Capítulo 39: "Pero me tienes a mí".

17 1 0
                                    

El final del camino nos conduce hasta una estrecha carretera de montaña. No estamos muy lejos de la costa, puedo oír el mar desde aquí. Pero entonces nos encontramos con un camión abandonado en mitad de la carretera. Su parte trasera está abierta y en su interior aún permanecen las cajas que un día transportaba. Como soy demasiado curiosa, no puedo evitar bajar de Spot y subirme a él para ver lo que contienen. Mientras tanto, Josh hace de vigilante con los caballos. 

–Solo hay ropa –le digo, a lo que él no me contesta; tampoco me mira. Su mirada está fija en algún punto del horizonte–. ¿Josh? ¿Me estás escuchando?

–¿Has dicho que hay ropa ahí?

–Sí.

–Coge lo primero que veas –comienza a bajarse de Spirit.

–¿Qué? ¿Para qué? –mi rostro se llena de confusión.

–Tú haz lo que te digo –se sube al camión y empieza a rebuscar entre unas cajas, por lo que yo simplemente le imito.

Encuentro una camiseta blanca de manga corta y unos vaqueros oscuros desgastados que podrían servirme. Me escondo detrás de unas cajas colocadas de manera vertical para que Josh no pueda verme mientras me cambio.

–Te juro que como mires te pego un balazo.

–Ja, ni que tuviera intención de mirar –dice en un tono burlón.

–Bueno, ¿y vas a decirme a qué se debe este cambio de look? –le pregunto mientras me pongo la camiseta.

–Me ha parecido ver Encapuchados cerca.

–¿Cómo has dicho? –asomo mi cabeza entre las cajas y le veo en ropa interior–. ¡Ah!

–¡No mires! –se sube rápidamente el pantalón corto vaquero que ha cogido.

–¡Perdón, perdón! –me vuelvo a esconder entre las cajas, deseando poder ocultar también el tono colorado de mi cara.

–Termina de vestirte y no seas tan pillina.

–¡No lo hice a propósito! –le digo nerviosamente a la vez que subo la bragueta de mis pantalones, él se ríe por lo bajo.

–Bueno, yo ya estoy.

–Y yo –salgo de detrás de las cajas y ambos nos repasamos con la mirada.

Josh se ha puesto una camiseta gris de tirantes y un pantalón corto vaquero también desgastado. Al igual que yo, conserva sus botas militares ya que aquí no hay nada de calzado.

–Suéltate el pelo.

–¿El pelo también?

–Y rapidito, que tenemos prisa.

Madre mía, cómo estamos hoy...

Empiezo a deshacer la trenza rápidamente con mis dedos, dejando caer las leves ondas de mi pelo sobre mis hombros. Y una vez tengo el pelo completamente suelto, me lo pongo hacia un lado.

–El toque final, señorita –se dispone a ponerme una gorra en la cabeza, pero yo le freno.

–De ninguna manera.

–Venga.

–Las gorras me hacen la cabeza muy grande.

–Ya eres una cabezona de por sí –me la pone finalmente en la cabeza, luego me da la espalda para coger algo de una caja.

–Arg, te odio –gruño por lo bajo.

–Y yo soy el más cool con esto –se voltea de nuevo hacía mí, esta vez llevando unas gafas de sol.

–Ay, Josh –trato de contener la risa.

–¿Qué?

–Pareces una mosca –me río.

–¿Ah, sí?

–Sí, eso explica que a veces seas tan molesto.

–Gracias por el cumplido –dice con ironía–. Ahora tenemos que irnos.

Tras bajar del camión, volvemos con los caballos. Nos subimos a ellos y retomamos la marcha para continuar por la carretera. Cruzo los dedos de los pies si hace falta para no encontrarme con ellos.

–Es que no parecemos nosotros –le digo.

–Esa es la idea –se baja las gafas de sol y me guiña un ojo.

No mucho tiempo más tarde, les vemos andando por el arcén de la carretera. Mi corazón hace una voltereta hacia atrás en mi pecho cuando me doy cuenta de que nos vamos a cruzar. Agarro las riendas con fuerza y trato de calmarme.

Mostrarme nerviosa solo conseguiría delatarme.

–Pst –Josh me llama–. Tranquila, yo me encargo –me susurra, a lo que yo simplemente asiento con la cabeza.

–Hola –nos dan el alto dos hombres–. Estamos buscando a dos militares, en concreto a un chico y a una chica –puedo notar los latidos acelerados de mi corazón contra mi pecho, mi boca se siente seca–. Los dos son fáciles de reconocer porque siempre van con sus uniformes de camuflaje militar. ¿Los habéis visto?

–Qué va, nosotros no hemos visto a nadie. Sentimos no poder ayudaros –dice Josh.

–Está bien –le da una mirada rápida a su compañero, para después volver a mirarnos a nosotros–. ¿Puedo haceros una pregunta de todas formas?

–Sí –responde con seguridad.

–¿A dónde os dirigís? Lo pregunto porque es raro ver a gente moverse por aquí. Esto está muerto.

–Hemos salido simplemente a dar una vuelta con nuestros colegas –Josh acaricia el cuello de Spirit–, ¿verdad? –desvía su mirada hacia mí para que intervenga.

–Así es. Nos gusta salir a montar con ellos –sonrío forzosamente.

–De acuerdo. En ese caso no os molestamos más. Por cierto, bonitos caballos.

–Gracias –decimos los dos al unísono. 

Los Encapuchados se van y yo ya puedo volver a respirar con normalidad. No sé si habrá colado todo el paripé que hemos montado o si habrán sospechado algo. El caso es que ya sabemos que nos están buscando. Y muy seriamente.

–Tu plan ha funcionado –le digo con una sonrisa.

–No sé ni cómo lo he hecho –se quita las gafas y las lanza con fuerza contra el suelo–. No sé ni cómo no me he lanzado sobre esos hombres para partiles la boca.

–Vale, tienes que tranquilizarte –me quito la gorra también, llevarla ya es una tontería.

–Cuando hemos visto a esa gente, solo se me ha venido a la cabeza la imagen de mi hermano agonizando en el suelo mientras se desangraba –hace una pausa–. Y no pararán hasta que nosotros acabemos igual.

–Josh...

–Él era mi motivación, Hannah.

–Estuviste muchos años sin él, sin tener ningún tipo de contacto...

–Pero no quería volver a perderle –sus ojos se llenan de lágrimas–. Y ahora le he perdido definitivamente.

–Pero me tienes a mí.

–Y eso es lo que más miedo me da –una lágrima desciende por su mejilla–, perderte a ti también.

–No me perderás.

–No prometas cosas que no dependen de ti.

–Si hay algo que me impida permanecer en tu vida, entonces solo podremos quedarnos con lo que hemos vivido. Pero si de mí misma depende, te aseguro que me voy a quedar.

Como si de efecto inmediato se tratase, a Josh le cambia por completo la expresión de la cara y consigo sacarle una sonrisa con mis palabras. E inevitablemente, me la contagia a mí también.

–Y te diré una última cosa –nos miramos a los ojos–. No me he rendido nunca, así que no creas que ahora haré una excepción. ¿Sabes lo que eso significa?

–Sí. Hannah tiene que dar mucha más guerra.

–Y Josh también.

Los Supervivientes De La TraiciónWhere stories live. Discover now