariposas. Le miro fijamente mientras lo hace, observando cada detalle de su cara.

Le tengo cerca, muy cerca…

–¿Por qué me miras así? –su pregunta me saca de ese trance en el que estaba.

–¿Eh?

–¿En qué estabas pensando?

–En nada –miento.

–Tu boca podrá mentir pero tus ojos no –retira la gasa de mi cara para coger otra limpia y dedicarse a curar la herida que hizo la flecha en mi brazo.

–No sé de qué estás hablan... ¡Au! –vuelvo a quejarme cuando siento la gasa entrar en contacto con otra herida. En esta escuece más porque es más grande y profunda.

–Eres una quejica.

–Vete a la mierda, Joshua.

–¿Otra vez? –me da una mirada asesina.

–Lo digo con cariño.

–Bueno, esto ya está –retira la gasa, bajando mi manga a continuación–. Ya podemos dejar de molestarnos mutuamente.

–Genial –dejo caer mi cuerpo completamente sobre la arena, y él se echa a mi lado.

–No nos debe de faltar mucho, lo sabes, ¿verdad? –me dice.

–Sí... y si te digo la verdad, estoy algo nerviosa.

–Los nervios van de la mano del miedo.

–No es exactamente miedo lo que siento, es solo que me inquieta no saber lo que pasará cuando tengamos a ese hombre cara a cara –le confieso.

–En eso concuerdo contigo, pero creo que lo peor ya ha pasado. ¿Qué puede salir mal a estas alturas?

–No sé, se me pasan mil cosas por la cabeza... –me tapo la cara con las manos debido a la frustración.

Entonces siento cómo Josh se incorpora y se acerca más a mí, nuestros cuerpos casi rozando. Suavemente, retira mis manos para que sus ojos verdes se encuentren con los míos. Por segunda vez en la noche, reaparece esa sensación en el estómago de estar en una montaña rusa.

¿Qué demonios me pasa?

Creo que es la fiebre.

–Estamos juntos en esto, pase lo que pase –me dice con mucha seguridad en sus palabras, sonando como una promesa.

–Wow... quién te ha visto y quién te ve.

–¿Eso qué significa?

–Que pareces otro.

–Nah, no creo –se pone de lado y con una mano sostiene su cabeza mientras mantiene su mirada posada en mí.

–Josh, para un momento y piensa en el que eras antes. Luego compara esa persona con la de ahora. Dime, ¿tienen algo que ver?

–Yo me sigo viendo igual de sexy –hace un gesto con su brazo para sacar músculo, a lo que yo solo pongo los ojos en blanco.

–¿Ves esa nube? –se la señalo con el dedo.

–Sí.

–Pues hasta ahí llega tu ego.

–Esa fue buena –se ríe.

–Por cierto, tengo una duda sobre algo que dijiste antes –cambio de tema.

–Dime.

–¿A qué te referías con eso de "tu boca podrá mentir pero tus ojos no"?

–Yo me entiendo –sonríe, luego aparta la mirada para fijarla al frente.

–Y yo quiero entenderte –insisto.

–Sé cuál va a ser tu reacción si te lo digo.

–Eso no lo puedes saber.

–También sé que lo vas a negar hasta la saciedad –añade.

–¿El qué?

–Que sientes algo por mí.

–¡¿Que yo qué?! –me levanto de un salto y le doy la espalda–. Dios, tu ego llega hasta el espacio.

–Y señoras y señores, aquí tenemos a Hannah Evans negando las cosas tal y como se esperaba –dice al mismo tiempo que se sienta con las piernas flexionadas. No puedo verlo, pero sé que tiene esa sonrisa pillina en la cara.

–No lo estoy negando tampoco –susurro en un tono prácticamente inaudible.

–Te he escuchado.

–Yo no dije nada –me volteo rápidamente para quedar nuevamente frente a él.

–Entonces ahora oigo voces.

–Puede ser.

–Hannah, en serio, ¿hasta cuándo lo vas a seguir ocultando?

–Mira, a mí no me líes. Yo no estoy aquí para esto.

–Y tú tampoco eliges esto. No puedes decirte a ti misma cómo sentirte. Hay algo llamado sentimientos, los cuales actúan por sí solos.

Se me escapa una risita.

–Bájate de Egolandia y vuelve al planeta Tierra. Ah, y deja también las frases clichés.

Los Supervivientes De La TraiciónWhere stories live. Discover now