Capítulo 33: Noche en el bosque.

14 1 0
                                    

Hace ya un buen rato que hemos dejado atrás la escena del crimen. Josh anda cabizbajo unos metros delante de mí. No ha hablado en todo este tiempo. No sé hacia dónde estamos yendo; no sé ni siquiera si por aquí se va a Charleston.

No lo sé.

Lo único que sé es que yo simplemente le estoy siguiendo. Ninguno de los dos tiene la cabeza en su sitio ahora mismo para pensar, no después de presenciar tal tragedia.

La muerte de Marcus me ha conmocionado más que la de Layla. A ella casi no pude conocerla, pero a él sí. Era un buen chico. Si algo me sorprendió de él fue la fortaleza que desarrolló tras perder a su chica. Se convirtió en una persona mucho más fuerte y segura de sí misma. Demostró que a veces es bueno y necesario que el camino se te complique, pues eso es algo que te incentiva más a luchar.

Y por no hablar de lo bien que me caía. Me salvó de aquella vez que pude acabar perdida de barro, por ejemplo.

Entonces, de manera inesperada, Josh se detiene en seco, lo que hace que salga de mis pensamientos. Se da la vuelta y me enfrenta.

–Acabo de recordar que antes se te cayó esto –sin mirarme a los ojos, me entrega el colgante al que tanto cariño le tengo.

¿Qué?

¿Lo había perdido?

–Oh, gracias. Es importante para mí –me lo pongo de nuevo.

No sé si habrá visto la foto que hay cuando abres el pequeño colgante. Él no me dice nada y yo tampoco le pregunto.

Continuamos andando en silencio hasta que empieza a anochecer. Todo el camino en silencio.

Llega un momento en el que estamos tan cansados que ya no podemos dar ni un solo paso más. No podemos seguir. Necesitamos encontrar un sitio donde pasar la noche. Lo malo es que nos encontramos en mitad de la nada, en mitad de un bosque de pinos y cedros. Ha empezado a chispear hace relativamente nada y la lluvia no tardará mucho en intensificarse.

Aunque he de decir que me encanta el olor a tierra mojada.

No hay casas ni ninguna edificación en los alrededores, pero al final nos acabamos topando con un pequeño camping. En él hay varios merenderos, también autocaravanas a las que no podemos acceder porque están bloqueadas por dentro.

Avanzamos un poco más y vemos una tienda de campaña que sorprendentemente aún sigue bien montada. Es posible que alguien haya estado aquí, no obstante en su interior lo único que encontramos es una revista y una manta vieja. Por lo tanto, deducimos que actualmente no pertenece a nadie.

Josh y yo nos metemos dentro para resguardarnos del diluvio que está cayendo fuera. Estamos empapados. No podemos encender un fuego para calentarnos. Y por si eso fuera poco, ha entrado agua dentro de nuestras mochilas y se nos ha mojado todo lo que llevamos dentro. Por suerte todo sigue teniendo utilidad, en cambio no podemos usar los sacos de dormir porque también se han mojado.

Moriremos antes de hipotermia que de este puñetero virus.

Tenemos mucho frío, estamos tiritando. No nos queda alternativa. Cojo la manta vieja y la uso para cubrirnos. Nos tumbamos el uno al lado del otro para darnos calor. Puedo sentir cómo Josh tirita y se pega más a mí para librarse del frío que se nos ha metido hasta los huesos. Cierro los ojos y oigo cómo las gotas de agua chocan contra la tela de la tienda de campaña. Es un sonido relajante que debería ayudarme a dormir, y más estando cansada por todo lo que ha pasado hoy.

Pero no puedo.

Mi cerebro, en vez de tratar de descansar, se pone a recordar todas las desgracias que han pasado hasta ahora. Intento pensar en otra cosa, de verdad que lo intento, pero tampoco puedo. Me atormentan los recuerdos de las pérdidas de nuestros compañeros. Me da mucho miedo, me aterra el hecho de que Josh acabe como ellos y me quede sola. No puedo quedarme sola otra vez.

Sé que esta vez no sería capaz.

No sin él.

A la mañana siguiente, me despierto con el ligero canto de unos pájaros. Ya no llueve. Estoy acostada de lado y con la cabeza apoyada en el hombro de Josh; él ya está despierto cuando le miro.

–Buenos días –le digo, alejándome un poco de él.

No sé en qué momento acabamos en esa posición...

–Hey –me contesta con la voz ronca.

–¿Cómo te encuentras?

–Típica pregunta absurda –sonríe falsamente.

–Lo siento, es que yo no...

–Nos espera un largo día –me corta–. Hay que seguir –evade la conversación abandonando la tienda de campaña.

Exhalo un suspiro. Luego me incorporo, mi cabeza rozando el techo de la tienda de campaña. Me hago una trenza con el pelo enredado. Salgo afuera y veo que el cielo está completamente despejado. Hoy brilla el sol y la temperatura es más o menos agradable.

Tenemos comida de sobra gracias a Amie y su familia. Los suministros que nos dieron nos servirán para aguantar unos días más. Desayunamos en silencio. Josh tiene la mirada fija en los árboles del bosque, los cuales mueven sus ramas al compás de la leve brisa matutina. Mientras tanto, yo simplemente le miro de reojo sin pronunciar palabra. No quiero agobiarle.

Sé por lo que está pasando.

Los Supervivientes De La TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora