Capítulo 40: Carrera por la playa.

15 2 0
                                    

Tras nuestra pequeña charla motivadora y reconfortante, decidimos continuar con nuestro viaje tomando un desvío de la carretera principal. Cada vez estamos más cerca de la playa, puedo escuchar perfectamente cómo las olas rompen en la orilla. Es un sonido realmente relajante si además tienes en cuenta el leve canto de los pájaros.

Y por suerte no hemos visto por el momento a ningún infectado en esta zona. Esto a veces pasa: a veces hay zonas que están completamente despobladas. Son zonas fantasma en las cuales lo único que queda son los restos de edificaciones que aún pueden mantenerse en pie.

Da nostalgia el simple hecho de pensar que un día estuvieron llenas de vida y movimiento; que había niños que se pasaban las tardes jugando en los alrededores o que por estas carreteras circulaban coches con destino a cualquier parte.

Finalmente, el desvío nos lleva hasta la playa. Según nos dijo Jacob, podíamos ir por la costa para atajar y tardar menos en llegar a Charleston, así que eso es lo que haremos si no hay ningún imprevisto. No sé cuánto nos faltará, pero no creo que estemos a más de 20 kilómetros.

–¿Te consideras una persona atrevida? –le pregunto cuando ya hemos llegado a la playa.

–¿A qué viene esa pregunta? –me mira con el ceño fruncido.

–Contesta.

–Eh, pues... depende de la situación, supongo –se encoge de hombros.

–¿Echamos una carrera con estos amigos?

–¿Una carrera? ¿Con los caballos? –se ríe como si acabara de contar un buen chiste–. Tú quieres que me caiga de nuevo, ¿verdad?

–Quiero que practiques el galope. Te vendrá bien para situaciones de emergencia.

–¿Tú sabes galopar?

–Eso creo.

–¿Eso crees? –me mira confundido.

–Hace muchos años que no lo hago. Tengo que practicarlo también.

–Esto puede acabar mal –dice por lo bajo.

–Lo pasaremos bien.

–Sí, pero la factura del ataúd te la pasaré a ti si me mato en el intento.

–Tú agárrate fuerte para que eso no pase –le guiño el ojo.

Nos acercamos más a la orilla para que los caballos pueden galopar con más facilidad en la arena húmeda. Acordamos en llegar hasta la primera boya que se encuentra a unos cuantos metros de distancia de nuestra posición inicial. Ganará el primero que llegue.

–Spirit, pórtate bien –se inclina hacia delante para susurrarle al caballo al tiempo que le acaricia.

–A la de tres... –empiezo a decir.

–¡Espera que me prepare! –dice nerviosamente.

–¡Ya deberías estarlo! –finjo que le regaño, aunque por dentro me estoy muriendo de la risa.

–Me estresas, Hannah –empieza a protestar mientras obtiene la postura correcta.

–Estamos esperando por ti –le meto más presión.

–Te odio –dice por lo bajo, sin embargo consigo escucharle. Me tengo que morder el labio inferior para contener la risa.

–¿Estás ya? –le pregunto.

–Sí.

–¿Seguro?

–Que sí –pone los ojos en blanco.

–¿Tienes los pies bien colocados en los estribos?

–¿Lo estás haciendo a propósito? –me da una mirada asesina.

–Solo me estaba asegurando de que estás listo porque... –entonces le doy un golpecito en el lomo a Spot con el talón y empiezo a galopar.

–¡Eres una tramposa! –grita a mis espaldas.

–¡Corre, Spot, corre! ¡Que no nos alcance el pringado que viene detrás!

La misma persona que dijo que le tenía miedo a los caballos, ahora está galopando a toda velocidad por la playa. Increíble, ¿verdad?

Bueno, pues así es Josh Taylor.

Toda esta aventura le está cambiando para bien, le está ayudando a salir de su zona de confort y hacer cosas que él nunca antes habría imaginado que haría. Le está ayudando a convertirse en una mejor versión de sí mismo.

Echo la vista atrás y el Josh de ahora no tiene nada que ver con el de antes, el que empezó en esta locura de experiencia que estamos viviendo. Este Josh es mucho mejor, me gusta más.

A mí también me está viniendo bien todo esto, pues yo antes era una persona que necesitaba tener siempre un plan para que todo estuviera bajo control y saliera perfecto. Es cierto que eso a veces ha tenido su efectividad, pero después de que hayan sucedido cosas tan impredecibles, me he dado cuenta que es mejor no planear nada. Es mejor dejarte llevar y que sea lo que tenga que ser.

No sabemos lo que pasará cuando lleguemos a Charleston. No sabemos lo que nos espera allí, ni siquiera sabemos si seremos capaces de llegar o nos pasará algo por el camino. No sabemos nada, pero lo que sí sabemos es que estamos juntos en esto, que esto es cosa de dos. Me cuesta admitirlo porque yo desde siempre he sido una persona muy independiente, y más en lo que a supervivencia se refiere.

No obstante, sé que yo no habría llegado hasta aquí si Josh no hubiera estado a mi lado. Sin quererlo, se ha convertido en un apoyo muy importante y esencial para mí. Juntos, hemos vivido cosas muy duras en muy poco tiempo, pero quizá todo haya sido una lección más que teníamos que aprender.

Quizá era necesario pasar por tanto dolor para darnos cuenta de lo fuertes que somos.

A todo esto, es la primera vez en todo el viaje que consigo olvidar y desconectar completamente de todo. Hasta ahora no había sido consciente de lo mucho de menos que echaba montar. Me encanta sentir esa adrenalina en el estómago, la reconfortante brisa en la cara, el sonido de los cascos del caballo impactar contra la húmeda arena y las gotitas del mar que te salpican a tu paso. Ese cúmulo de sensaciones dan lugar a una experiencia única.

¿Y cómo va la carrera? Pues Josh ha conseguido ponerse a mi lado, sin embargo Spot es un caballo competitivo por lo que se ve y no se deja adelantar. Yo tampoco se lo permito, así que permanecemos así hasta que llegamos a la "meta".

–He ganado yo por unos centímetros –le digo.

–Exijo el VAR –dibuja en el aire un cuadrado, yo no puedo evitar reírme.

–El VAR dice que no has estado mal, pero que he ganado yo.

–Vamos a dejarlo en empate.

–Pero habrá revancha.

–Y ganaré yo –dice con total seguridad.

–Yo no estaría tan segura –añado por lo bajo.

Nos bajamos de los caballos para dejarles descansar y nos sentamos en la arena. Los dos admiramos el azul océano y la tranquilidad que transmite. Inconscientemente, dejo que mi cabeza se apoye en su hombro. Y es entonces cuando me doy cuenta de lo tranquila, segura y protegida que me siento al lado de este chico.

Me hace sentir algo que nunca nadie había logrado desde la muerte de mi hermana...

Hacerme sentir viva de nuevo.

Los Supervivientes De La TraiciónWhere stories live. Discover now