Capítulo 50: Scott, estamos aquí.

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El hombre, el cual nos dice que se llama Thomas, finalmente acepta colaborar. Sabe que, aunque le quedase alternativa, es lo mejor para que este bucle llegue a su fin. No podemos seguir así. No podemos hacer que esta guerra sea permanente.

Al final, como en cualquier guerra, ha habido daños colaterales. ¿Quiénes los han sufrido? Pues, por ejemplo, Kendall y las demás personas que se quedaron en la base. Ellos realmente no tenían nada que ver con esto. Ellos ni siquiera formaban parte de la misión. Pero sin embargo, han sido los que peor han acabado.

Y eso lo tengo tatuado en el corazón.

–¿Hannah? –la voz de Josh me saca de mis pensamientos.

–¿Huh? –le miro.

–¿Estás bien?

–Sí –miento.

Lo intento, y quiero estarlo. Pero me cuesta después de semejante experiencia.

Sé que al final no ha sucedido nada, que todo podría haber acabado en una tragedia que posiblemente me habría arruinado la vida para siempre. Pero no puedo evitar pensarlo. No puedo evitar pensar en lo que podría haber pasado si Josh hubiera tardado un poco más en aparecer.

Y por estas cosas, tu mente a veces puede ser el peor lugar en el que puedes estar.

–Me gustaría hablar contigo cuando todo esto haya terminado.

–Vale.

–Bien, ya podemos irnos –le indica a Thomas–. Ah, y espero que no hagas ninguna tontería.

Hemos quedado en que él nos guiará hasta la posición de Scott, la cual, según nos ha dicho, es un viejo hotel transformado en una base de seguridad. Como no sería la primera vez que nos mienten sobre el paradero de ese hombre, le hemos obligado a que nos acompañe para que eso no vuelva a pasar.

Thomas es el que va caminando en cabeza, Josh le sigue unos metros más atrás con pistola en mano porque la confianza hacia él es nula, y yo soy la que va en último lugar, sujetando a los dos caballos por las riendas.

Todo el camino se realiza en absoluto silencio, lo único audible es la leve brisa que hace mover las hojas de los árboles que se encuentran al pie de las calles y los cascos de los caballos contra el asfalto.

Por lo que, cuando quiero darme cuenta, los dos ya se han parado frente a un edificio que imagino que será el hotel que buscábamos. Me sorprende que este sea el lugar donde Scott se encuentra. No se parece en nada a una base en la que pueda refugiarse, al menos no es como las que hemos visto antes. Aparentemente es un edificio abandonado más.

–Hemos llegado –dice Thomas.

–Y dices que Scott está aquí –añade Josh, por su tono diría que está igual de sorprendido que yo.

–Así es.

–¿En un hotel? –desconfía.

–Es un sitio en el que pasa desapercibido. A nadie se le ocurriría buscarle aquí.

Eso es inteligente.

–Uno de los vuestros me dijo que había más gente con él, ¿es cierto? –le pregunto.

–Ahora mismo está solo, y así lleva desde el momento en que las cosas empezaron a torcerse. Los que le acompañaban tuvieron que actuar como refuerzos. Yo soy uno de ellos.

–Vas a entrar con nosotros –salta Josh.

–No, el trato era acompañaros hasta la puerta.

–El trato era llevarnos hasta él, y eso incluye también entrar en el edificio con nosotros.

Thomas ya ni siquiera se molesta en oponerse, sabe que eso no funciona en absoluto. Resignado, rodea junto a Josh la fuente con agua estancada que hay en la entrada y caminan hacia la puerta para acceder al interior. Antes de seguirles, tengo que dejar a los caballos atados a la verja exterior.

Una vez lo he hecho, me paro un segundo para tomar una respiración profunda mientras admiro el gran edificio.

–Cuídame desde ahí arriba como siempre has hecho –susurro con los ojos cerrados mientras sujeto con fuerza mi colgante.

Y dicho eso, me armo con el valor que me queda y entro detrás de ellos, poniendo mis pies en el hotel por primera vez. Estamos en la recepción ahora mismo. Hay un mostrador, dos sofás de cuero, los típicos carritos de hotel con equipaje y una lámpara de cristal enorme que aún se mantiene colgada del techo. La luz del sol, la cual se siente agradablemente cálida, entra a través de unos ventanales verticales.

Siguiendo un pasillo iluminado también por unas grandes ventanas, llegamos a una puerta en la que pone "Dirección". Josh y yo permanecemos el uno al lado del otro mientras Thomas se dispone a abrirla.

Entonces ocurre lo más impredecible posible nada más poner sus dos pies dentro de la sala.

Un disparo hace retumbar todo el lugar. El cuerpo del hombre cae al suelo, formando un charco de sangre debajo de él. Nosotros nos damos una mirada de confusión pero también de miedo. De manera instintiva, empezamos a retroceder. Mi mirada está fija en el cuerpo sin vida de Thomas. Unos pasos empiezan a aproximarse hacia la puerta. El corazón se me pone en la garganta. Josh coge su arma y me coloca detrás de él como si fuese mi escudo, luego apunta a la espera de que alguien aparezca. Los pasos cada vez están más cerca.

Y más cerca...

Hasta que, finalmente, la persona que aparece por la puerta nos deja completamente descolocados.

No es cualquier Encapuchado.

Este tiene que ser Scott: el hombre que es capaz de disparar a uno de los suyos sin que le tiemble el pulso.

–Baja el arma, Josh –dice con una voz que me resulta muy familiar.

Los Supervivientes De La TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora