Capítulo 30: La despedida.

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Después del intenso partido, todos tenemos mucha hambre. Victoria se ofrece a hacer la cena y los demás ayudamos a poner la mesa. Prepara un poco de pasta, un plato que a todo el mundo le gusta. Mientras cenamos, los chicos y yo le hablamos un poco sobre nuestra vida cotidiana en la base.

Más tarde, Noah, con la barriguita llena después de haberse comido una buena ración de pasta y haber estado jugando durante todo el día, empieza a bostezar, señal de que el sueño se está apoderando de él.

–Creo que ya va siendo hora de dormir, pequeño Noah. Hoy has jugado mucho –dice cariñosamente Jacob, luego se dispone a cogerlo en brazos para llevarlo a su cama.

–Quiero que mi amigo Marcus duerma conmigo –dice de repente el niño con esa voz tan dulce.

–Hijo, Marcus también está cansado y necesita descansar. Mañana le espera un día muy largo –le explica para tratar de hacerle entrar en razón.

–Yo también quiero dormir con mi amigo Noah –dice Marcus, al niño se le ilumina la cara de felicidad inmediatamente con sus palabras.

–¿Seguro? –Jacob insiste, y él asiente con la cabeza.

–La habitación de Noah es la primera a la izquierda –deja al niño en el suelo–. En su habitación hay una litera. Él duerme en la cama de abajo porque todavía es pequeño y nos da miedo que se caiga. Tú puedes dormir en la de arriba –le explica.

–Sin problema –dice Marcus con una sonrisa, luego agarra de la mano al pequeño y desaparecen por la escalera.

–Se han hecho inseparables, ¿eh? –dice Jacob cuando ya se han ido.

–Mañana la despedida de esos dos será dura –añade Amie.

Tras fregar los platos, Amie conduce a su hermana a la habitación que prepararon para ella tras enterarse que se vendría a vivir. Luego, ella y Jacob se van a su dormitorio a dormir; Josh y yo nos quedamos en el salón. Esta noche dormiremos en unos viejos pero cómodos sofás. Nos han dejado también unas mantas y unos cojines mullidos para acomodarnos.

Por lo tanto, me quito las botas y me suelto el pelo de la coleta que he llevado durante todo el día. Me lo acomodo un poco, dejándolo caer sobre mis hombros. A continuación me acurruco en el sofá, cubriéndome hasta el cuello con la manta.

–Te ves inofensiva así –me dice Josh, el cual ya está acostado y ha estado mirándome con atención todo el tiempo.

–Tú también –le respondo–. Pareces un niño que ha estado viendo una maratón de pelis de Disney y ahora va a quedarse dormido.

–Hoy, dentro de lo que cabe, me lo he pasado bien –admite con sinceridad.

–Se te ha notado.

–¿En serio? –se tumba de lado en el sofá que está enfrente del mío, clavando su mirada en la mía.

–Sí –asiento con la cabeza–. Deberías hacerlo más.

–¿El qué?

–Dejarte llevar y disfrutar un poco –y tras decirle eso, me giro en mi sofá de manera que ahora le doy la espalda. Cierro mis ojos y me acurruco más entre mi manta.

A la mañana siguiente, el pequeño Noah nos despierta jugando con sus juguetes en el salón. Toda la gente ya se ha levantado cuando miro el reloj de encima de la chimenea y veo que son las nueve en punto.

–Buenos días –nos dice Amie a Josh y a mí una vez nos ve despiertos.

Cuando nos levantamos del sofá, ordenamos los cojines y doblamos las mantas. Me calzo y me recojo el pelo en un moño despeinado. Después nos acercamos a la mesa a desayunar junto a los demás. Nos sirven un tazón de leche con cereales que sorprendentemente está bastante bueno. Entre charlas el desayuno se pasa volando. Victoria y yo nos ofrecemos a recoger la mesa y también a fregar los platos. Después, llega el momento de la despedida.

Y aunque suene muy cliché, odio las despedidas.

–Muchas gracias por todo lo que habéis hecho por nosotros. Sois una familia encantadora –les digo con una sonrisa cuando nos encontramos en el porche principal, a punto de marcharnos.

–Os deseamos mucha suerte y esperamos volver a veros algún día. Ya sabéis que siempre seréis bienvenidos en este hogar –nos dice Amie, seguido de la calidez de su sonrisa.

A todo esto, Noah se ha quedado muy callado. Sabe que ya nos tenemos que ir. Marcus se da cuenta y se dirige a él muy cariñosamente.

–Me has caído genial, Noah. Seguro que volvemos a vernos muy pronto y podemos echar otro partido como el de ayer –le abraza–. Pórtate bien y no estés triste, ¿vale?

–Chi –dice Noah con su vocecita angelical.

–Choca esos cinco, pequeñajo –le dice, y ambos hacen el gesto con una sonrisa.

–¿Me das un abrazo a mi también? –le pregunto mientras me agacho para ponerme a su altura.

El niño se lanza a mis brazos sin dudarlo y yo le doy un achuchón muy fuerte. Después hace lo mismo con Josh.

Antes de irnos definitivamente, Jacob nos da algo de munición y suministros por el estilo que nos pueden venir bien. También nos indica cómo llegar hasta Charleston. Les agradecemos una vez más su generosidad y nos ponemos en marcha para continuar con nuestra aventura.

Cuando ya nos hemos alejado un poco de la casa, me volteo y veo que Noah está en brazos de su tía. Nos está diciendo adiós con su pequeña mano. Yo le imito, e incluso en la distancia, soy capaz de ver la sonrisa con hoyuelos del pequeño.

Es un amor.

Toda su familia es un amor.

Probablemente nunca les habríamos conocido si no nos hubiéramos embarcado en esta misión. Nunca habríamos conocido a gente tan generosa que te hace creer y tener esperanza nuevamente en las personas.

A día de hoy, todo el mundo compite por sobrevivir. Tienes dos opciones: o matas o te matan. La humanidad se ha cegado tanto en ese lema que algunos han borrado de sus mentes el concepto de empatía.

En cambio, esta familia nos ha dado una buena lección y nos ha demostrado que todavía quedan personas buenas en el mundo, personas que están dispuestas a ayudarte porque cualquier día pueden verse en el mismo apuro que tú.

El futuro nunca ha estado definido ni determinado por nada, todo puede cambiar de la noche a la mañana. Pero siempre se puede encontrar algo bueno dentro de lo malo.

Siempre.

Los Supervivientes De La TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora