Capítulo 31: Volvemos a vernos las caras.

14 1 0
                                    

Según el cartel que nos encontramos al pie de la carretera, estamos a 45 kilómetros de Charleston. No es tanta distancia si te paras a pensarlo, pero a pie podemos tardar siglos. Tenemos que encontrar algo que nos facilite el viaje y nos ahorre tiempo.

De pronto, mientras andamos por la cuneta de la carretera, alguien a nuestras espaldas nos llama la atención. Nos damos la vuelta, y nada más hacerlo, mi corazón se detiene por un momento al ver a uno de ellos.

Un Encapuchado.

–Coged vuestras armas –les ordeno.

–No nos lo habéis puesto nada fácil. Sois buenos en esto… pero si queréis guerra, la tendréis –se quita el pasamontañas revelando su rostro. Es Derek.

No, otra vez no.

Doy unos pasos hacia atrás para retroceder a la vez que le apunto con mi pistola, pero entonces me choco con alguien. Tengo a otro de ellos detrás de mí. Me arrebata el arma con fuerza y me golpea en la cabeza con ella.

Negro.

Todo se vuelve negro después de eso.

Vuelvo en mí y siento un dolor muy fuerte en la cabeza. Había perdido el conocimiento. Estoy aturdida, mareada. Quiero levantarme pero no puedo. Me han atado a una silla con una cuerda. Estoy sola en una habitación oscura y fría junto a ese gilipollas.

–Hayley… ¿o debería decir Hannah? –su sonrisa está de vuelta.

Lo sabe. Se ha enterado. A mis compañeros se les debió de escapar mi nombre antes. Seguramente sepa también sus verdaderos nombres. Mierda. Mis compañeros.

¿Dónde están Josh y Marcus?

–Te estoy hablando –me agarra de la cara con fuerza. Yo le escupo a los ojos a modo de respuesta.

Se limpia mi saliva y se ríe. Está loco. Está igual de loco que Scott. Todos los de este grupo están mal de la cabeza.

¿Qué les ha hecho ese hombre para que acaben así?

–Eres una zorra... una zorra muy astuta.

–Que os jodan –la indignación corre por mis venas, la sangre me hierve.

–Os hemos estado buscando sin descanso, ¿sabes? Estamos realmente agotados y me queda muy poca paciencia. No me hagas hacer lo que debería haber hecho el primer momento que os vi.

–Adelante, hazlo. Atrévete si tienes huevos –le desafío.

Ya me da igual.

Ya me estoy cansando de esta gente.

–Hay un problema –se acerca a mí–. Te pareces demasiado a ella.

–¿A quién? –le pregunto, mi rostro lleno de confusión.

–A mi hija –acaricia mi cara suavemente con su pulgar, yo la aparto tan pronto como siento su contacto en mi piel.

–¿Tenías una hija?

–Zoey. Así se llamaba. Tenía tu edad cuando… –no sigue hablando. Se pone en pie y me da la espalda.

–Cuando tú y tu pandilla de científicos la matasteis –termino la frase adrede para hacerle daño.

–Fue un error –se derrumba.

–Eres un asesino, Derek. Sois todos unos asesinos.

–¡Fue un error! –repite, intentando justificarlo–. Yo no quería…

–Eso no justifica nada –se voltea inmediatamente, y me mira con una expresión que me cuesta describir. Parece descompuesto de odio, arrepentimiento y dolor.

–¡Cállate! Cállate ya, por favor –solloza con la cara llena de lágrimas, y después, como si tuviese un trastorno de bipolaridad, se le escapa una risita que me pone la piel de gallina–. Seguro que llegaste a pensar que me molabas o algo así, ¿me equivoco?

–Dabas las señales, y yo...

–Oh, por el amor de Dios... ¡Te traté como habría tratado a Zoey! –otra vez se viene abajo. Su estabilidad emocional es como una montaña rusa llegados a este punto–. Te traté de una manera cariñosa, pero no en ese sentido. 

–Derek, tienes que ser consecuente y aceptar lo de tu hija. Eso ya es pasado.

–El pasado hay veces que no se supera, Hannah –se pone de cuclillas frente a mí–. Es que te pareces mucho a mi Zoey. Las dos con el pelo largo y castaño oscuro, los ojos marrones… –me admira mientras acaricia mi pelo.

Creo que su cabeza y los recuerdos que tiene de su hija le están jugando una mala pasada. Cree estar viéndola de nuevo. Cree que la está tocando y sintiendo, por eso no puede hacerme nada.

Yo, mientras tanto, oigo disparos no muy lejos. Derek parece no darse cuenta porque ni se inmuta. Mis compañeros regresan a mi mente. Estoy preocupada por ellos. No sé dónde están. No sé si están bien. Tengo miedo de que les pase algo.

–Yo no soy ella, Derek. Date cuenta –le digo fríamente.

–Zoey, cariño, siento mucho lo que hice. No me quedó otra opción. Os di de comer a tu madre y a ti con ese trabajo durante un tiempo… pero al final os acabó costando la vida. Lo siento, lo siento mucho.

En ese momento entran Josh y Marcus en la habitación tumbando la puerta de una patada. Derek los ve e intenta reaccionar, pero Josh es más rápido y le dispara, haciendo que quede malherido en el suelo. Todavía se mantiene con vida cuando Josh le dice:

–Lo siento, pero es la única manera –y le dispara en la frente para rematarlo.

Luego, entre los dos me desatan y me devuelven mi mochila. Saco mi pistola y la cargo para que tenga munición suficiente. Es posible que haya un enfrentamiento en breves con esta gente.

–¿Estás bien? ¿Te ha hecho daño? –me pregunta Josh.

–No... bueno, solo me ha perturbado un poco. Ese hombre estaba mal.

–Ya estás con nosotros, tranquila.

–Creo que vienen más. ¡Tenemos que irnos! –exclama Marcus alterado.

Los Supervivientes De La TraiciónWhere stories live. Discover now