Capítulo 9: "Estas chicas son buenas".

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Todos nos armamos de valor y comenzamos a caminar por la vieja autopista, el silencio presente entre nosotros. He de decir que no es fácil porque tenemos que pasar entre los coches como podemos, ya que están todos apelotonados. Pero una vez salimos de la autopista, llegamos a la verdadera ciudad.

–Dios... –Josh es lo único que consigue decir por la impresión.

–Y pensar que hace unos años esto estaba lleno de vida –añade Layla con nostalgia.

No es la primera vez que vemos un paisaje así. De hecho ya deberíamos de estar acostumbrados. Sin embargo siempre impacta, y más cuando recuerdas que un día todo esto estaba bien. Los cuatro nos detenemos un momento para admirar cada detalle. Es realmente increíble, en el mal sentido, obviamente.

Los edificios están completamente dañados y reventados por los ataques que han sufrido por los infectados; en las calles hay coches oxidados y otros escombros que dificultan el paso.

–Hannah, ¿tienes idea de por dónde tenemos que ir? –me pregunta Marcus cuando vuelve a la realidad, yo inmediatamente decido centrarme también.

–A ver... déjame pensar –miro el mapa con atención–. Creo que podríamos ir al edificio de oficinas. Esa sería nuestra primera parada.

–¿Y sabes llegar?

–Eh, bueno... me sé orientar bastante bien con mapas. Vosotros seguidme y cubridme si nos encontramos con enemigos.

Me adentro por las calles que son accesibles y mis compañeros me siguen en todo momento tal y como les pedí. Nadie saca ningún tema de conversación durante el camino porque todos estamos concentrados en lo que tenemos que hacer. Es evidente que la tensión y la incertidumbre también influyen en que estemos tan callados.

Estamos a punto de llegar al primer edificio cuando de pronto veo cuatro infectados en la entrada principal de las oficinas. Me paro en seco para no seguir por ese camino antes de que nos detecten. No me apetece tener ya el primer encuentro con esas cosas.

–No sigáis andando –les ordeno en voz baja.

–¿Qué pasa? –me pregunta Josh, que va detrás de mí. Yo me aparto para que pueda ver lo que hay. –Ah, genial. Bueno, yo propongo darnos la vuelta –dice con una sonrisa inocente.

–¿Qué hacemos ahora? No podemos entrar por ahí –dice Layla.

–Una opción es rodear el edificio y acceder por una de las ventanas de la planta baja –propone Marcus.

–Me gusta esa opción –le digo.

Por lo tanto, rodeamos el edificio en sigilo y buscamos la ventana más próxima al suelo para acceder. En cambio es bastante alta y no podemos subir por nosotros mismos. Así que primero, los chicos nos ayudan a Layla y a mí a impulsarnos. Después, Josh impulsa a su hermano y consigue subir.

–Dame la mano y te ayudo –le dice Marcus cuando ya solo falta él por subir.

Josh pega un salto y se aferra a su mano. Marcus tira de él para subirlo, logrando así que entre también. Ya estamos todos en el interior del edificio, pero antes de seguir avanzando ideamos una estrategia para atacar, ya que no debe faltar mucho para enfrentarnos a los primeros infectados.

Decidimos utilizar la estrategia que nos recomiendan siempre para estos casos: ir de dos en dos para que si uno está atacando y tiene problemas, el otro pueda ayudarle. Nos organizamos de manera que Marcus y Layla irán delante mientras que Josh y yo iremos unos metros por detrás de ellos.

Una vez está todo hablado y planeado, comenzamos a andar despacio por la habitación en la que nos encontramos, la cual parece ser el antiguo cuarto de limpieza. Marcus se aproxima a la puerta, comprueba que no hay peligro y nos hace un gesto con la mano para indicarnos que está todo despejado.

Seguimos avanzando hasta que llegamos a la recepción de las oficinas. Veo un viejo cartel colgado del techo, en el que se indican las distintas plantas que hay.

–Ahora mismo nos encontramos en la recepción, o lo que es lo mismo, la planta baja –razono en voz alta–. Por encima de nosotros hay dos plantas más y por debajo tenemos el parking.

–Podríamos probar a subir a las plantas superiores para mirar si hay alguna salida por una azotea –propone Layla–. Siempre es mejor buscar ese tipo de salidas y moverse por sitios altos para evitar el contacto con los infectados.

–Buena idea –dice Marcus–. Los infectados suelen estar en zonas bajas. Rara vez se encuentran en sitios de elevada altura.

–Sí, desde luego que el parkour no es lo suyo –dice Josh en un tono burlón, lo que provoca la risa de todos.

Nos dirigimos hasta las escaleras que conducen hasta la primera planta. Las subimos sigilosamente y empezamos a escuchar los típicos sollozos de los infectados. Nos movemos intentando hacer el menor ruido posible para quedarnos en la puerta de las oficinas agachados, uno detrás de otro.

–Puedo ver a seis infectados, pero tres se encuentran de espaldas –susurra Marcus, que se encuentra en cabeza.

–Acabamos primero con esos tres y vamos a por los otros cuando estén abatidos –indica Layla–. Así será más fácil.

Ellos son los primeros en entrar a la sala. Josh y yo les seguimos hasta que nos encontramos todos dentro. Conseguimos cubrirnos detrás de unos escritorios sin ser vistos y neutralizamos a los tres más sencillos desde nuestras posiciones. Los otros se alteran con el sonido de los disparos y comienzan a gritar mientras se mueven por toda la sala en nuestra busca.

Antes de que se descontrole la situación, consigo disparar a uno en la cabeza y a otro en la pierna. Layla remata al que dejé tocado y acaba de dos disparos con el otro que quedaba. Josh y Marcus nos miran impresionados con la hazaña que acabamos de realizar.

–Estas chicas son buenas –le dice Marcus a Josh.

–Yo no me metería con ellas.

Layla y yo nos miramos con una sonrisa y chocamos los cinco. Estamos realmente contentas con nuestro trabajo en equipo.

–Si tenéis problemas, solo llamadnos –Layla les guiña un ojo.

Y tras eso, decidimos investigar un poco la sala. Mi compañera y yo inspeccionamos por la zona de los escritorios. En uno de ellos veo algo que me llama la atención. Es un marco de fotos, el cual tiene algo de polvo, por lo que le paso la mano para quitárselo.

La fotografía se deja ver y puedo reconocer al que parecía ser uno de los oficinistas que solía trabajar aquí. En la imagen se le puede ver con la que deduzco que sería su mujer y su hijo, de unos cinco o seis años tal vez. Entonces un sentimiento raro se remueve en mi interior...

Los recuerdos de mi familia aparecen en mi mente.

–Hey, ¿estás bien? –Layla me saca de mis pensamientos cuando siento su mano sobre mi hombro.

–Sí, yo solo... lo siento –dejo la foto donde la encontré.

–¿Continuamos? –me pregunta con el ceño fruncido, yo respiro profundamente y asiento con la cabeza a modo de respuesta.

Los Supervivientes De La TraiciónTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon