Capítulo 14: Maldito callejón.

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–¿Has encontrado algo más? –me pregunta Layla una vez estoy fuera, yo niego con la cabeza–. Bueno, yo creo que ya tenemos suficiente de todas formas.

Entonces los chicos se acercan a nosotras. Por la expresión de sus caras diría que están contentos. Han debido de encontrar o averiguar algo positivo.

–Chicas, hemos encontrado la manera de salir –empieza Marcus a decirnos, nosotras le escuchamos atentamente–. Al igual que hemos subido por una escalera podemos bajar por otra –hace un gesto con la cabeza a su derecha–. La gente que se encontraban aquí aprovechó el callejón que hay varios metros abajo para acceder al exterior sin tener contacto con los infectados. Hay unas vallas de alambre que bloquean tanto el final como el principio del callejón –con su dedo traza todo el lugar para mostrarnos–. El final comunica con el parking y el principio con la carretera que tenemos que tomar para salir de la ciudad.

–Vale. Hagámoslo –dice Layla con seguridad. Los chicos son los primeros en bajar.

–¡Joder! –escuchamos que Josh maldice desde abajo.

–¿Qué te pasa? –me asomo por la azotea para preguntarle.

–¡Hay por lo menos unos diez infectados al final del callejón y van a tumbar la valla! –las palabras salen de su boca tan rápidamente que me cuesta hasta entenderle.

–Siempre igual –protesto por lo bajo mientras me dispongo a bajar–. ¡No pasa nada, nosotros seremos más rápidos! –trato de mantener la calma.

Sin embargo la madera de la escalera está podrida y es muy inestable. Trato de bajar deprisa, pero al final me veo obligada a reducir la velocidad. La escalera puede desprenderse sin previo aviso, y tampoco me apetece morir así.

Si muero, la verdad es que prefiero que sea una muerte más digna.

–Es para hoy, ¿eh? –Josh me mete prisa.

–¡Cállate! ¡No quiero matarme!

Por fin llego abajo. Ya solo falta nuestra compañera por bajar. A todo esto, los infectados se están volviendo locos. Sus gritos me están levantando dolor de cabeza, esas cosas no saben callarse nunca. Y tampoco debe de faltar mucho para que echen abajo la valla.

Se nos acaba el tiempo. Tenemos que irnos de aquí ya.

–Voy a dispararles –Marcus carga su arma.

–No, no tiene sentido –le frena su hermano antes de que lo haga–. Son demasiados y solo vas a malgastar munición.

Mientras tanto, Layla empieza a bajar. Todo va bien. Ella me imita y baja también despacio. Pero entonces, cuando va por la mitad, la escalera se desprende. A los chicos y a mí se nos hiela la sangre al ver a nuestra compañera caer desde tan alto. Ella solo puede emitir un grito.

–¡¡¡Layla!!! –exclamamos todos cuando impacta contra el suelo. Nos acercamos rápidamente a ella mientras que los infectados ya casi han entrado al lugar. Por un momento ignoramos eso, y afortunadamente podemos decir que nuestra compañera está viva.

–Dios, esto duele como el infierno –se retuerce de dolor–. Creo que me he roto el tobillo.

Marcus levanta un poco su pantalón para mirarlo, y en efecto, tiene una fractura importante. No añadiré muchos detalles, solo diré que tiene el hueso apuntando en cualquier dirección menos en la que debería estar.

–Madre mía… ¿ahora qué hacemos? –nos pregunta a Josh y a mí como si supiéramos la respuesta–. No puede andar así, mucho menos correr.

–Marchaos –las palabras de nuestra compañera nos pilla por sorpresa a todos. Nos quedamos realmente impactados, más todavía si es posible.

–¿Qué? –pregunta Marcus con los ojos como platos. No se cree lo que acaba de oír.

–Que os marchéis –le repite, y en su voz puedo notar su angustia. Es obvio que en realidad no quiere que la dejemos aquí tirada, como si fuera un perro o cualquier animal apunto de ser abandonado.

¿Quién sí querría?

–Layla, no vamos a abandonarte –le dice seriamente su novio.

–¿Y qué otra opción tenéis? ¿Permanecer aquí a esperar que esas cosas revienten la valla y os maten también? Yo no puedo continuar, pero vosotros sí.

–No. No podemos dejarte aquí sin más –insiste, negándose a la idea de abandonarla.

–Marcus, no arriesgues tu vida y la de tus compañeros de esta manera. Tenéis que seguir sin mí –la voz se le quiebra, sus ojos se cristalizan.

–Layla… joder, yo... –la voz de Marcus también se quiebra. Ella se lanza a abrazarle, un gemido de dolor se le escapa en el acto. Josh y yo nos miramos por unos segundos. En su mirada puedo ver que está tan conmovido como yo.

Entonces siento que se me hace un nudo en la garganta. No quiero presenciar este momento. No estoy preparada para afrontar la primera pérdida. De hecho, no lo estoy para ninguna.

–Lucha por mí. Te quiero –Layla le susurra entre sus brazos, sin poder contener las lágrimas apenas.

–Yo te quiero más, mucho más –un beso corto sella su amor para siempre antes de que infectados sin control entren al callejón.

Sintiéndolo mucho, empezamos a correr y la dejamos atrás. Los infectados se abalanzan sobre ella en cuestión de segundos. Marcus, como si fuera masoquista, se detiene un momento para mirar la horrible escena. Josh echa la vista atrás y decide ir a por él.

–¡No te pares, joder! ¡Sigue! –le agarra del brazo y tira de él para que siga corriendo.

Continuamos hasta el final, escalamos por la otra valla y vamos a parar a la carretera. Justo después, Marcus cae derrumbado de rodillas contra el asfalto. Su llanto desconsolado me rompe el corazón.

–La hemos abandonado… la hemos abandonado, joder –dice entre sollozos.

–No podíamos hacer nada por ella –Josh trata de consolarle, en cambio su hermano ahora mismo está roto y sus palabras no tienen ningún valor.

–Estábamos… nosotros estábamos esperando a nuestro primer hijo –confiesa con la voz ronca. Yo siento una punzada en el estómago y mis ojos se abren en sorpresa.

–¿Layla estaba embarazada? –pregunta muy sorprendido, ya que al igual que yo, también desconocía la noticia.

–De nueve semanas –continúa diciendo. Entonces los ojos de Josh se fijan en mí, no sabe muy bien qué decir en esta situación tan delicada. Entonces entiendo que tengo que intervenir.

–Hey, Marcus, escúchame –me agacho para hablar con él. Levanta su mirada y en sus ojos puedo ver reflejado lo destrozado que está. Realmente me duele verlo así–. Desde el primer momento sabíamos que algo así podía pasar. Le ha tocado a Layla como le podría haber tocado a cualquiera de nosotros. La supervivencia es así de jodida, pero no por eso puedes resignarte a que esto te frene. Tienes que ser fuerte y seguir hacia delante por mucho que cueste –hago una pausa para pensar en las palabras exactas que quiero usar a continuación–. No es fácil, ya sé que no lo es… pero también sé que tú puedes. Nos tienes a tu hermano y a mí. No estás solo en esto, ¿vale?

Permanece por unos instantes mirándome directamente a los ojos. Luego agacha su mirada, reflexionando sobre lo que le acabo de decir.

–Vale –dice al fin.

Me incorporo y le ofrezco mi mano para que se levante también del suelo. Marcus se seca las lágrimas con el dorso de su mano y se incorpora con mi ayuda. Justo después, nos damos un abrazo de piña los tres.

Tenemos que apoyarnos tanto en las buenas como en las malas porque, al fin y al cabo, en eso consiste ser un equipo.

Los Supervivientes De La TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora