Capítulo 42: Cabalgando entre disparos.

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Abandono el lugar algo aturdida todavía por todo lo que acaba de pasar. Mientras camino para intentar orientarme un poco, me toco mis doloridas mejillas. El contacto de las yemas de mis dedos contra ellas me hace estremecer y retirarlos inmediatamente. Luego mi mirada baja hasta mis manos, las cuales están manchadas de sangre y algo inflamadas como resultado de la pelea.

Entonces encuentro una ventana. Miro a través de ella y me doy cuenta de que, efectivamente, estoy dentro de un barco. No es muy grande, pero parece que quedó encallado en el puerto de la playa.

–Tengo que encontrarle –me recuerdo en voz baja a mí misma.

Sigo caminando a paso lento y en sigilo. No he visto a nadie más por aquí, aunque tampoco espero hacerlo. Bajo por unas escaleras oscuras que conducen a la bodega del barco. 

Ni siquiera sé si estoy yendo por buen camino o si solo me estoy adentrando en la boca del lobo...

Al terminar de bajarlas, me encuentro con una puerta. Tomando una respiración profunda en primer lugar, pongo mi mano temblorosa en el pomo para disponerme a entrar sin hacer el más mínimo ruido.

Cuando lo hago, veo a Josh allí junto a otro hombre. Mi compañero está sin camiseta atado en una silla. En su pecho tiene algunos golpes y rozaduras, como si también se hubiera peleado antes de estar ahí; su frente chorrea sudor.

Afortunadamente, el Encapuchado está de espaldas y no se ha percatado de mi presencia. En cambio Josh sí se ha dado cuenta de que estoy ahí. Sus ojos se han posado en mí y me está pidiendo ayuda con la mirada.

Entonces sé lo que tengo que hacer.

Con navaja en mano, corro hasta el hombre y salto sobre su espalda sin darle tiempo a reaccionar. Nunca pensé que haría semejante brutalidad, pero no me queda otra opción que clavarle el arma en el cuello para que su muerte sea lo más rápida posible. El hombre cae de rodillas al suelo conmigo encima, yo me aparto y dejo que su cuerpo se extienda sobre el lugar.

–¿Qué demonios te han hecho? –me pregunta Josh, no sé si más sorprendido por lo que acabo de hacer o por mi aspecto.

–Me metí en una pequeña pelea –le contesto a la vez que le desato lo más rápido que puedo.

–¿Te duele mucho? –sus ojos se fijan en mis mejillas.

–Estoy bien, no te preocupes –le digo, y justo después logro liberarle por fin–. Bueno, coge tus cosas. Nos vamos de aquí ya.

Mientras que Josh se pone la camiseta, veo que mi mochila está junto a la suya en una esquina de la bodega, así que me la equipo y me armo en condiciones. 

Aparentemente no hay nadie en el viejo barco, por lo que no tenemos problema en salir. Bajamos de él a través de una rampa, y justo en frente, están nuestros caballos en la pasarela del muelle. Nos montamos en ellos y tratamos de hacer el menor ruido mientras nos movemos al paso.

–¡Se escapan! –grita una voz femenina a nuestras espaldas.

Joder.

Allá vamos otra vez.

La mirada de mi compañero se cruza con la mía por un momento. Sabemos lo que tenemos que hacer. En cero coma, comenzamos a cabalgar lo más rápido que podemos mientras ellos tratan de dispararnos. Los tablones de madera del muelle no parecen muy estables, pero no podemos parar.

Estamos huyendo como si la vida se nos fuera en ello, literalmente.

–¡Agacha la cabeza! ¡Están intentando darnos ahí! –exclama Josh.

Para hacerles más difícil la tarea de dispararnos, empezamos a mover a los caballos en zigzag para que así no tengan ángulo para apuntar.

Y funciona.

Llegamos a la orilla. Allí tenemos que saltar algunos escombros que nos encontramos a nuestro paso. Echo la vista atrás y veo a tres personas en el muelle. Ya han dejado de dispararnos, lo han dado por perdido.

Entonces Josh y yo frenamos un poco a los caballos, los cuales están muy nerviosos por toda la acción que se ha dado en tan poco.

–Gracias por salvarme, nunca mejor dicho –me dice cuando ya nos hemos alejado lo suficiente del puerto como para que la tranquilidad haya vuelto a nuestros cuerpos.

–Te lo debía. Tú ya me salvaste una vez.

–Cómo olvidar eso –se ríe–. Casi la palmas en la ciudad nada más empezar.

–Pues creo que ya estamos en paz –le sonrío.

Los Supervivientes De La TraiciónWhere stories live. Discover now